Jueves de tormenta, no podía ser menos. Los anuncios de ayer
se merecían este cielo encapotado, este veranito en pausa. Por la tarde están
anunciados los paraguas del pueblo queriendo saber qué es lo que pasa. Pero no
habrá nadie para dar una respuesta. Así será, de ahora en mas. Como ese cuento
de Kafka: Ante la ley, creo que se llama. En el que un hombre espera ante un
muro, esperando que se abra la puerta. Una puerta que era solo para el, y que
nunca se iba a abrir. Aunque, claro, usar la palabra "ley" ante sistemático
vaciamiento del lenguaje y el sentido que viene realizando el macrismo desde
hace tiempo, con cada vez mas éxito, es una torpeza. En una sociedad
eternamente atravesada por la hipocrecía, por lo no dicho, por el doble
discurso, no sorprende estemos de vuelta con los que no dicen nada en el poder.
Es el new speak, ahora lo ves ahora no lo ves, lo que digo no es lo que hago,
lo que se dice no importa, nada importa, callate y segui celebrando, ¿no es
cierto, Mau? (Je, "Mau", Susana dixit, mitad miau, mitad guau). Aunque
no deja de ser un insólito experimento social el hecho de que se haya elegido a
un presidente cuyos votantes sabían que no iba a hacer lo que prometió, sino
justamente todo lo contrario. No hace falta que digas nada, simplemente hacelo.
Hubo un ministro de economía que una vez dijo una frase que ha quedado grabada
a fuego en la historia: "Les hablé con el corazón, y me respondieron con
el bolsillo". Solo un político como el radical Juan Carlos Pugliese se
podía permitir aceptar tener corazón siendo responsable de la economía del
país. Los que nunca tuvieron corazón, los que sólo tienen bolsillo, están hoy
en el poder. ¿No los reconocen? Son los creadores de espectáculos exitosos como
"El lomo es para los enfermos", y seguirán los títulos, no tengan
dudas. No importan el lenguaje, ni las palabras, ¿no es cierto
Charly? Pero es verdad, nunca se va a poder ser feliz con tanta gente hablando
hablando a tu corazón. Así que perdón por tanto lenguaje, tantas palabras, y
dejemos que suene la música de una vez. No hay grupo extranjero que cante mejor
el rock nacional que los Paralamas. Para una reciente caja celebratoria que
incluye los discos de toda su carrera, un ladrillo hermoso, agregaron dos discos
más, uno compilando versiones en vivo, colaboraciones e inéditos de todo tipo.
Y otro con sus temas en castellano. Que abre, como no podía ser menos, con
versiones de Sumo (Que me pisen) y este tema de Charly, habitués de sus shows
en vivo, pero que nunca antes habían grabado. Así que a relajarse, a servirse
un cafecito, a encender uno, a apagar todo lo demas, y a disfrutar de un relax
musicalque en su versión original no
era para nada relajado. El corazon habla, que se calle el bolsillo. Y que suene
en este jueves de lluvia, y si quieren también búsquenlo casi al comienzo de un
Música Cretina cada vez mas necesario, qué duda cabe.
