viernes, 29 de noviembre de 2019

Música Cretina 2019 #10

ESTO NO ES UN PROGRAMA

31-10-2019

Lado A

“Vos te reís de mí, yo me río de vos/ pero ella se ríe de los dos”

1.- The Arcs, Stay in my corner
2.- Anntona, La policía del amor incorrecto
3.- Mahalia Jackson, Keep your hand in the plow
4.- Cissé Abdoulaye, Les vautours
5.- Eef Barzelay, Rebecca
6.- Los Cocineros, El amor es perfecto
7.- Elliott Smith, A living will
8.- Los Besos, Sus palabras

Lado B

“En la hora señalada/ el bello gesto”

9.- Sam Phillips, Gimme some truth (John Lennon)
10.- Rafael Berrio, Dadme la vida que amo
11.- Michel Miglio, Never gonna let you go
12.- Mark Mulcahy, What if I go off with Bob?
13.- John Coltrane, Naima
14.- Nick Cave and The Bad Seeds, Waiting for you
15.- Sergio Rotman, Donde estaba el corazón

martes, 26 de noviembre de 2019

Nick Cave and The Bad Seeds, "Waiting for you"


Ahora dormí/ tomate todo el tiempo que necesites

¿Son cadenas y latigazos? ¿Son engranajes? Tal vez sea el mismo ruido, ese al que nos hemos ido acostumbrando, remeros esclavizados pero, eso si, al ritmo del rock n roll. Vuelvo a escuchar el comienzo del tema de Nick Cave que se clava como una daga al promediar el Lado B del este Música Cretina que ya no es nuevo aunque aún funciona como si lo fuese, y del que hace tiempo que no hablamos, y creo que empieza siendo latigazos y luego queda claro que es una rueda que gira y gira, una máquina de desgracias, el día a día, el mundo en el que vivimos. Jaz Coleman, el líder de Killing Joke, recuerda en la última Mojo que hemos vuelto a estar a dos minutos de la medianoche en el reloj del apocalipsis, como en los 80, cuando todos pensaban que la bomba atómica estaba ahí nomas. Y por eso el post punk, y por eso estaban recontra fumados todo el tiempo. Coleman dice que vio mucho a Joy Division, y que en vivo no funcionaban como en el disco. Porque la gente no se movía, los dejaban a todos quietos. Pero es que... ¿se puede bailar el apocalipsis? ¿Cadenas o engranajes? Cuando era chico mi primer pánico lo tuve cuando leí por algún lado que el sol algún día se iba a apagar. Sentí un escalofrío, hasta que seguí leyendo y llegué hasta la parte que decía que eso recién sucedería dentro de millones de años. No hay nada de niño en mi cuando acepto que lo más probable es que seamos parte de la generación que va a vivir el fin del mundo, al menos el fin claro y conciso del mundo tal y como lo conocemos. Hoy leo en la tapa de los diarios de todo el mundo que, lejos de bajar, en la última década han aumentado las emisiones de carbono, y que estamos demasiado cerca de que ya no se puede hacer nada al respecto, a menos que en la década que empieza dentro de un mes y unos días hagamos todo lo que no hemos hecho hasta ahora. De una forma u otra, one way or another, el mundo que conocemos debe terminar, y ya estamos ahí nomás. Nick Cave lo sabe y lo canta, y en este desolador Waiting for you, que recuerda el espíritu de sus temas más románticos o espirituales, en realidad le habla a su hijo, que ya no está y no va a volver. Ese desolado desierto es al que le podemos también cantar esperando el final, el frío del sol que se apaga, el pánico del niño que sabe demasiado, del adulto que ya no tiene nada de niño. Cave canta desde ese lugar en el que nadie quiere estar, como avisando que no vayamos por ahí, que no hay nada ahí para nosotros salvo una eternidad de sufrimiento. Y sin embargo ahí vamos, o al menos llegamos tan cerca como para escucharlo y también, fundamentalmente, sentirlo. Tal vez eso alcance para entender que hay que tomar otro camino. O para que entendamos realmente de qué se trata este camino. Vaya unx a saber. Al menos alcanza para sentir esa mano a la que agarrarse mientras llega lo inevitable, una mano que se llama canción, y que sirve como exorcismo para poder volver a la mañana, al sol que no ha muerto, al mundo que está aún acá aunque sepamos todo lo que está por venir. “No se lo que está por venir, pero iré hacia ello riendo”, escribió Melville en Moby Dick. Nosotros sabemos, y esa es la maldición. Y la bendición es que, no se por qué, aún es posible la risa. A veces es mejor/ no decir nada/ de nada, canta Cave, que dice estar esperando por vos, por nosotrxs, por él. Es martes y llega el sol, se termina la primavera aunque por momentos se disfrace de otoño. Hay una verdad que me gusta llamar Música Cretina, y siempre termina saliendo a la luz. Esa es su condena y también su bendición.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Elliott Smith, "A living will"


