jueves, 2 de abril de 2020

Rafael Berrio (1963-2020)

Dadme al clarear lo que es mío/ dadme la vida que amo

Releo estos versos y se me pone la piel de gallina. Porque su autor se llama Rafael Berrio, y la noticia es que acaba de morir en San Sebastián, a los 56 años, víctima de un cáncer de pulmón. La frase es del tema que abrió su último disco, Niño futuro, que salió a fines del año pasado, bautizado simplemente como Dadme la vida que amo. Ni futuro ni vida entonces, pero amar seguro. A fin de cuentas, de eso hablan las canciones de Berrio, del amor a las cosas, a la vida, incluso a la nada. Romántico existencialista de ausencias y carencias, Berrio supo ser como autor de canciones —al menos en el último tiempo— un cronista de la vida en retirada, y de los que corren hacia el fuego. Pienso ahora que seguramente ese último disco lo compuso y grabó sabiendo que esa vida que amaba pendía de un hilo, que quizás no tendría días por delante. Pero todos los temas del último acto de su carrera tienen esa impronta, dedicados a la añoranza de lo perdido, o la resignación ante lo que nunca vendrá. Rendir culto al absurdo/ sentir hondamente la nada, cantó en Niente mi piace. Todo lo he visto/ de todo me acuerdo, es el arrebatador estribillo de Mis ayeres muertos. Por la florida paz/ en gloria que estén ellos, se le escucha rezar en Santos mártires yonquis. No me haré de rogar con despedidas interminables/ pues sólo lamentaré perder a las mujeres que amamos, canta en el tema titulado justamente Las mujeres que amamos, carta de presentación de 1971, el disco con el que, diez años atrás, supo reinventarse como una suerte de cantautor a la francesa, gracias a los arreglos y la producción de Joserra Senperena, que reforzó el carácter lírico de su obra. Justo fue Senperena el que dió a conocer la mala nueva ayer al mediodía español, a través de las redes sociales, con una breve despedida. Luego de completar un díptico a sus ordenes con el disco Diarios, le seguiría el más rockero Paradoja, y por último su canto del cisne, Niño futuro. Leo por ahí que hasta hace un par de semanas atrás estaba intentando dejar grabado un álbum más, pero sólo llegó a registrar cinco temas, en los cuales sólo alcanzó a poner la voz en tres de ellos. También que, alentado por su admirador Jonás Trueba —que lo incluyó en su película La reconquista— y el sello La Veleta, estaba recopilando sus letras para publicarlas en un libro. No será posible devolverte lo amado, admirado Rafael. Dadme la vida que amo: No la límpida estancia tras de los visillos, ni el haz de tibio sol sobre el regazo, sigue explicando en aquel tema que abrió su último disco. Y enumera: El signo variable de las intemperies/ El vagar errante y solitario. /El alma elevada en los alcoholes fuertes. /La fiereza en los ojos deslumbrados. Lo que ama Berrio es lo que afirma que es suyo, y que se le debe. El aire de una tonada en el pensamiento/ El espíritu burlón y contentado/ La ocasión del hurto en las vueltas del camino/ El ladrar del perro tras los alambrados. Todo lo que le ha sido llevado ayer al mediodía de San Sebastián, y detrás de lo que ha ido. Toda la poesía de la perdición/ y en la hora señalada el bello gesto. Buen viaje, don Berrio. Y estaremos atentos para recordar amar la vida que amaste. Y deberíamos amar todos.

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