Creo que escuché esta canción por primera vez en uno de los
ensayos para la presentacion oficial del disco debut de Flopa Manza Minimal, y
también recuerdo que el arreglo tenía onda Costello y los Attractions. Pero
esto último no podría asegurarlo. Para ese show en la sala AB del Centro
Cultural San Martín, el gran refugio del rock under porteño antes de que muchas
cosas cerraran para siempre en la ciudad, el trío casualidad devino en bandaza
con el agregado de Lulo en bateria y Juan Ravioli en teclados, y se permitieron
lujitos como convertir Abrazo impacto en new wave y sumar Magic Bus al final de No más. El repertorio en vivo del
trío incluía también dos covers, Hoy todo el hielo en la ciudad,
oportunísima apertura de sus primeros shows, y Hombre de mala
sangre, ideal para la voz de Ariel Minimal. Así que en esa época yo
fantaseaba que podrían celebrar la presentación del disco con un simple que
incluyese el tema nuevo y las dos versiones. Lo podríamos armar ahora, los
temas ya fueron grabados, el de Lebon en el debut como solista de Minimal, y el
de Almendra como simple online de Valle de Muñecas. Y con otro arreglo, mas
melancólico, Vino bajo el sol terminó en el primer solista de
Flopa, que increíblemente apenas si grabó sólo un disco más por su cuenta, en
el 2007, y desde entonces estamos esperando. Minimal contaba entonces que
Flopa Manza Minimal nació para que Flopa grabase de una vez sus temas, y tal
vez el regreso del trío consiga algo similar. Aunque, ahora que lo pienso, ya
hicieron un duo para eso, y ni asi. Al menos, quedaron los temas del dúo. Y
también, al menos tenemos este Vino bajo el sol para hablar de
otras cosas. Otras, sí. Por favor. Aunque, como suele suceder, las canciones
siempre lo sepan todo antes que uno. Sudar el mismo mar en diferentes
aguas/ un trago largo para degustar mientras se va/ desarmando en hilos la
razón. Degustemos nomás. Dejémoslo sonar entonces, en este día de
miércoles. Y también a buscarlo cerrando el Lado A de un Música Cretina que ni
siquiera ha empezado a sonar. Al menos todavía tenemos esa suerte.
Tal vez en la distancia atroz/ ya no pueda regresar/ Te pido, Iris, ten piedad de mí
"Somos la peor banda de la cuadra, del barrio",
bromeaba Luis Alberto Spinetta al hablar de Los Amigo, el trío informal que
completaban Rodolfo García y Daniel Ferrón. "Pero tenemos un hit",
agregaba, y no cabe duda de cuál es el hit de un repertorio que asoma en el que
terminó siendo su ultimo disco, de apenas seis temas, bautizado con el nombre
que terminó adoptando un grupo que en un principio no era ni eso, apenas las
ganas de tocar en pos de nada, y terminó entusiasmanto tanto a Spinetta que
soñó con llegar a tocar en vivo, algo que nunca sucedió. Pero por suerte
alcanzo a registrar parte del repertorio amasado a partir de ensayo tras
ensayo, con Iris como abanderado. Dedicado a su hermana Ana, este último hit de
Spinetta completa un amplísimo arco con sus comienzos, donde Ana era la que no
dormía en uno de los temas mas destacados del primer disco de Almendra. De hit
a hit, de la celebración del insomnio al pedido de piedad, Spinetta de la mano
de Ana aparece primero y después se va, y también regresa y se despide a la
vez, hay que joderse. Como dicen por ahí: "Y Mirtha sigue viva". Suena
por todos lados, lo sé, pero tambien suena cerrando un Música Cretina que
recién empieza a sonar, insomne. Pasen y escuchen. Vamos que venimos.
La última vez que vi luces/ fue la última vez que te vi a vos
Así es, esto es el infierno. Como si el clima hubiese
esperado que todo decantase para finalmente manifestarse. El verano como ese
lugar donde todo se pudre, donde todo se deshace. Donde todo adquiere su
verdadero rostro. Nada de esto, claro, tiene que ver con esta hermosa canción
de The Triffids, uno de esos grupos de cuando en las antípodas había un nuevo
mundo de rock por descubrir. En realidad ese tarro lleno de dulce estaba en
Nueva Zelanda, pero se sumaban tambien algunos de sus vecinos, como el grupo de
David McComb, que conocí por casualidad, gracias a uno de esos disquitos de dos
o tres canciones que costaban como un disco entero, dedicados a las Peel
Sessions de tal o cual artista, ¿recuerdan? Así fue como una versión acústica
del tema Life of crime se convirtio en un clásico Cretino, y ahora le llega el
turno a este irresistible bonus track del disco Calenture (1987), incluido en
su reciente reedición. Hay un camino difícil y oscuro/ en los suburbios
del amor/ me trae de vuelta/ y me asusta también/ las malas noticias siempre me
recuerdan a vos, canta McComb en un tema de aliento épico que no puedo
evitar descubrirme tarareando desde hace unos días. Juro que no se por qué, y
estoy seguro que no existe una unica razón, salvo el hecho de que finalmente logré
encontrarle su lugar en el último no-programa. Ahí está, brillando en la mitad
del Lado B. ¿No lo escucharon todavía? ¿Qué están esperando? Sí, hay un nuevo
Música Cretina. No todo lo nuevo tiene que convocar al espanto...