Escribí un testamento en vida/ y se lo dí al hombre en la luna

Dicen por ahí que el cuerpo sabe cuándo es viernes, pero lo que el mío realmente sabe es que va a hacer calor, y mucho. Como parece que la primavera también se la fugó Macri, el verano viene asechando, y como el lobo del cuento soplará y soplará desde el norte en estos días, así que a prepararse, porque no habrá cerebro que aguante. Es que ya venimos demasiado recargados para, encima, esto. Por eso es que es mejor distraerse, y seguir deshojando los temas del último Música Cretina, por ejemplo una rareza de esa estrella fugaz que fue Elliott Smith, rescatada en la reciente reedición del último disco que sacó en vida, el encantador Figure 8. La ocasión de la reedición —que incluyó el disco anterior, XO, su debut para una multinacional— fue su cumpleaños numero 50, o más bien los que hubiese cumplido en agosto de no habernos dejado en el año 2003, con apenas 34 años. Nunca me olvido que descubrí al buen Elliott en las bateas de ese oasis que supo ser el Tower de Santa Fé y Callao —estaba más cerca de Riobamba, en realidad—, sólo porque sus discos asomaban entre los de The Smiths y la diosa Patti. Eran unos cuantos, lo increíble de aquel Tower era que había discografías completas de autores desconocidos, así que decidí llevarme uno para ver de qué se trataba. Elegí el que por entonces era el último: Either/or, capítulo final de su trilogía indie, ya que poco después pegaría el salto hacia Dreamworks, potenciado por la inclusión de Miss Misery en la banda de sonido de Good Will Hunting. Antes de que todos celebrásemos como un gol de nuestro equipo la tímida aparición de Elliott en la ceremonia de los Oscar, yo ya como una hormiguita hacendosa había ido comprando todos esos discos que me esperaban en el Tower, y aún los atesoro. Incluso me conseguí uno de Heatmiser, el grupo del que Elliott formaba parte cuando empezó a grabar esos demos que comenzaría a editar incluso sin llegar a bautizar todos los temas. Por eso fue que yo lo consideraba como uno de los míos cuando pegó el salto, consiguió un buen contrato, y salió de ese mundo de miserias indie desde el que parecía estar cantando. Qué digo cantando: exponiendo su corazón. Y tal vez por eso es que calculo que me debo haber enojado con él cuando se convirtió en un nuevo maldito al que venerar, luego de su confusa muerte, en la que se supone que se acuchilló a sí mismo luego de encerrarse en el baño de su casa, mientras estaba con su novia, que tocaba en un grupo cuyo bautismo resuena hoy de manera inquietante: Happy Ending. Mi enojo no tiene que ver son su suicidio, sino con el posterior mito que suena como una condena más que una reinvidicación, y con el hecho de que hay tantos músicos cuya música fue escuchada recién después de que murieron, y uno no puede evitar preguntarse qué hubiese sucedido si les hubiesen prestado atención antes, como el caso de Nick Drake, por ejemplo. Pero ahí va Elliott, que encima supo ser reconocido en vida, quitándose la vida como si nada le hubiese alcanzado. Por eso mi enojo: lo tuviste todo, compadre, y no te alcanzó. Enojo injusto, lo reconozco, bronca por alguien al que se quiere y se siente como un capricho que te haya dejado solo. O peor, que se vaya de parranda con los que lo celebran por muerto, y no por vivo. Pero, qué duda cabe, su musica y sus canciones siguen vivas y, después de todo, los que se van no lo hacen nunca por llenos, sino porque llevan dentro un vacío es tan profundo que escuchan como los llama todos los días, y llega un momento que no pueden resistir más semejante calvario. Elliott emergió con las manos llenas de canciones desde la misma tierra yerma indie de la que salió Kurt Cobain, y se fue igual que él, huyendo y con las manos vacías. Este A Living Will, que suena casi al final del Lado A del último no-programa, supo ser Lado B del simple de Son of Sam, el tema que abre Figure 8, y por fin ha sido rescatado para esta nueva reedición. Me voy a poner bien pronto/ este rostro feliz está viéndome morir, canta Smith antes de llegar al primer estribillo, y la aparente contradicción del verso se resuelve cuando se comprende que “ponerse bien” sería equivalente a morirse, eso que sucede ante una sonrisa. Cuánto debiste haber sufrido, Elliott, y cuánto de vos conservará hoy ese hombre en la luna.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Abdoulaye Cissé, "Les vautours"

