domingo, 28 de abril de 2019

Música Cretina 2018 #4

ESTO NO ES UN PROGRAMA

19-4-2019

Lado A

"Todo bien si te estas enroscando/ pero por favor no me lleves ahí"

1.- The Wombats, White eyes
2.- P.DeCaro, Fede y Barbie
3.- Nightmare On Wax c/Sadie Walker, Deep shadows (Little Ann)
4.- Horace Andy, Child of the ghetto
5.- Calexico c/Depedro, Flores y tamales 
6.- Santa Cruz, The pilot is me
7.- Case/ Lang/ Viers, The best kept secret

Lado B

"La gente está loca/ y los tiempos son extraños"

8.- Kate Nash, Drink about you
9.- Joe Crepúsculo, Toda esta energía
10.- Robert Finlay, Medicine woman
11.- Bettye Lavette, Things have changed (Bob Dylan)
12.- Chaton, Pas le feu
13.- Curumin, Prata, ferro, barro
14.- Angelique Kidjo, Crosseyed and painless (Talking Heads)

sábado, 27 de abril de 2019

Hambre en Buenos Aires

Mirate las manos/ la sangre en las manos. Pavada de verso de un tema bautizado Hambre, que además titula el disco que Ernesto Tabárez junto a sus Problems estarán presentando esta noche Buenos Aires. Hambre. Justo. Al final será el hambre lo que nos salvará, anuncia otro verso del mismo tema, y otra vez, imposible no buscarse en el espejo. Pero la sangre en las manos, ese Macbeth cotidiano que merecidamente cargan y deberán cargar los porteños, es la mención más impensada y al mismo tiempo apropiada del tiempo que estamos viviendo. Malditos banquetes, Vil, El éxodo y ahora Hambre, una sucesión de discos que hablan su propio idioma, y al mismo tiempo nos hablan a todxs. ¿El muñeco creerá que le pone voz al ventrílocuo?  Pavada de muñeco este Ernesto, el querido Ernesto, nuestro amigo Ernesto, que siempre le puso el cuerpo a lo que escribe y también garganta. Uno de los gestos que amo de Ernesto en escena es cuando cierra la botellita de agua de plástico y la tira por el piso, entre los cables. Su particular bomba con el seguro en su lugar. No se por qué recuerdo eso, tal vez porque he visto ya muchas veces en vivo a Ernesto, con o sin sus Problems. De hecho, la primera vez que tocó en Buenos Aires –si no me equivoco-- fue invitado a un Martes de Poesía y Música, a dúo con Ana Fornaro, ni más ni menos. Y como si fuera poco, según recuerdo fue en ese viaje que nos dejó en los labios el nombre Ismael. Desde entonces nos han pasado muchas cosas, los benditos problems –así, con minúscula—de todos los días (y mas también), pero también cosas de las otras, de las que importan, de las que cambian vidas y también las elevan. Lo que sigue ahí, siempre, son las canciones. Son las que cantaremos esta noche en el Xirgu, donde Ete y Los Problems presentan esta noche a las 21 su disco Hambre para todxs nosotrxs. Ja, hambre para todxs. Malditos banquetes. Nos vemos --y nos alimentamos—ahí. Como dice mi amigo Diego Trerotola: ojalá les pase.
...
Ah, la foto que acompaña estas líneas tiene ya unos ocho (¿ocho?, ¡ocho!) años, y la saqué en el camarín de un antro montevideano que ya no existe, llamado Espacio Guambia. Fue en la presentación del poemario de Ana, De a ratos. Esa noche Ernesto estaba con fiebre, pero vino y cantó igual. Lo dicho, el tipo nunca deja de poner el cuerpo y la garganta. Por eso lo queremos. Y por la charla también.

