viernes, 24 de enero de 2020

Los Rodríguez, "Princesa" (Joaquín Sabina)

Ya no te tengo miedo, nena/ pero no puedo seguirte en tu viaje

Se las presento: la chica de la foto se llama Arianne Sved, y fue la musa que le inspiró a Joaquín Sabina su tema Princesa. Hoy Arianne tiene más de 50 años, y vive saludablemente en Barcelona con su marido, pero en la época en que más o menos fue sacada esa foto era una joven que vivía con sus padres en Logroño, y se perdía en Madrid mezclándose entre bares y músicos, tratando de escaparle a lo que consideraba como el sumo aburrimiento de su pueblo. Hija de un húngaro y una española que se conocieron exiliados en Gran Bretaña, donde nació, Arianne creció escuchando a Bowie y T. Rex y yendo a un colegio mixto para de la noche a la mañana —cuando su padre se quedó sin trabajo en Inglaterra, y se instalaron en España, en la casa de la familia de su madre— pasar a un país en el que aún vivía Franco, se escuchaba flamenco pop y tenía que ir a un colegio de monjas. Sólo quedaba el rock’n’roll, o en su defecto un cantautor de Úbeda que iba en camino de hacerse famoso. Durante mucho tiempo nadie supo demasiado sobre quién estaba inspirado el tema que más veces Sabina ha tocado en vivo, pero quince años atrás, en su autobiografía, Joaquín ya había deslizado que, después de varios momentos malos, la chica ya estaba bien y que se alegraba mucho por ella. Y agregaba Sabina que, luego de haber compuesto el tema, en un principio se demoró en grabarlo y cantarlo en vivo porque pensó que se le había ido la mano en el tono agresivo contra su protagonista, pero que se lo terminó imponiendo el publico, y que hoy es insustituible en sus recitales. Lo que leo en internet es que la identidad de la Princesa la terminó revelando a comienzos del año pasado la propia interesada, con la aclaración de que Sabina se había tomado algunas licencias en la letra, ya que ella nunca sufrió ninguna sobredosis, ni mucho menos se vio involucrada en una muerte con asalto a farmacia. Arianne contó su historia en su blog, repetida luego por un par de artículos en la prensa española, en la que confirmaba que el affaire juvenil que mantuvo con Sabina —cuando ella recién cumplía 18 y el cantante ya había pasado los 30— duró aproximadamente un año, y que, sí, ella había estado enganchada con la heroína, pero lo dejó un tiempo después de dejar de verse con Joaquín. “Era una belleza pintada por Botticelli”, la recuerda el cantautor en su libro Sabina en carne viva, y ahora que Los Rodríguez se han reunido para versionar el tema en su disco homenaje (y que cierra el Lado B del último Música Cretina), un rápido repaso por You Tube regala al grupo completo —con Julián Infante incluido, por supuesto— ensayando el tema en sus primeras épocas de comienzos de los ’90, donde el estilo de la canción les calzaba perfecto en su repertorio. Y, yendo aún más lejos, es posible encontrar una temprana versión interpretada por el autor de la música, Juan Antonio Muriel, que la estrenó en un festival en Benidorm, tres años antes de que Sabina la grabase en su disco Juez y parte. Lo fascinante de la interpretación de Muriel es que aquella primera versión tiene versos que fueron decididamente mejorados con el paso del tiempo, y que permiten asomarse al proceso de escritura de Sabina. Por ejemplo, al verso Maldito sea el gurú que levantó entre tu y yo un silencio oscuro, en la versión de Benidorm le sigue del que ya solo sales, señora de mis males, si estás en apuros. Tres años después, el mucho mas apropiado verso definitivo fue: del que ya solo sales, para decirme: vale, préstame veinte duros. Y ni hablar del estribillo, que entonces decía: Llegas demasiado tarde, Princesa/ no hay mas leña que la que arde, Princesa. Calamaro, Rot y Julián Vilella, los Rodríguez aún en pie, cantan en su flamante versión el verso que desde aquel primer registro discográfico coreamos todos cada vez que recordamos el tema: Ahora es demasiado tarde, Princesa/ Búscate otro perro que te ladre, Princesa. No se ustedes, pero yo conocí el tema gracias a aquel tesoro que fue el doble en vivo de Sabina y Viceversa, una suerte de grandes éxitos que recorría toda su carrera y que llegó a mis manos mas o menos en la misma época que en Piso 93 comenzábamos a descubrir temazos —pero, ay, esos teclados—como Oiga doctor o ese himno que es Pacto entre caballeros (¡Mucha, mucha policía!). Desde entonces, cada vez que he cantado ese estribillo supongo que siempre desee realmente poder encarnarlo cual protagonista de serie negra, y al mismo tiempo me parecía demasiado cruel como para dirigírselo a alguien en particular. Supongo también que las canciones no siempre tienen que ser confesionales, y pasan a ser como piezas de teatro en las que unx —quien la escucha— encarna a sus personajes, y disfruta o sufre con sus rezos o evocaciones. Princesa es la canción de alguien capaz de liberarse, y al mismo tiempo la historia de alguien que se hunde, y dependiendo el momento y la noche —o la mañana— es posible ponerse de un lado o del otro del mostrador. Pero el verbo es el mismo, y la melodía también, y ahí vamos, otra vez, a cantar sin importar quién es quién, demasiado tarde y otro perro al mismo tiempo, música y cretina como siempre, por supuesto.

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