Se los presento, aunque apenas si lo conozco. Al muchacho que sonríe con su guitarra desde la foto de portada de este single aprendí a llamarlo Abdoulaye Cissé, aunque su nombre esté escrito invertido en el disco. Supongo que, en su Burkina Faso natal, los nombres propios se escriben al revés, el apellido primero y el nombre después. Pero si estamos hablando del buen Adboulaye es porque el que tal vez sea su tema más famoso engalana el último Música Cretina, y también porque una de las cosas que más me fascinan luego de armar el no-programa es tener una excusa para perder el tiempo en las redes, intentando descubrir la historia detrás de cada tema y sus autores. Aunque después de haber invertido parte sustancial de la mañana de este jueves tengo que confesar que aún no conseguí dar con todas las partes del rompecabezas que sigue siendo para mí su historia, leo por ahí que su nombre quiere decir “Hombre de la guitarra”, por eso elegí esta foto de juventud para presentarlo. En esa época despreocupada y sonriente, nuestro guitar-man acababa de sumarse a la orquesta Super Volta, y disfrutaba plenamente de dedicarse a la música, tocando como parte de la orquesta en fiestas a lo largo y a lo ancho de Burkina Faso. Ya vendría luego el momento de componer sus propios temas, como este “Les Vautours”, o sea “Los buitres”, que terminaría no solo bautizando a su propio grupo, sino que también convirtiéndose en un himno de la toma de armas y la revolución africana de aquella época, fines de los setenta, comienzos de los ochenta. Desconozco hasta qué punto el propio Cissé formó parte de esos acontecimientos, pero por las pocas entrevistas que encontré online y logré desentrañar del francés, entiendo que más que nada siguió dedicándose a la música durante toda su vida, como músico, productor y promotor cultural. Pero la historia más interesante que asomó durante mi búsqueda fueron sus recuerdos alrededor de la trágica historia de Thomas Sankara y Blaise Compaoré, guerrilleros de Burkina Faso que supieron formar parte del mismo grupo --uno como guitarrista, el otro como cantante-- antes de dedicarse a las armas, y que tras ser compañeros en la música y la revolución, finalmente cuatro años de haber tomado juntos el gobierno en 1983, Compaoré asesinó a su viejo compadre, y se perpetuó en el poder durante casi tres décadas, viendose obligado a renunciar recién en 2015, con la gente ocupando las calles y recordando a Sankara, a quien muchos bautizaron en su momento como el Che Guevara africano. Entrevistado por The Guardian por aquella época, Cissé recordó que el verdadero músico era Sankara, que Compaoré sólo cantaba, pero no se tomaba muy en serio la música. "A Sankara incluso entonces ya lo bautizamos como el comandante, Compairé era simplemente Blaise", agregó. Un detalle que me iluminó en este jueves demasiado iluminado, al punto del agobio, por un verano que ahora se apura para cobrarnos todo lo que parece que le debemos. Tal vez me gustó la idea porque suena bonito pensar en los obreros de la música como los guardianes de la revolución, y en los cantantes estrella como capaces de hacerle un golpe a los amigos para eternizarse en el poder. Son tiempos llenos de preguntas y sin respuestas firmes, y cualquier narrativa que ordene esta tierra yerma es bienvenida. Por más que uno sepa que toda historia es apenas una construcción, y que también hay músicos avaros y cantantes revolucionarios. Como Abdoulaye Cissé, el muchacho de la guitarra, que canta desde entonces sobre los buitres que sobrevuelan África, y recuerda lo que hay que hacer para ahuyentarlos.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Mahalia Jackson, "Keep your hand on the plow"

