El infierno de tu gloria/ ha pasado por mi
Se los presento: el tipo de la foto se llama Ray Heredia, y este año se cumplen treinta años de su prematura muerte, apenas un mes después de que editó su primer (y único) disco solista. Su gran himno, casi una canción de despedida, cierra el Lado A del primer Música Cretina de este año que –se los recuerdo, y me lo recuerdo a mi también, porque ya lo he olvidado– recién está comenzando. Lo que habrá dentro de mi, canta y se pregunta Heredia una y otra vez entre palmas en lo que debió haber sido un hitazo, pero hoy sigue siendo apenas un clásico para entendidos, a pesar de los discos homenaje, de versiones de Alejandro Sanz o Andrés Calamaro. Conocí su historia en mi primera visita a Madrid, en la segunda mitad de los noventa, de la que me volví deslumbrado –entre tantas otras cosas– por el nuevo flamenco, para quienes el buen Ray era su estrella trágica, su Jimi Hendrix, su ofrenda al club de los 27. “Jóvenes gitanos que quieren ser Prince”, era como Mario Pacheco, el dueño de la discográfica Nuevos Medios, que editaba y arengaba todo los que hacían, resumía lo que pasaba en esa peña bien madileña a pesar de su raíz flamenca, alrededor de la cual giraban también artistas como Ceesepe o Alberto García Alix, lo mejor de la savia vital de lo que después se simplificó apenas como la Movida. Uno de los fundadores de Ketama, Heredia parecía llamado a lograr grandes cosas, pero se quedó ahí, con un solo disco, hoy mítico, un clásico, melancólico y vital, si es que se pueden reunir semejantes cosas. Yo la busco y no la encuentro/ mi manera de sentir, advierte la letra de Alegría de vivir, cuya primera versión se la escuché a Daniel Melingo, que la grabó en su entonces fallido debut como solista pero que hoy se escucha como un triunfo, y en el que el tema de Heredia funciona como parte de ese lenguaje secreto con el que se reconocen esos eternos extranjeros que comparten ciudadanía musical. Recuerdo a los Ketama pasando por el programa que hacíamos con el Rafa Hernández en la efímera radio la Rocka: apenas vieron el disco de Ray Heredia arriba de la mesa a los hermanos Carmona se les encendió el rostro, y a partir de entonces se creó ese clima tan mágico que a veces regalan las entrevistas, que es sentirse amigos de toda la vida con el entrevistado aunque luego no nos volvamos a ver una vez que se apague la luz roja. Ray Heredia murió de sobredosis de heroína, encontraron su cuerpo en un descampado de los suburbios madrileños, y la noticia sorprendió a todos entonces, incluso a sus íntimos. Como les decía al comienzo de estas líneas, este año que recién comienza se cumplen tres décadas de aquella desgracia. Los invito a escucharlo en el que aún podemos llamar nuevo Música Cretina, a seguir buscando y buscando esa Alegría de vivir a la que al menos le podemos cantar, gracias al hijo del bailaor Josele, un artista singular que se fue dejando apenas un disco antes de partir. Quien no corre, vuela, es el nombre de aquel debut y despedida. Habrá sido cuestión de volar, entonces.
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