viernes, 26 de abril de 2019

El corazón sobre todo

La sensación de anoche se mantiene. Un par de cacerolas y esto se cae. Como bien sabe cualquier lector de Monterroso, cuando despertemos Macri seguirá ahí. Entonces no hay que dormirse. No dejo de pensar en el 2001, en esa angustia de los saqueos transmitidos en directo reconvertida en una sensación de posibilidad con la gente en la calle, marchando a la plaza, encontrando en el otro un cómplice en vez de una amenaza; exigiendo algo, lo que sea, pero que no fuese esto. Perdón, "eso". Pero es que mi recuerdo también habla de "esto", obviamente. En estos días, por obligaciones laborales, interactué más que de costumbre. Todos con los que hablé --desafortunados o afortunados dentro del estado actual de las cosas-- dejaban en claro que esto no da para más, que se acabó la cuerda, que tiene que venir otra cosa. Pero cuando le contaba esta percepción a algunos amigos mas cercanos, que sé positivamente que nunca quisieron esto y no la están pasando muy bien que digamos, se mostraban escépticos. Se han quemado tanto con sus deseos, que siguen temiendo que, a pesar del páramo que nos rodea, este gobierno encuentre una forma de perpetuarse. Pero la sensación se mantiene: un par de cacerolas a la calle y esto se cae. Esta mañana un extranjero de visita me preguntó qué iba a pasar. Le respondí que estábamos para cualquier cosa, pero que al menos yo ya había vivido ese abismo antes, asi que sabía que había que esperarlo. En mi caso, me sucedió por lo menos dos veces. Esas veces, mi refugio fue el cine. La primera vez con L'Atalante en la Lugones y segunda con La mamain y la putain en una destartalada Hebraica. Hoy el refugio de muchos parece ser un libro. De tapa azul, titulado Sinceramente. Antes de la súbita epifanía literaria colectiva de ayer, "Sinceramente" remitió para mi siempre al comienzo de una canción. Una cuyo primer verso confiesa: Sinceramente, hace tiempo que nadie espera en la vereda de enfrente. Esa canción tiene un nombre que realmente encaja en el clima de todos estos días. Ese nombre es: El corazón sobre todo. Alguien muy sabio y muy perdido al mismo tiempo, dijo alguna vez --y yo ya lo vengo repitiendo bastante en este tiempo-- que las canciones lo saben todo antes que uno. Aquella canción hablaba, y sigue hablando aún hoy, de que quedan pocas cosas, y de no saber si es posible curarse de ésta. Pero también dice que lo que aún no se ha roto, está guardado y se lleva bien en el pecho. Tal vez con eso alcance. Quién sabe. Tal vez sea posible que, con películas, libros y canciones, el mundo se pueda reinventar nomás. Pero tratemos de hacerlo esta vez sin pegar un ojo. Porque, bien lo sabemos, cada vez que despertemos, los dinosaurios siempre estarán ahí.

lunes, 22 de abril de 2019

P.DeCaro, "Fede y Barbie"

Se los presento, justo en el centro de este hermoso grupo de gente —con barbita y buzo Adidas— está Pablo De Caro. Es el compositor y cantante de Cosmo —ellos son los de la foto— y también de los reformados Mataplantas, toca la guitarra en El Hipnotizador Romántico y, tal como le gusta presentarse, hace música solo como P.DeCaro. Uno de los temas de Mapache, su primer EP bajo ese nombre está casi al comienzo del Lado A del último Música Cretina, que en realidad lo armé en la segunda mitad del año pasado y fue quedando y quedando, pero finalmente acá está. Y acá está también el recuerdo de Mataplantas, a los que conocí allá lejos y hace tiempo, cuando se hacían llamar Bárbara Feldon, y les gustaba más que nada el rock tirando a retro. Tenían un hitazo que nos sabíamos todos, llamado Navidad y año nuevo, y que recuerdo que alguna vez cantamos a pura guitarra acústica, justamente, en navidad o año nuevo. Lo de Barbara Feldon era por El Superagente 86, la morocha de faldas y pelo corto, y así era como sonaba el rock del cuarteto hasta que pegaron el estirón. Como los Beatles pasando del trajecito de diseño y la porra taza a la ropa de bambula, y bigote, barba y pelo laaaaargoo; pasando de las anfetas y al alcohol a la meditación y el LSD, de Be Bop a Lula a Strawberry Fields Forever. Así fue como los Barbara Feldon se convirtieron en Mataplantas, sumandole lisergia a su rock, y comenzaron un viaje que los terminó depositando en un futuro multiplicado, de Cosmo, El Hipnotizador Romántico y Pablo Malaurie, y —finalmente— el regreso de Mataplantas. Hoy aquella propuesta tiene varios rostros, y en varios de ellos está Pablo, y todo ese mundo sigue estando como estaba al comienzo, un poco al costado de la realidad musical local, como en un universo paralelo. Y si utilizo un nosotros en el que me incluyo al recordar aquellos inicios y también sus mutaciones es porque yo estuve ahí, claro. Yo también tuve necesidad de mundos paralelos, y en una de esas caminatas por los mismos terminé ingresando en el universo de los Bárbara Mataplantas, si mal no recuerdo gracias a la generosidad de Laura Lobov y sus ciclos en la Casa de la Poesía de Honduras —esa casa de Evaristo Carriego hoy destruida por el Macrismo—, y los salones de Pablo Dacal y Manu Loop. Pero todo eso es otra historia, y de lo que hablamos en este lunes nublado es de De Caro y su nueva música solista, apenas seis temas en un EP que se puede escuchar y disfrutar via Bandcamp, y también casi abriendo el nuevo no-programa de un abril que sin santidad empieza también a mostrar su rostro de otoño. Entonces qué mejor que abrir una puerta a un Música Cretina con pasado, presente y futuro listos para visitar, apenas a un play de distancia. Pasen y vean (y escuchen, claro), que en este mundo paralelo hay lugar para todxs. Al menos para todxs lxs que quieran abrir la puerta para ir a jugar.