Cuando llegue al cielo/ voy a cantar y gritar/ y no habrá nadie que me pueda echar

Se las presento: la señora de la foto se llama Mahalia Jackson, y es, fue y será la reina del Gospel. En las fotos que se suelen ver por ahí se la ve siempre gritando, y es comprensible: su voz de contralto es la que hace que unx deje todo lo que está haciendo y se disponga a escucharla. Pero me quedé prendado de esta foto en la que está mirando al piso, pensando en sus dones tal vez y, quién sabe, incluso dudando de tanta certeza religiosa o de la otra. Una imagen que, si lo pensamos bien, encaja perfectamente en el tema que suena apenas comenzado el Lado A del último Música Cretina y genera lo que siempre sabe hacer la voz de Mahalia: que levantemos la cabeza y prestemos atención a lo que está sucediendo. Pero, además de la voz, está la canción, que justamente en este caso habla de esos momentos en los que se duda, en los que el destino está cada vez más lejos. O, mejor dicho, habla de lo que hay que hacer ante semejante abismo: Aferrarse al arado y no mirar atrás. Un consejo que también resulta más que apropiado para estos días de marchas y balas de goma, de golpes que no se quiere aceptar que son golpes, de elecciones y asunciones demasiado cercanas y lejanas a la vez. Keep your hand on the plow, la canción que canta Mahalia —o mas bien ese huracán con el que nos arrasa— es un tema tradicional, basado en la Biblia, que terminó siendo adoptado en la lucha por los derechos civiles que se llevó a cabo durante los años ’60 en los Estados Unidos. Tiene muchas versiones, bajo varios nombres, aparece —por ejemplo— en el debut de Dylan bajo el título de Gospel plow. Nacida en New Orleans, pero reubicada antes de cumplir 18 años en Chicago, Mahalia trabajó limpiando casas pero sus dotes vocales le permitieron ganarse rápidamente la vida cantando en iglesias y funerales. Fanática confesa de Bessie Smith, Jackson nunca dejó de cantarle a Dios, pero su total entrega vocal evidencia por qué —junto a cantantes como Marion Williams o Sister Rosetta Tharpe— el gospel es considerado uno de los padres (¡y madres!) del rock’n’roll. “El rock fue secuestrado del púlpito de la santa iglesia”, se reía Mahalia, a quien Little Richard consideró una de sus influencias, y que tuvo entre los integrantes de su banda a músicos como Billy Preston, que luego siguieron su propia carrera. Pero una de las cosas más fascinantes de su biografía es su cercanía al movimiento de los derechos civiles, más especialmente a Martin Luther King. Leo por ahí que Mahalia cantó en la famosa marcha sobre Washington del año 1963, justo después de King. Los dos conocían sus respectivos repertorios por haberse presentado muchas veces juntos desde el boicot de Rosa Park en adelante, así que el Reverendo le pidió que cantase un tema, y ella a su turno le pidió a King que les hablase a los más de 200 mil presentes sobre su sueño, que a partir de entonces pasó a la historia. Toda aquella época ya es historia, pero al mismo tiempo está viva y se repite, una y otra vez. Necesitamos un sueño, y necesitamos una voz como la de Mahalia, no sólo para enfrentar los nuevos tiempos, sino apenas para llegar al fin de semana. Es miércoles, el sol humedo de esta primavera cruel está apretando, pero si hacemos play en el no-programa llegará el momento en que una voz huracanada nos obligue a levantar la cabeza, a aferrarnos a lo que creemos, y a no mirar atrás.  

martes, 12 de noviembre de 2019

Anntona, "La policía del amor incorrecto"


Va usted de cabeza al desastre/ ¡déjenos pararle!