"Prepárense chicos, porque van a entrar a un
sauna". Así es como recibió Fito Páez dos días atrás a los invitados a
presenciar el ensayo final antes del show de Giros 30 Años, cuya andanada de
Gran Rex comienzan esta noche. Además de la banda actual de Páez, en esa sala
infernal estuvo Fabiana Cantilo, que es la voz invitada en varios de los temas
de un show que dura mucho más que la media hora del disco celebrado. Y también
Paul Dourge, Fabián Gallardo y Tweety González, que grabaron y tocaron
originalmente Giros, invitados de lujo para acompañar al grupo en el tema que
bautiza y abre el disco y el show. Los tres se quedaron, después de ese primer
tema, a ver todo el show, y la vida les debe haber pasado ante los ojos, como a
todos, porque son dos horas, 25 temas, que resumen la segunda mitad de los 80,
y recorre casi cronológicamente la carrera de Páez antes de El amor después del
amor. El amor, a secas, digamos. El Páez original, ese que nos acompañó durante
el aprendizaje democrático para los que nos asomamos al mundo después de la
dictadura. Un viaje en el tiempo que, sin embargo, resuena increiblemente en el
presente. Todo se resignifica. Desde ese "cambiar por cambiar nomás"
--una frase que hoy obliga a Páez a encogerse de hombros cuando la canta, como diciendo,
no tengo nada que ver, eh-- hasta el candente recuerdo de que "aunque lo
juran y prometan no estarán de tu lado", frase clave de un tema que
aparece como banda de sonido ideal para estos días de repaso de gabinetes
presidenciales. Pero lo que en realidad recuerda semejante repaso es que ya
estuvimos ahi y esto es lo que aprendimos a vivir, una realidad que era como
esta, y entonces y ahora estos temas sirven de balsamo y al mismo tiempo se
cantan como resistencia."La gente busca una razon yo estoy buscando un
rocanrol que me sacuda una cabeza", es una frase que me descubro esperando
apenas reconozco el tema y cantando con ganas hacia la mitad de la lista. A ver
si queda claro: cualquier fan de ese primer Paez no se tiene que perder este
show. Hoy y mañana creo que están agotadas las entradas, pero hay más shows el
finde que viene, y creo que también se agregarán otros. Vayan a cantar, a
descubrir que se saben todas las letras, a recordar como era y a repasar como
es. Los espero a la salida. Si lo hicimos una vez, podemos volverlo a hacer.
"Me dirijo hacia ese punto donde hay algo y a la vez no existe nada, Me
pregunto que otra cosa puedo hacer". (foto: Guido Adler)
Conocí a
Dino gracias a Jorge Nasser. Mas específicamente, gracias al disco De memoria, que Níquel grabó en su mejor momento, entrando en los 90,
haciendo un puente hacia el rock uruguayo de antes de la dictadura. Antes de
ese inolvidable Ya caminé/ hasta donde pude con que abría el álbum
--el primer verso de Quizás hacia el norte-- Dino aún no había
entrado en mi cartografía personal de la música uruguaya, basada en lo que me
habían ido recomendando mis amigos durante mis primeras visitas montevideanas.