domingo, 21 de abril de 2019

Kate Nash, "Drinking about you"


Yo me veo tan divina/ pero también asusto un poco

La que canta es Kate Nash, y en este caso alguien debería presentármela mejor porque no es precisamente de mi generación, aunque de alguna manera nos conocemos. La buena Kate forma parte de una pandilla del norte de Londres, de donde salieron Lily Allen y también Jamie T. Son hijos de las redes sociales, especialmente la Allen, que a su vez gracias a un post hizo famosa a Kate, y con su primer disco fue cuando empecé a seguirle la pista. Lo hermoso de la Kate, la otra Kate del pop britanico (Kate The First es Kate Bush, de pie señorxs), es que sus canciones son como novelas de iniciación adolescente, con lo mejor que tiene para dar semejante estilo: la honestidad y crudeza, la inmediatez e identificación. Acá en Música Cretina decidimos que uno de los temas del primer disco de la entonces pequeña Nash era uno de los nuestros, lo pueden buscar por ahí, se llama Birds, y es una deliciosa historia de amor entre un pibe soñador que le dice cosas lindas y una piba con los pies en la tierra que no termina de cazarle la onda (¿de qué estas hablando?), que se cuelan en el tren con sus cervezas. De hecho, Lily Allen aún es relativamente pendeja, pero acaba de sacar una suerte de autobiografía que la rompe, por todo eso que decía de la honestidad, crudeza e identificación. Pero volviendo a Kate Nash digamos que es un buen ejemplo de cómo lxs chicxs de las redes se fueron perdiendo en los caminos de las discográficas o similares, digamos que detrás de la zanahoria del negocio, y cuando pensábamos que efectivamente la habíamos perdido (anduvo actuando por ahi), acá está de vuelta con su primer disco en cinco años, una enormidad si tenemos en cuenta que su debut salió apenas doce años atrás. Con 32 años que cumple dentro de dos meses, la buena de Kate decidió volver a las fuentes, se alejó de las discográficas y grabó su cuarto disco con el aporte de sus fans. Lo bautizó apropiadamente como Yesterday was forever, y de ahí sale este sencillo y arrebatador Bebiendo por vos (Cuando los otros pibes dicen que terminamos/ yo solo bebo por vos), que no por nada fue el primer single del disco y también abre el Lado B de un flamante Música Cretina tan lleno de descubrimientos y novedades que necesitábamos una cara amiga. Pero en un domingo santo que se empeña en seguir con sol y cielo celeste los invito a que hagan play para que su vía sea menos crucis y mas cretina. Y amén para todxs, qué tanto.

jueves, 18 de abril de 2019

Liliana Herrero c/Fernando Cabrera, "Mariposa tecknicolor" (Fito Páez)