Creo que ya les avisé que hay un nuevo Música Cretina. Pero también estoy seguro que no lo he dicho lo suficiente. Así que lo vuelvo a decir: ¡Hay un nuevo Música Cretina! Y uno de sus primeros temas tiene el estribillo que se puede leer aquí arriba. Una frase que suena como ésas que cada tanto uno imagina que alguien grita, o supone que debería hacerlo, en ciertos momento de nuestra vida. Lo sabemos: no hay que detenerse en esos casos, hay que seguir sin mirar atrás. La frase que yo suelo escuchar es: “¡Deténganlo, es un impostor!” La escuché claramente, por ejemplo, la primera vez que me subí a un avión gracias a mi trabajo como periodista. Con el tiempo descubrí que eso incluso tiene nombre, lo llaman síndrome del impostor. Pero cuánto mas útil sería que lo que uno escuchase —en el momento apropiado, claro— fuese eso que se puede leer aquí arriba. No es mi cerebro el que lo canta (grita), sino un tal Manuel Sánchez Muñoz, más conocido como Anntona. Y más conocido aún como uno de los integrantes de Los Punsetes. El tema en cuestión se llama La policía del amor incorrecto, y una década atrás formó parte de su primer disco propiamente dicho como solista, En la cama con Anntona (2009). Leo por ahí hubo uno anterior, pero que es más bien una colección de demos, Anntona es buena persona (2007). Los dos —así como el siguiente, Grandes males, remedios regulares (2011)— se pueden bajar gratis de su bandcamp. Leo también que Anntona dice que los temas de sus primeros discos eran los que no encajaban en Los Punsetes, por ser demasiado personales o demasiado graciosos, pero en este caso lo encuentro mas que tierno. Porque cada vez que lo escucho pienso en esos momentos que hubiese necesitado —la boca se me haga a un lado— de esa policía. Va usted a comerse una mierda/ déjenos pararle, canta Anntona y es imposible no imaginarse también tantas cosas que se han torcido en el ultimo tiempo, y también las que se están torciendo en este mismo momento, tantas que a veces uno piensa que no importa ninguna otra cosa. Ahí es donde haría falta la policía del pensamiento extremadamente correcto, una que nos diga que hay vida más allá de esas repeticiones, esos deber ser, esas afirmaciones cejijuntas. Le vimos un gesto extraño/ el corazón se le sale al andar, canta Anntona, y está claro que ha dado en el clavo. Vayamos con ese corazón en las manos, atrapémoslo antes de que se escape, y hagamos play en el último no-programa, que es martes y aún hay mucho que atravesar antes de que llegue el próximo fin de semana.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Sam Phillips, "Gimme some truth" (John Lennon)


