Estoy tan alto/ que podría volar
Vean esta foto, porque ahí está todo. Estaba pensando cómo presentarles a Alejandro Escovedo, una de las apariciones estelares del nuevo Música Cretina, y de pronto buscando en las redes descubrí esta imagen, y creo que ya no tengo que decir más. O sea, por supuesto, hay mucho más para decir del buen Alejandro, pero déjenme quedarme un poco en esas ojeras, esa remera de Toots & The Maytals, esa guitarra en sus manos, ese fusil devolviéndole el gesto desde la pintura. Una de las fotos más famosas del rock testimonial es aquella de Woody Guthrie con una guitarra en la que se puede leer: esta máquina mata fascistas. Sí, ya se, Woody no es un rockero propiamente dicho, pero si la conocemos es porque es una foto que se ha mostrado más del lado del mostrador del rock, que del otro. Como aquella del veterano Johnny Cash mostrándole el dedo medio a los estreñidos del country. Pero volviendo a la foto en cuestión, lejos de dar la idea de que ese joven Escovedo --por entonces supongo aún formando parte de The Nuns, uno de los grupos pioneros del punk norteamericano-- estuvese pensando en Woody y aquella frase, parece como si el hombre armado de la pintura estuviese asustado por el latino con la guitarra. La paradoja fundamental del rock a cara de perro y su pregunta fundacional: ¿estás con nosotros o con ellos? Y nos vienen a hablar de la grieta: los que venimos escuchando rock desde el siglo pasado hemos vivido toda nuestra vida cabalgando esa dicotomía, abrazando esa polaridad, ese mundo dividido entre nosotros y ellos. Para explicar lo que era el rock para los que lo miraban de costado hacia el fin de la dictadura, Charly García eligió aquella frase de Pete Townshend --el tipo que rompía las guitarras cuando nadie tenía un miserable amplificador-- que leyó en el Expreso Imaginario, esa de “si grita pidiendo verdad en lugar de auxilio, si se compromete con un coraje que no está seguro de poseer...”. Caetano Veloso, que no se consideraba un rockero pero tenía claro quienes estaban del otro lado, pedía también por entonces la leche buena en mi cara/ la mala leche para los caretas. Y si hay alguien que aún encarna mejor que nadie aquel espíritu del rock heroico y sobreviviente, de secreto mejor guardado que no quiere venderte nada sino que está ahí para acompañarte y, si lo dejás y es necesario, incluso salvarte, es el amigo Escovedo. Nacido en Austin, californiano durante su adolescencia, es un rocker que lo vio todo: creció escuchando a Chuck Berry, se empapó del espíritu del flower power pero estuvo en primera fila con su primer grupo cuando los Sex Pistols se inmolaron en el nuevo mundo, ya que The Nuns oficiaron de soporte durante aquella gira fallida. Aquella pregunta retórica y final de John Lydon, ese “alguna vez se han sentido estafados”, hizo carne en Escovedo, que vio como sus compañeros de grupo dejaban ir la música por la alcantarilla, y se fue con su guitarra a otra parte. Mezcló rock con country, con reggae, con dub, se instaló en Nueva York y se hizo amigo de Cale, Sterling Morrison, Judy Nylon, volvió a casa y armó los True Believers, un grupo de tres guitarras que se convirtió en un secreto a voces durante los ochenta, pero ya saben, lo latino no cuenta en el rock, así que se terminó convirtiendo, de los 90 en adelante, en un músico de culto, sacando discos acá y allá, que se mantiene en activo --increíblemente-- hasta el día de hoy. Y, aún más increíblemente, sigue siendo practicamente un secreto incluso en este tiempo en que insisten en decirnos que ya no hay más secretos, que ahora la música está ahí, al alcance de todos. Puede estar, claro, pero sigue habiendo que ir a buscarla, porque seguimos viviendo en un mundo donde nadie te va a poner en la boca algo que te permita comer por vos mismo. En unas horas se nos va el 2022, el año de los patitos en fila, y quién sabe lo que se viene. Pero hay algo que tengo claro: sigue siendo rock’n’roll, seguimos gritando verdad en vez de auxilio, seguimos dejando la mala leche para los caretas. Seré un bandido para ti, canta Alejandro Escovedo --¡en castellano!-- en el último Música Cretina del año. Johnny Thunders para ti, agrega, en el estribillo final. Y yo nunca me voy a cansar de escucharlo.
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