Un recorrido confirmado por las menciones de Jaime Roos en el, para mi al
menos, iniciático libro de Milita Alfaro (hace poco lo repasé: ni una sola vez
lo nombran a Dino). De memoria supuestamente se paseaba por temas
de varios autores y bandas, pero de los diez nada menos que cuatro eran de
Dino, y se robaban el disco. Después, gracias a las reediciones de Postdata --y
la generosidad de Gabriel Peveroni, que como no nos podía pagar al menos no
amarrocaba con los discos--, llegó a mis manos Vientos del sur, y
me convertí. Honré mi nueva fe haciendo una telefónica con Ciarlo para cuando
sacó esa maravilla de disco que es Autobiografía, para el que
regrabó su mejor repertorio y en el que suena como un Roy Orbison rioplatense.
Y hasta ahí había llegado, hasta que hace un par de años se me ocurrió ir a
verlo una noche que tocaba en Guambia. Fuimos con Garo, y pensé que iba a ver
una leyenda, así que con un par de atisbos de gloria que recordasen viejos
tiempos me alcanzaba. Pero lo que vi fue a un tipo que la rompió en vivo,
acompañado por una banda bien rockera, haciendo un show plagado de clásicos
inoxidables que me dejaron la piel de gallina. No habia mucha gente en Guambia
aquella noche, y el hombre se volvía rápido a su Dolores, así que era casi imposible
aprovechar su viaje para intentar alguna nota. Fue entonces que empecé a pensar
que había que irse a Dolores para poder entrevistarlo, y descubrir cómo era
posible que semejante clásico estuviese tan olvidado, cuando aún era capaz de
shows como el que acababa de ver. Creo que por entonces había sacado el que
hasta hoy aún es su último disco, Vivo y suelto, un trabajo
magnífico e ignorado en su momento por la crítica uruguaya, ya que todos
pensaron erróneamente por su título --la respuesta típica de un doloreño (¿se
dirá así?) al rutinario "¿cómo andás?"-- que era un disco en vivo.
Para cuando se dieron cuenta que era un discazo, los Graffiti ya habían pasado
de largo. Intentaron remediarlo invitándolo a tocar en vivo, y Dino declinó la invitación
cuando se dio cuenta que no le iban a pagar por hacerlo. Terminaron dándole un
Graffiti a la trayectoria, que para Dino es apenas un premio "no por la
obra sino por el kilometraje". De estos malentendidos y terquedades está
hecha la carrera de Dino, un tipo al que finalmente pude ir a entrevistar a
Dolores, en una nota que terminó en la tapa de Radar hace apenas algunas
semanas. Pero esa carrera también está hecha de canciones como ésta, que suena
en el último Música Cretina, que aún sigue por ahí, cretinando. Como Dino, y a
mucha honra.
Cuando
caminás como caminás/ sabés
que me hacés saber
Uno de
los hits de mi verano fue este temazo del gran Allen Toussaint, que data de
1972, cuando debutó con su música de Nueva Orleans nada menos que en Reprise,
el sello de cantautores como Joni Mitchell o Randy Newman. El disco se llamaba Life, love and faith, o sea Vida, amor y fe. Todo lo
que necesitamos para llegar al 22. Todo lo que seguramente le sobró al buen
Allen, hasta ayer nomás, al menos. Las noticias cuentan que dió un concierto en
el Teatro Lara de la capital española, pero tuvo un paro cardíaco camino al
hotel. Nadie se imaginó que aquel concierto iba a ser el último. Ah, Morir en
Madrid, como la película de Rossif. Adiós Mr Toussaint, desde Musica Cretina te
saludamos. Seguís sonando entre nosotros, ahí, casi al final del último no-programa,
acompañado antes por Dino y después por Paéz con Moska. No somos dignos.