Todo lo que quiero es la verdad/ sólo dame un poco de verdad

Uno de mis discos preferidos —de entre esos que uno piensa que es el único que los tiene, porque no es que sean clásicos ni muy conocidos— es Martinis and bikinis, el tercer disco solista de la ex cantante religiosa Sam Phillips, producido por el que en ese momento era su marido, T Bone Burnett. Se trata de un álbum profundamente beatle, lleno de canciones y del sonido burnettiano de la época, medio cajita de música, algo deudor de las producciones de Mitchell Froom y Tchad Blake. Siempre me gustó el tema que abre el disco, una mini-tema en realidad, de menos de un minuto al estilo de Brian Wilson, cuya letra desea que todos consigamos nuestros deseos, y —en un guiño al título del disco— martinis y bikinis para nuestros amigos. Pero nunca le había prestado demasiada atención al cover que lo cierra, tal vez porque los temas originales eran muchos y muy buenos, que rescata aquel rezo del Lennon de Imagine, rogando algo de verdad, justo después de haberse desgañitado durante todo un disco con su grito primal. Ese hartazgo ante una increíble enumeración de hipócritas estirados, cortos de vista y de cabeza; políticos cabeza de cerdo, neuróticos y psicóticos; chauvinistas condescendientes y nenes de mamá y estrellas paranoicas y esquizofrénicas se me hizo de pronto tan propio no sólo de estos tiempos post electorales sino también de este mundo online en el que vivimos cada vez más, que finalmente terminé de comprender y abrazar el disco de Sam Phillips incluyendo este cover final, un pedido de verdad que provenía —además— de una artista que venía de un mundo devocional, y había empezado su carrera musical grabando discos religiosos bajo su nombre de nacimiento, Leslie. Leo por ahí que, luego de separarse de T Bone Burnett, Sam se convirtió en la cantante de cabecera de la serie Gilmore girls, y por supuesto que fue convocada para su reciente regreso. Hasta donde pude, siempre le seguí la pista, pero debo confesar que —al menos para mi—nunca alcanzó la genialidad de este disco, en el que pide que todos alcancemos nuestros deseos, con martinis y bikinis cerca. Augurios que se comprenden mucho mejor ante la enumeración de todas esas voces que nos aturden, y ese pedido de verdad, aunque sea un poquito. Que es el mismo de Lennon en los setenta, mi querida Sam en los noventa, y este flamante Música Cretina al borde de estos nuevos años veinte, que tiene apenas para ofrendar, ahí nomás, a un play de distancia, apenas los martinis y la verdad de un puñado de canciones. No es poco, pero jamás es suficiente. Aunque siempre es un buen punto de partida. O, al menos, de llegada. Puertas adentro, vaso en mano, y play, siempre play como para terminar el día. O arrancar la semana.

viernes, 1 de noviembre de 2019

The Arcs, "Stay in my corner"


Es viernes y Música Cretina lo sabe. Hay un nuevo no-programa y arranca con este temazo del grupo paralelo de Dan Auerbach, uno de los integrantes de Black Keys. Auerbach canta y toca la guitarra, y también es un productor de primer nivel, creo que lo empecé a respetar más por sus producciones que por los discos de sus grupos. Igual siempre me gustó la historia iniciática del dúo entre guitarrista y baterista, que cuenta cómo el guitarrista cayó en el sótano del baterista para ensayar con su grupo, pero como fue el único que hizo acto de presencia terminó zapando con el anfitrión y listo, el resto es historia. La otra mitad de los Black Keys —el batero en cuestión— es Patrick Carney, hijo del saxofonista y clarinetista Ralph Carney, al que todos conocemos por su trabajo con Tom Waits de Rain dogs en adelante. The Arcs nació cuando Carney se tomó un tiempo libre después de una década de haber estado aporreando la batería junto a su colega del chingui chingui, que en vez de parar se armó su propio grupo, un quinteto rocker pero apasionado por el soul, mas especialmente el de fines de los sesenta y comienzos de los setenta. Leo en Allmusic que la deuda más precisa es con la música de The Stylistics, pero más que nada es algo que veo en la gráfica de portada del único disco del grupo, Yours, dreamily (2015), que en un tema como este apasionado Stay in my corner, que salió primero como un simple inspirado en... ¡la pelea entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao! Quedate en mi rincón, dice Auerbach, un evidente fanático del boxeo además del soul, que nunca le pide al arbitro que empiece la cuenta, pero avisa en el primer verso del tema: “No siempre soy un ganador, más bien suelo cagarla”. Y ya saben lo que dicen sobre los que avisan. Como este viernes, que avisa que el fin de semana ya está acá. Traidor será quien no lo deje llegar, mientras que acá en Música Cretina ya colgamos los guantes, nos sentamos en el banquito y pedimos la botella. Que la pelea siga sin nosotrxs, nomás. Ya es hora de hacer play y que boxee otrx.