Jueves santo y soleado, casi como si a los santos los hubiese agarrado la también santa inquisición y quisieran hacerles confesar algo. Lo que yo tengo para confesar es que aún hay un Música Cretina que tiene mucho para compartir, como por ejemplo el diálogo entre los dos protagonistas de esta foto. Uno es Fito Páez, y no hay mucho para presentar: será siempre el que puso las canciones en nuestro walkman. Lo acompaña una entusiasta y feliz Liliana Herrero, a quien conocimos desde el walkman del rosarino, ya que —al menos en mi caso— entró en el mundo gracias a aquel Cachilo Dormido tan despertado a puro sintetizadorazo de la desfachatada producción de Fito para ese debut revulsivo de la Herrero, decidida a poner el folklore patas arriba de la mano de su ahijado. ¡Vean esa sonrisa, esos brazos bien arriba! Apenas una muestra del entusiasmo que se genera cuando Páez se sienta al piano entre amigos, lo sé porque estuve ahí y puedo contarlo. De hecho, una noche en La Habana terminamos codo a codo en el living de la casa de Pablo Milanés, presentándole Charly García al anfitrión, cantando cosas como Desarma y sangra. Bah, Fito cantaba, yo intentaba coros, todo muy en familia. Cubana, claro. Recuerdo que por ahí estaba Jorge Perugorría, por ejemplo. El amigo Aloras puede salirme de testigo porque también estuvo ahí. No sé cómo pero también recuerdo que Pablo derrochaba generosidad con su Johnnie Walker, pero yo me abrazaba al Habana Club etiqueta azul. Y entonces sí que ya no recuerdo más. Perdonen, parece que me fui de tema, pero esta indulgencia en la memoria viene al caso como ejemplo cabal de que donde está Páez y hay familia siempre hay diversión, los brazos, la sonrisa y los ojos cerrados de Liliana en la foto sirven como prueba, como quien grita un gol de su equipo. ¡Qué digo gol: un campeonato! Pero que sirva la foto —hermosa foto de Nora Lezano, dicho sea de paso— para testimoniar los lazos entre los dos retratados, no lo que suena apenas empezado el Lado A del no-programa, ya que se trata de una de las versiones que la Herrero hace de Páez en esa proeza en forma de disco que es Canción sobre canción, en donde repasa un repertorio que de tan conocido casi que funciona como reflejo pavloviano. Así como el siempre tan apurado y algo perezoso cerebro nuestro no necesita al ojo para completar ciertas imágenes, y podemos pasarnos gran parte de la vida viendo cosas que ya no están ahí, lo mismo sucede con ciertas canciones de Páez, que están en nuestro walkman desde hace tanto que ya no se las escucha, simplemente se las celebra (o condena). Por eso resulta fascinante el trabajo que hace Liliana Herrero con un puñado de canciones que conoció desde el primer momento, estuvo prácticamente al lado de ese fueguito en el que fueron forjadas. Completando un arco de tres décadas, que va desde aquel primer disco de sus temas producidos por Fito a este álbum en el que ella desarma y sangra un cassette tan gastado hasta lograr el milagro de que suene como si fuese nuevo, Canción sobre canción es un repaso a cara de perro. La celebración es interna, o posterior, pero mientras los temas suenan no hay lugar para fiesta alguna, ni brazos arriba ni goles gritados, porque el partido todavía se está jugando y la Herrero y sus músicos desactivan cualquier posible tarareo, la miel del fraseo previsible, el azúcar del canto colectivo. Si bien es cierto que los ríos una vez cruzados no se vuelven a cruzar, Canción sobre canción es un disco en el que las mejores canciones de Páez, las que lo hicieron ser justamente Páez, pueden ser vueltas a escuchar, tal vez no como si fuese la primera vez, pero sí como quien desea escuchar realmente qué es lo que canta. Y lo que cantamos son canciones desnudas y que nos desnudan, retratos de un pasado que está siempre con nosotros, abismos en los que mirarse y descubrir cosas nuestras, la posibilidad de darnos cuenta por qué y cómo era que esto era. Volver a confiar en la percepción, saber que no todo se nos da masticado, que estas son canciones que mordimos nosotros entre el ruido, las elegimos entonces y nos las quedamos y apropiamos. La magia de la relectura profunda de Liliana Herrero sobre la obra de Fito Páez —al que se atreve incluso a corregir, y pese a que precibimos la ausencia de alguna que otra palabra (¡decadrón!) al mismo tiempo no la extrañamos—, llega a su momento cumbre al visitar el tema tal vez más injustamente menospreciado de su obra, ese Mariposa Tecknicolor que nuestro oído acostumbra a asociar con Elvis Costello y la calesita del Circo Beat que supo ser la música de la vuelta olímpica del campeonato ganado por Páez un disco —y una vida— antes, y reinventarlo al punto de que cuando entra Fernando Cabrera encarnando una segunda voz que no estaba ahí, pero que nos damos cuenta instantáneamente que está donde corresponde, el abismo de lo escuchado renueva todo, como un Rashomon auditivo que completa la historia décadas después. De pie señorxs, que Liliana Herrero canta Páez y nos canta a todxs. La pueden escuchar apenas empieza en Lado A de un Música Cretina que les dejo acá, apenas a un play de distancia. Para el sol de todos los santos jueves que abren la fiesta de un fin de semana largo.