Ella es
mi moneda de la suerte/ cuando
no tengo ni un mango
Hace ya
tiempo que no hago más que tararear esta canción. Su autor es el buen Ron
Sexsmith, un jovencito con cara triste y regordeta que apareció en nuestras
vidas a fines de los años 90. Eran tiempos de grunge y camisas de franela a
cuadros, no para canciones redondísimas y encantadoras, que tal vez hubiesen
merecido un slogan al tono: depresión sin distorsión. Cada vez que escucho al
buen Ron, pienso que se lo podría confundir muy fácil con Paul McCartney, y que
el destino de cantautor de culto de Sexsmith bien podría haber sido el destino
de carita floja Paul si no hubiese sido un Beatle. Hay un mundo paralelo en que
Sir Paul va por ahi sin ser Sir, cantando Yesterday, una canción hermosa que
solo unos pocos conocen y celebran, mientras piensan: en un mundo mas justo,
esta canción sería un hit. "¿Linda o Yoko?", le preguntan a un
tristísimo Stellan Skarsgard en la serie británica River. El hombretón sueco se
ríe a su pesar, y contesta "Linda". La pregunta la hace el fantasma
de su amiga muerta, que se burla de su respuesta: "¡Lo decís porque es
rubia!" Skarsgard lo niega, pero
sabemos que si, que es por eso, nomás. Pero volviendo a Ron, este temazo es de
su último disco, Carousel One, y asoma ahí por el lado A del último Música
Cretina, que tenemos un poco olvidado pero merece este lunes y también todos
los días de la semana. Solo por estar ahí. Siempre.
Contador
de historias/ contame
la historia de tu vida/ porque
estoy seguro que es una buena
Así empieza el Lado B del ultimo no-programa, y también podemos hacer que así
empece nuestra semana, borrón y cuenta nueva, con el buen Saint Julian cantando
una que sepamos todos, o al menos llamándonos al fogon para compartirnos sus
verdades: Estas son las cosas que se: tus versos pueden mentir, si el
estribillo es bonito. Este enorme This Things I Know es un tema perdido
en Black Sheep, un disco de Cope del 2008, que acaban de rescatar para abrir
Trip Advizer, una flamante compilación que reúne lo mejor del ex Teardrop
Explode durante el nuevo siglo, una epoca en que --segun dicen el algunas
reseñas-- el buen hombre se cayó del mapa. Acá en Música Cretina nunca le
perdimos el paso al demente amante de las rocas, y este tema creo que incluso
ya lo habíamos pasado en su momento, pero cualquier excusa es buena para volver
a escucharlo. Las palabras pueden ser engañosas, algunos dicen paz y
quieren decir sumisión, es otra de las cosas que Cope dice que sabe. Y
además avisa: La ciudad huele, pero también el campo. Y así es
cómo, con toda clase de olores inundando nuestras narices, con cada frase que
se lee por ahí, se dice o se infiere rebotando inevitablemente con los sucesos
del fin de semana, arranca este lunes, contando historias. O, mejor dicho, convocando
a quienes las cuentan. Y atención, que ésta es apenas el comienzo del Lado B de
un no-programa que aún tiene muchos secretos para compartir.
Superheroes
fallados/ con disfraces
coloridos/ en talles demasiado
pequeños
... Buenos días,
cretinos míos. ¿Nos extrañaban? Perdón por haberlos abandonado por un rato,
pero cuando el hobbie se vuelve obligacion, es mejor tomar un poco de aire
antes de volver. Y volvimos. Asi arranca el nuevo Música Cretina, recién salido
del horno, ideal para asomar la cabeza despues del doble domingo, arrancar una
semana corta, por suerte soleada. O eso parece. Y sino siempre están los rayos
de la guitarra caliente del amigo Pollard, desde el tema que bautiza su nuevo
disco, su primer trabajo solista desde la separacion --¡otra vez!-- de sus
reformados Guided By Voices. Igual, con Pollard nunca se sabe, decimos 'ultimo'
pero el tipo saca discos sin parar, de hecho este año ya saco al menos dos mas,
uno con cada uno de sus grupos paralelos. Pero como la faceta solista ahora es
la principal, el sonido característico de los GBV impregna a estos Superhéroes
fallados, retrato cretino ideal para abrir un nuevo no-programa, que esconde
muchos secretos para descubrir, claro que sí. Pasen y escuchen. Acá
estamos.
