Todo lo he visto/ de todo me acuerdo
No se me ocurre un tema, un video más apropiados para estos días, este tiempo, y no sólo estoy hablando del clima, por supuesto. En mis ojos yacen/ mis ayeres muertos, canta Rafael Berrio y me corre un escalofrío cada vez que lo escucho, cada vez que el tema se sube al caballo y galopa, o al tanque y arrasa, elijan ustedes la metáfora dependiendo de lo que les quede en pie o sientan que haga falta terminar de demoler luego del estribillo. Desde que le eché el ojo a Berrio he leído por ahí que es un músico veterano de la escena donostiarra con grupos propios que lamentablemente no me suenan demasiado, como Amor a Traición o Deriva. Pero también veo que estuvo asociado tanto con ese mito algo maldito que fue Poch como con los supervendedores La Oreja de Van Gogh, así que no puedo terminar de ubicar al amigo Berrio en el mapa, y eso que me considero un conocedor mas o menos especializado de los pliegues de la a veces un poco difusa y otras demasiado específica escena rocker española. Pero poco importa cual es el lugar que le corresponde si se aparece con temazos como Las mujeres de este mundo o Santos mártires yonquis, que fueron oportunamente cretinos sin preguntarle de donde viene o que se trae entre manos apenas escucharlos. Sucede que con los discos correspondientes a cada uno de ellos --1972 (2010) y Diarios (2013)--, Berrio fue construyendo un nuevo retrato de sí mismo, uno mas cercano a la chanson francesa, al nachoveguismo, y también a la imagen de un Battiato, menos rock y mas cancion, tragedia y melancolia. No le fue mal, y consiguió generarse un lugar propio, pero un patio tan arregladito parece que resultó también trampa, y Berrio ha vuelto a salir por arriba de su laberinto, reconvirtiendose en rocker loureedsiano en Paradoja (2015), fuera las cuerdas y adentro las guitarras. Y no le ha salido tan mal. Confieso que me costó un poco entrarle, un segundo de incredulidad tal vez, pero enseguida me dejé llevar por este nuevo Berrio al caudal de sus evocaciones, de sus guitarras, de ese rock que se adopta y al mismo tiempo se mantiene a distancia. Tenía bien escuchados 1972 y Diarios, pero Paradoja no fue tan fácil de encontrar, ni siquiera online, asi que tuve que esperar que un mensajero a la vieja usanza lo dejase en mi umbral (¡gracias Verdesio!), pero desde entonces lo vengo gastando. Enseguida encontró un lugar en este Musica Cretina que está gastando sus últimos cartuchos, y hasta lo llevé de paseo por La Trama Celeste, el programa de Alfredo Rosso. Desde las lindes del Edén y las lindes del Infierno, todo lo ha visto y de todo se acuerda don Berrio, que revive ayeres propios y tambien compartidos en un tema que sopla y llueve, que pide terrazas e invocaciones al cielo, y merece dejarse sonar y sonar, hasta que todo tenga sentido, o por fin lo pierda.
No se me ocurre un tema, un video más apropiados para estos días, este tiempo, y no sólo estoy hablando del clima, por supuesto. En mis ojos yacen/ mis ayeres muertos, canta Rafael Berrio y me corre un escalofrío cada vez que lo escucho, cada vez que el tema se sube al caballo y galopa, o al tanque y arrasa, elijan ustedes la metáfora dependiendo de lo que les quede en pie o sientan que haga falta terminar de demoler luego del estribillo. Desde que le eché el ojo a Berrio he leído por ahí que es un músico veterano de la escena donostiarra con grupos propios que lamentablemente no me suenan demasiado, como Amor a Traición o Deriva. Pero también veo que estuvo asociado tanto con ese mito algo maldito que fue Poch como con los supervendedores La Oreja de Van Gogh, así que no puedo terminar de ubicar al amigo Berrio en el mapa, y eso que me considero un conocedor mas o menos especializado de los pliegues de la a veces un poco difusa y otras demasiado específica escena rocker española. Pero poco importa cual es el lugar que le corresponde si se aparece con temazos como Las mujeres de este mundo o Santos mártires yonquis, que fueron oportunamente cretinos sin preguntarle de donde viene o que se trae entre manos apenas escucharlos. Sucede que con los discos correspondientes a cada uno de ellos --1972 (2010) y Diarios (2013)--, Berrio fue construyendo un nuevo retrato de sí mismo, uno mas cercano a la chanson francesa, al nachoveguismo, y también a la imagen de un Battiato, menos rock y mas cancion, tragedia y melancolia. No le fue mal, y consiguió generarse un lugar propio, pero un patio tan arregladito parece que resultó también trampa, y Berrio ha vuelto a salir por arriba de su laberinto, reconvirtiendose en rocker loureedsiano en Paradoja (2015), fuera las cuerdas y adentro las guitarras. Y no le ha salido tan mal. Confieso que me costó un poco entrarle, un segundo de incredulidad tal vez, pero enseguida me dejé llevar por este nuevo Berrio al caudal de sus evocaciones, de sus guitarras, de ese rock que se adopta y al mismo tiempo se mantiene a distancia. Tenía bien escuchados 1972 y Diarios, pero Paradoja no fue tan fácil de encontrar, ni siquiera online, asi que tuve que esperar que un mensajero a la vieja usanza lo dejase en mi umbral (¡gracias Verdesio!), pero desde entonces lo vengo gastando. Enseguida encontró un lugar en este Musica Cretina que está gastando sus últimos cartuchos, y hasta lo llevé de paseo por La Trama Celeste, el programa de Alfredo Rosso. Desde las lindes del Edén y las lindes del Infierno, todo lo ha visto y de todo se acuerda don Berrio, que revive ayeres propios y tambien compartidos en un tema que sopla y llueve, que pide terrazas e invocaciones al cielo, y merece dejarse sonar y sonar, hasta que todo tenga sentido, o por fin lo pierda.
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