miércoles, 17 de abril de 2019

No hay que esperar el fuego

Una semana atrás la humanidad vio por primera vez la foto de un agujero negro, después le tocó el turno al incendio de la historia encarnado en las llamas de Notre Dame multiplicadas en las redes. Con solo uno de estos dos acontecimientos Dan Brown te escribe una saga de novelas conspirativas, pero los que seguimos las necrológicas sabemos que las noticias vienen de a tres, como en los guiones de cine bien ordenados. Como la carta robada de Poe, el tercer acto de esta obra ya estaba por acá y no nos terminamos de dar cuenta. La noticia de la jubilada que se quiso suicidar tirándose ante una formación de subte en la estación Lavalle de la Línea C me puso la piel de gallina casi sin detenerme a pensar en ello, fue algo instintivo, que ningún agujero negro ni catedral pueden generarme. El argumento de la obra está claro: podemos mirar hacia el final del universo o hacia el pozo de la historia, pero lo que te puede destruir está acá nomás, y por eso preferimos no mirarlo a los ojos. Según leo por ahí, la señora se salvó porque la maquinista pudo detenerse a tiempo. En la foto de acá arriba, se puede ver a los empleados del subte charlando con ella, tratando de devolverla al andén. La señora dijo que tomó su frustrada decisión fatal porque no le alcanza la plata para remedios ni alimentos, y no quiere ser una carga para sus hijos. Los que suelen viajar tanto en trenes como en subte, saben que los suicidas son mas o menos habituales. Especialmente cuando llegan las fiestas de navidad o año nuevo, por ejemplo. Para que eso no suceda, de hecho, en algunos subtes europeos hay protecciones en los andenes que encajan con las puertas de los vagones, para que el salto ante la formación que ingresa en el andén no sea posible. Aquí, en cambio, en plena crisis económica, la novedad es que los tecnócratas han inventado contenedores de basura con cerradura, no para que los pobres no puedan suicidarse, sino para que no puedan intentar buscar algo parecido a la salvación o apenas la supervivencia revolviendo en lo que otros desechan. Lo más fascinante del post capitalismo es que sigue convencido de que la historia ha terminado, entonces no se preocupa por borrar sus huellas. No concibe ninguna Bastilla en su futuro que no pueda exorcisar con focus groups o memes mentirosos por WhatsApp. Pero desear (y dejar) que el fuego lo devore todo siempre ha sido la peor solución posible. A fin de cuentas, la verdadera noticia de nuestra pieza en tres actos no es que alguien haya intentado suicidarse arrojándose bajo las ruedas de un tren o de un subte, sino que ese tren haya podido detenerse a tiempo para salvar su vida. Desde la época en que hicimos un especial de Piso 93 dedicado a los trenes que no dejo de pensar en el testimonio de aquellos maquinistas que quedaban traumatizados al ser responsables de algunas de esas muertes. Porque por la velocidad de las formaciones, y su contundencia, desde que accionaban el freno hasta que efectivamente se detenían se demoraban unos quince minutos. O sea que no podían hacer nada ante la visión de esos pobres diablos que se ponían delante de ellos. Cargaban con la imagen por el resto de su vida. Esto que llamamos humanidad parece no poderse detener, no importa quien o quienes aparezcan en las vías. En África, en este preciso momento, hay un brote de ébola que las Naciones Unidas no han podido contener porque, entre otras cosas, las víctimas desconfían de los médicos y de las vacunas. La semana pasada el New York Times reveló que hay un nuevo tipo de hongo mortal que asecha en los hospitales de casi todo el mundo, que se hizo indestructible gracias a las la proliferación de herbicidas, y que por ahora mata a los más débiles —los niños y los ancianos— en 90 días. Hay una niña en Europa de la que todos los medios del mundo se burlan porque convoca a una huelga de adolescentes todos los viernes, en su afán de concientizar por los efectos del calentamiento global. ¿Se acuerdan de Prince? El signo de los tiempos sigue siendo el signo de los tiempos. Los tiempos, después de todo, siguen siendo los mismos. Por eso cuando leo por ahí la noticia de la suicida que fue rescatada a tiempo, me doy cuenta de que la piel de gallina no es por la tragedia, sino porque es una pequeña señal de algo que no me atrevo a llamar esperanza. Sino simplemente apenas historia, así, con minúscula. Los tres actos no son inevitables. Las canciones lo saben todo antes que uno. Y la vida aún está viva, y decide a su manera. No hay que esperar el fuego. Sino esa mano que puede sacarnos de las vías. Y no es una mano ajena. Es tan propia como la del que tenemos al lado.