Cuando Independiente salió
Campeón de América en el 84, fui una sola vez a la cancha. Fuimos en una noche
fría y lluviosa con mi viejo a la Cordero a ver como el Rojo le ganaba a la
Católica en la segunda fase de aquella Libertadores que terminó definiendo,
primero en esa fase ante Nacional, y después en la final con Gremio. No
recuerdo casi nada de aquel partido en el que estuve presente, salvo que Alfonsín
entró a dar el puntapié inicial y cuando se retiró junto a toda la comitiva que
lo acompañaba dejó un barrial. No se jugó buen fútbol aquella noche: la pelota
se quedaba en los charcos, los jugadores se resbalaban. Nadie parecía poder hacer
pie en el barro, salvo el Bocha. El tipo jugaba como siempre, gambeteando para
adelante, buscando a sus compañeros. Y no recuerdo que nunca se haya caído o perdido
la pelota. No sólo sabía dónde estaban sus compañeros sin tener que mirarlos,
sino que parecía saber la ubicación de cada uno de charcos, usándolos a su
favor. Pero además de esa confirmación de que Bochini no era de este mundo, no me
acuerdo ni de los goles. A veces, ir a la cancha no es sinónimo de memorable.
Dos son los hitos de aquella Libertadores, uno de ellos la final, por supuesto,
con aquel baile al Gremio en su propia casa. Pero fue un partido que no vimos, ya
que no se trasmitió por televisión, y del baile sólo tuvimos como testimonio
las crónicas periodísticas admiradas de los que estuvieron en Porto Alegre, tanto
brasileños como argentinos. El resultado fue de apenas 1 a 0, y la vuelta en
Avellaneda, esa sí transmitida en directo, apenas si se saldó con un 0 a 0.
Nada para recordar, salvo la vuelta olímpica. Tal vez el partido que más se
disfrutó fue el contundente 4 a 1 a Estudiantes en la primera fase, por la pica
que había con el equipo que ya no dirigía Bilardo. Y porque en el primer tiempo
nos fuimos a los vestuarios uno gol abajo, y en la segunda parte se lo dimos
vuelta, con golazo de emboquillada del Bocha incluido. Según recuerdo, vi aquel
partido por la tele, pero no recuerdo donde. La televisión es la televisión, así
que no importa bien donde uno esté: la imagen es lo que importa. Pero en
realidad el partido fundamental de aquella Copa, sin el cual nada hubiese sido
posible, fue el que se jugó ante Olimpia en Avellaneda. Había que ganar, si o
si, y sobre el final estábamos empatando. Aquel partido lo escuché por la radio,
así que recuerdo bien dónde estaba aquella noche. Me había encerrado en el
cuarto de mi amigo Carlos, en su casa cerca del Botánico, sufriendo en
solitario con la eliminación inminente. Así fue que escuché de la pelota que pescó
Barberón cerca el área de Independiente después de un corner en contra, corrió
hasta dejarla en los pies de Bochini cerca del círculo central cuando apenas faltaba
un minuto para el final del partido, y siguió corriendo sabiendo que el pase
iba a llegar. Alguna vez escuché a alguien decir que Bochini aquella noche
había inventado la pausa en movimiento. Porque eso fue lo que sucedió, y se
puede ver en el video de aquel gol, casi una demostración práctica de la Teoría
de la Relatividad. Porque el tiempo no corre igual para Barberón que para
Bochini, aunque se terminarán encontrando en el pase, que llega como una
cuchillada por detrás de una defensa que retrocedía a las apuradas, y entonces el
centro de la muerte y el ignoto Bufarini que se hace inolvidable. Sin su derechazo
en el medio del área no hubiese habido segunda fase, baile en Porto Alegre ni
gol de Percudani en Tokio, sin ese gol se borraba la historia, sin ese recuerdo
encerrado en un cuarto ajeno, en casa ajena, no estaría hoy evocando aquella
noche antes de otra velada de Copa ante Olimpia, pero con este Independiente de
Pellegrino –tan diferente de aquel del Pato Pastoriza como la época que
representan—jugándose por segunda vez su destino en el año. La primera vez,
ante Lanús por la Copa Argentina, no estuvo a la altura del compromiso. Habrá que