lunes, 15 de abril de 2019

Contra el alambre

La imagen impacta. Horroriza. Estremece. Es de la mayor tragedia que sufrió el fútbol británico, de la que justo hoy, 15 de abril, se cumplen 30 años. Sucedió justo antes de una semifinal de la FA Cup entre Liverpool y Nottingham Forest en el estadio de Hillsborough, ubicado en Sheffield, cuando de pronto las populares correspondientes al Liverpool parecieron estallar por una excesiva cantidad de público, que terminó siendo evacuado tardíamente hacia el campo. Esa demora en entender cuál era el problema y la necesaria reacción ante el mismo tuvo como resultado 96 muertos y casi un millar de heridos, y significó el fin de los espectadores de pie y de las alambradas en el fútbol británico. Acá podría terminar la efeméride, dejando contentos a los que les encanta tener razón, odian las multitudes y prefieren a la gente sentada y ordenada, y la bandera planchadita, planchadita. Pero sucede que la masacre de Hillsborough es recordada también porque las víctimas fueron doblemente castigadas, por un lado por los hinchas que lograron ingresar sin entradas al estadio a último momento, generando la aglomeración fatal. Pero también por los medios, la policía y el gobierno, ya que esas víctimas fueron consideradas responsables de algo que en realidad —después de décadas de reclamos por parte de los familiares de los fallecidos, que finalmente lograron que se reabriese la causa— se terminó probando que fue culpa de la policía que tomó la decisión de abrir las puertas para tranquilizar a los que presionaban sin entradas, y luego se dedicó a ocultar las pistas de su accionar ante el resultado criminal del mismo. Es más, también se probó que los responsables de velar por el público tardaron demasiado en entender lo que sucedía y no solo demoraron la decisión de cortar el alambrado para salvar sus vidas sino que nunca dejaron de acusar de borrachos y vándalos a quienes necesitaban su ayuda para sobrevivir. El ocultamiento por parte de cierta prensa, la policía y el gobierno británico de los verdaderos responsables de la tragedia de Hillsborough durante décadas invitan a pensar en el hostigamiento actual por parte de los mismos responsables hacia quienes se atreven a exponer sus secretos, tanto Rui Pinto, el responsable de los Football Leaks preso en Portugal, como por supuesto Julian Assange, capturado finalmente por la policía británica. Porque son las tragedias y los secretos el aceite que necesita la maquinaria del post-capitalismo, empecinada en utilizar a las víctimas para sus intereses, abolir derechos, y multiplicar sus ganancias. Sin importarle lo más mínimo quienes sean lxs que terminen aplastadxs contra el alambre.

sábado, 13 de abril de 2019

Música Cretina 2019 #3

ESTO NO ES UN PROGRAMA

28-3-2019

Lado A

“Llevo un destino errante/ llevo las marcas en mi piel”

1.- The Meditation Singers, Trouble’s brewin’
2.- Liliana Herrero c/Fernando Cabrera, Mariposa Tecknicolor (Fito Páez)
3.- Adam Cohen, Swear I was here
4.- Beach Slang, Too late to die young
5.- Gepe, La niña que está bailando
6.- Robert Forster, Remain
7.- John & Yoko Plastic Ono Band, Angela

Lado B

“Porque si vos cambiás/ cambia el mundo”

8.- Paul McCartney c/Elvis Costello, Twenty fine fingers
9.- Zelia Duncan c/Frejat, Mãos atadas
10.- Steve Wynn, Consider the source
11.- Nilüfer Yanya, Small crimes
12.- Pasteur Lappé, Sanaga calypso
13.- Eté & Los Problems, Al menos para vos
14.- Jeff Buckley, Don’t let the sun catch you cryin’ (Louis Jordan)
15.- Ashley McBryde, Radioland