ver si esta noche le da el cuero. Por lo pronto, este recuerdo enmarca al menos
lo que se viene, con dos pequeñas notas al pie. Una, que aquella casa en la que
grité un gol más solo que nunca fue la misma en la que –entre tantas otras
cosas-- escuché por primera vez en la radio el simple con Piano Bar, y también por
primera vez completo El Jardín de los Presentes en cassette, emocionándome cuando
escuché aquella voz inesperada, al final de Las Golondrinas de Plaza de Mayo, dándome
la bienvenida. Esa casa fue mi refugio por aquellos años, al igual que el
futbol y el rock, y por eso les dedico este recuerdo. Y la segunda nota al pie
es que ese imposible contraataque redentor que inventaron entre Barberón y
Bochini sólo fue posible porque aquel Olimpia, pese a estar consiguiendo el
resultado que había venido a buscar, se fue al ataque al final del partido, buscando
rematarlo con un corner. Si no se hubiesen sentido tan seguros, si no hubiesen
interpretado el futbol de esa manera, si se hubiesen colgado del travesaño, a Independiente
el partido se le hubiese ido irremediablemente. A no olvidarlo, entonces: Las
gestas heroicas no sólo necesitan de nuestros actos heroicos, sino de adversarios dignos
y que también estén a la altura.
En el cielo había nueve lunas/ y nunca más encontré mi casa
Un par de semanas atrás, en Río de Janeiro, cuando Herbert
Vianna me recordó esta canción del disco Nueve lunas, traté de que no se notase
que se me ponía la piel de gallina. Me habían invitado a pasar por la casa del
amigo Joao Barone, donde ensaya el grupo regularmente, y no se por qué razón el
cantante empezó a traducírmela. Tal vez porque el grupo la recuperó para unos
shows acústicos que andan montando, ya que de eso veníamos hablando. Pero,
además del hecho de que siempre fue uno de mis temas preferidos de esa época
del grupo, mientras iba recordando la letra adelantándome al fraseo de Herbert,
de pronto me di cuenta que era imposible no cantarla sin pensar en su accidente
y sus trágicas consecuencias.
A diferencia de lo que pasa con todas las canciones de Soda
o Cerati, que parecen dialogar interminablemente con su caprichoso destino, con
Paralamas no sucede lo mismo. O, al menos, no sucede todo el tiempo. Es verdad
que las canciones de Largo Camino, el disco que editaron después del accidente
parecen hechas después, aunque fueron compuestas antes. Como suelen decir los
que se dedican a eso, las canciones lo suelen saber todo antes. Pero tampoco es
cuestión de que nos refrieguen por la cara una y otra vez esa dudosa sabiduría.
No parecía ser el caso de Um pequeno imprevisto, que en
realidad siempre me había remitido más a La trama celeste de Bioy Casares, pero
tener a Herbert recitando eso de “Quise querer lo que el viento no se lleva/
para que el viento solo se llevase lo que no quiero” y no pude evitar
emocionarme. Es imposible no hacerlo, en realidad, al lado de ese sobreviviente
que es Herbert, eternauta emotivo, que siempre pregunta por Fito, por Charly,
por Los Pericos, por sus amigos argentinos. Y que explica, una y otra vez, que
preparando unas versiones de sus temas en castellano, tuvo que ponerse un coach
dedicado a sacarle los modismos argentinos, que todo el tiempo se cuelan en su
habla, y que él celebra con una sonrisa.
Nueve lunas es el disco con el que los Paralamas, en su
momento, respondieron a la indiferencia que sufrió su disco más ambicioso,
Severino. Bautizado Dos margaritas para su edición argentina, condimentada con
más versiones de sus temas en castellano, la edición brasileña era implacable:
no llevaba sus fotos en tapa, y reunía a Tom Ze con Linton Kwasi Johnston. Su
nombre venía de una canción que el grupo había recuperado del debut como
solista de Herbert, pero ese atrevimiento y experimentación –a diferencia de lo
que había sucedido en su momento con Selvagem?-- apenas si despertó interés,
así que para el siguiente disco el grupo respondió regresando al pop y la
canción.
Nueve lunas coincidió con el comienzo para Paralamas de
reservarse el lugar de clásicos dentro de Brasil, pero fue el turno del mercado
argentino para mostrarse indiferente. La marea de la popularidad cambió para el
grupo, y al tiempo que se terminaron de reinsertar en el mercado brasileño, el
argentino comenzó a cerrarles las puertas. Un pecado injusto para cobrárselo al
hermoso repertorio del disco, pero al que también podría hacer referencia Um pequeno imprevisto, que habla de prever el futuro y concertar el pasado.
Después de todo, para ellos, acá en Argentina, es como si de pronto hubiesen
cambiado los nombres de las calles y la gente tuviese otra cara. Pero, eso sí,
por fin pudieron volver a su verdadera casa. Y su música, eso sí, nunca dejó de
significar hogar para un humilde servidor. Que celebra tenerlos en un lugar
destacado de este aún flamante no-programa, bien brasileño, de regreso al sol
del invierno. En retirado, pero invierno al fin. Y a mucha honra.
“¿Vamos a empezar el disco con ese verso? Buenísimo”. Según
el pequeño y fascinante libro de Mariano Marovatto dedicado al consagratorio As quatro estaçoes, de Legiao Urbana, eso es lo que dijo un
entusiasta Dado Villa Lobos, guitarrista del grupo, cuando armaron por primera
vez el orden de las canciones del disco, y se dio cuenta que Ha tempos era la
que abría. Junto con Pais e filhos y Meninos e meninas, son tres temas que
no pueden faltar desde entonces en cualquier recorrido por el repertorio del
grupo, que con aquel cuarto opus terminó de destacarse entre los protagonistas
del rock de los 80 brasilero. Según señala Marovatto, As quatro estaçoes es fruto de una suerte de reinvención del grupo de Renato Russo,
es el disco con el que Legiao rompió con su pasado de Brasilia. Ya habían
entrado en crisis con la ciudad donde se formaron luego de un concierto
desastroso allí, con el que terminó la gira de Que país es este, el
disco anterior, en el que habían regresado a los restos del repertorio previo a
la formación de la banda, rascando el fondo del barril de Renato. Y qué fondo:
ahí estaba esperando nada menos que una obra maestra como Faroeste
cabloclo. Pero si en la discografía de Legiao hay que ir salteando discos
cronológicamente para encontrar un dialogo entre ellos, As quatro sería la continuación de Dois, el álbum previo a Que
país. Compuesto yendo todos los días de tres de la tarde a ocho de la
noche a los estudios de EMI en el barrio de Botafogo, en Río de Janeiro, los
temas fueron tomando forma sin letras, y cuando Renato trajo las primeras y
calzaron perfectamente en la música, supieron que el trabajo había rendido sus
frutos. Una de las primeras fue, justamente, este Ha tempos, himno
instantáneo, que en esta versión del Acústico MTV se aleja de las referencias
rockers de la época de la grabación original, y adquiere aún más carácter de
canción sin tiempo, y además se disfruta mejor que nunca la profunda voz de su
cantante y líder. Tu tristeza es tan exacta/ y hoy el día es tan bonito,
entona el buen Renato, un artista al que el rock local aún debe un reconocimiento. De hecho, una de las razones
por las que me saco el sombrero ante Pedro Aznar es que es el único que supo
escucharlo desde acá. Cuando murió Renato y tuve que dar la noticia en Página,
el único al que se me ocurrió pedirle una columna fue a Pedro, que se sumó
gustoso a la despedida. En este Música Cretina de regreso de las vacaciones, no
podía faltar este Ha tempos, que me encontré tarareando una y otra
vez durante una semana en Río. Ahí está, cerrando el Lado A de un no-programa
que no podía ser otra cosa que muy brasilero. Salve Renato, por casa también el
agua está muy limpia, claro que sí.