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sábado, 6 de abril de 2019

Cienfuegos en Groove

Llega el dolor/ Estallando desde mi corazón. Eso es Cienfuegos. No por nada es el verso que abre su primer disco y también todos los recitales con los que han intentado resumir su carrera en cada regreso. Corazón y dolor en el mismo verso, y el acto de llegar y estallar, la velocidad, el movimiento, la explosión, el fuego. Todo eso es lo que siempre fue Cienfuegos, la mejor banda de rock para escuchar, cantar y saltar en cualquier centro urbano, naturaleza abstenerse. Porque le sobra información, bronca, dientes apretados, empatía y soledad. Todo eso enrollado en canciones que se pueden cantar, con letras para escupir y compartir, estribillos por los que pelear. No puedo dejar de pensar lo que alguna vez confesó la periodista norteamericana Gina Arnold sobre Come as you are, que cuando escucho ese tema lo que sintió fue miedo. Miedo porque era una canción por la que valía la pena ir a la guerra. Y algo parecido sucede con las mejores canciones de Cienfuegos, porque llenan de la emoción del reconocimiento, la piel de gallina de la súbita lucidez emotiva, y entonces a la carga, al abrazo, a gritar y gritar. No se preocupe abuelo, todos terminan bajo el suelo/ Ninguno de nosotros tiene algo que sea especial, escupe Sergio Rotman en el tema que abre el tercer y último disco de estudio del grupo, y cuando todo parece dicho hay un verso más, que completa la idea, pobrecita la raza humana con su problema existencial, y entonces sí: Hacia el cosmos, hacia el infierno. Hay algo de suicida en el rock, qué duda cabe. Algo de orgásmico, claro. El rock es la otra pequeña muerte. Debe serlo, al menos. El rock, en su esencia, es ir hacia la llama. Y eso es Cienfuegos. Por eso es que tanta gente se queda afuera. El regreso de Cienfuegos en Groove seguramente haya sido uno de los shows del año en lo que se refiere al rock local, y sin embargo casi ni hubo periodistas. Son preferibles los privilegios de la pulserita de prensa del Lolla que ir a apretarse todo sudado entre ese público hermanado que explotó una y otra vez en Palermo, es comprensible. Pero, como decía la publicidad de la tarjeta, no tiene precio estar en un ámbito donde gente a la que recién conocés te habla como si fuese tu amigo, confiesa su emoción por ver a un banda que cuando se separó él tenía doce años, y te ofrece una cerveza. O sino reírse con otro del público, que abraza su vinilo del debut de Cienfuegos —editado por el grupo para estas fechas—, sabiendo que se viene el pogo y que la cosa se va a complicar. “Es que estaba demasiado ansioso”, confiesa ese desconocido, ya hermanado al saber que la explicación no explica nada, pero que con eso alcanza. Nunca antes había sentido algo así en un show de Cienfuegos, lo confieso. Los que íbamos a verlos queríamos estallar, nada más. Ninguna hermandad. Salvo la de querer cantar los mismos temas. Los tiempos requerían eso, como dijo Rotman desde el escenario: todo muy lindo con añorar los viejos tempos, pero estar ahí era una mierda. Esto es mucho mejor, aseguró Sergio. Y esto es un Groove hasta el culo de gente, mucho olor a bolas pero también chicas, no es un canto al rock dinosaurio machista, el rock no sólo es música de museo, también es bronca de todos los días. ¿Será populista el rock? ¿Con el rock se educa y se come? Voy a través de este espacio sin pensar/ No se, no puedo contestar Puedo recordar los pogos más hermosos esta noche, cuerpos en acción que cantan los versos y estribillos mejor, desconocidos con los que cantamos mirándonos a los ojos, como quien se abraza azarosamente en una tribuna festejando un gol. Todo eso pasó anoche en Groove, en el regreso de Cienfuegos, que por momentos hasta fue desprolijo, pero resultó épico. “Somos Cienfuegos, la banda que no existe”, repitió Rotman cada vez que pudo desde el escenario que compartió con esos brothers in arms —literalmente— que son sus compañeros del grupo. Diego y el enorme Martín Aloé, que retuerce la cara al cantar como Phil Alvin al frente de los Blasters en Calles de Fuego. Hernán Deja-que-te-diga Bazzano y un rescatado Gigio, mas un indispensable Fernando Ricciardi en la batería. Un hermoso grupo de gente que se conoce y se pelea desde el comienzo de los años 80, y que una década más tarde juntó todo el rock que habían escuchado y querido y deseado y odiado en una banda que parece haberse convertido en mito justo cuando ya no existe. ¡Qué van a ser un mito si viven acá a la vuelta! Bueno, sí, Cienfuegos es mito, in your face cómodo periodista de rock argentino. Es mito porque cuando anunciaron su regreso agotaron el primer Groove en menos de una semana. Es mito porque hay gente que los sigue descubriendo, porque hay un pogo hermoso para saltar y agitar porque la canción lo pide, no porque haya que marcar tarjeta punk. Y es mito porque en sus tres discos hay temas que suenan actuales, que aun cortan hasta el hueso, y también el hueso, en un descuido. No se preocupe abuelo/ alguien va a hacerse cargo de sus huesos/ Ninguno de ustedes tienen algo que sea especial. ¿Qué es lo que tiene el rock que es capaz de reconstruir la conciencia? ¿De comerse todo nuestro dolor? ¿De llenarnos y vaciarnos de rabia? Hablo de lo mejor que tiene para regalar el rock, eso que encarna Cienfuegos, el rock como cultura y las llamas de esa cultura en el mismo acorde, en el mismo verso, creyendo en cada verso y en cada acorde, siempre evangelio, siempre Lutero, y siempre Marx, los cinco, Carlitos y también los hermanos. Para mi que no estás bien, canta Aloé, y orgullosos cantamos todos. Se proyecta mi vida/ desde aquí a la eternidad, canta ahora Rotman, y enseguida Martín lo explica todo sin explicarlo en su Lily oh Lily que viene con grito-arenga incluida, y que anoche cerró el show a toda explosión, y no hay mas nada que decir. O si. Porque ahí están también Love will tear us apart, Moonage Daydream (“El primer tema que sonó en un ensayo de Cienfuegos”, Rotman dixit) o Once in a lifetime para recordarnos de qué somos parte. Y no puedo evitar recordar un tema que justo no sonó anoche, ese que dice Vos tenés un millón de todo y yo tengo un millón de nada/ y cuando estemos solos no me vas a poder comprar. Gracias Cienfuegos por este show de regreso y despedida. Gracias por ser orgullosamente esa banda que no existe. Gracias por cada uno de esos viajes hacia el fin de la noche.

jueves, 4 de abril de 2019

Paul McCartney c/Elvis Costello, "Twenty fine fingers"

Algunos dicen chocá esos cinco/ pero yo te doy los diez

Creo que no hace falta que presente a los señores de la foto: el que está de pie lleva como primer nombre Declan y el que está sentado James, uno es un Mac mientras que el otro es apenas Mc, son Elvis y Paul, Costello y Macca, un aplauso para ellos por favor. Juntos abren el Lado B de un Música Cretina del que aun no hemos hablado lo suficiente, el último hasta ahora de la temporada 2019, cuyo Lado A —algo que ya hemos comentado— comienza con las Meditation Singers. Y el Lado B comienza con ellos dos, en una especie de homenaje Cretino al paso del ex-Beatle por estos pagos. Más precisamente comienza con las risas de los dos, que parecían estar pasándoselo muy bien durante aquellas semanas de hace más de tres décadas, cuando se juntaron para grabar unos demos con temas que finalmente terminaron apareciendo en los discos subsiguientes de ambos. Según recuerda Costello en sus deliciosas memorias, el evento sucedió en un estudio de las afueras de Londres, así que decidieron quedarse a dormir por la zona para aprovechar mejor el tiempo. A diferencia de los arrabales oscuros donde recuerda el Elvis británico haber hecho algo parecido en otros momentos de su carrera solista —lugares donde, según recuerda que le dijeron, la única forma de divertirse que tenían los locales era practicar brujería o golpear a sus mujeres— con McCartney el mundo era otra cosa, todo hostales de lujo y la evocación vecinal de visitas ilustres pasadas. La cuestión es que el resultado inmediato de aquellas sesiones fueron sendos hits para cada uno de ellos: My brave face para Paul, Veronica para Elvis. Pero si bien varias canciones más asomaron en sus discos, hasta el año pasado aquellos demos sólo eran alimento de piratas. Por suerte, la reedición de Flowers in the dirt democratizó el asunto, y en el disco extra están aquellas grabaciones, tres de las cuales permanecían inéditas. Una de ellas es Twenty fine fingers, el delicioso rockito que abre el Lado B de un Música Cretina que merece sonar de punta a punta en un jueves de sol, extraño punto medio de una semana corta casi sin querer, una semana amputada por la historia y los recuerdos, la primera semana de un abril que promete ser tan cruel como todo el año. Pero por suerte ahí están los chicos de la foto y toda su música para hacer que abril sonría, y hasta sea generoso, qué tanto.