miércoles, 29 de enero de 2020

Billy Bragg, "The warmest room"

No te puedo culpar a vos/ Pero quedé inflamado/ con pensamientos de lujuria y pensamientos de poder/ pensamientos de amor y pensamientos en el comandante Mao

A esta altura creo que ya lo conocen, y en el caso que no lo hagan les aseguro que deberían. El tipo de la foto se llama Billy Bragg, y esa imagen lo muestra más o menos en la época que escribió el tema que incluye los versos que están acá arriba, y también la mayoría de los que reproduzco con muchas ganas aquí debajo. Está incluido en un disco extraordinario, aunque más no sea por su título: Hablando de poesía con el recaudador de impuestos. En su versión original, hasta incluía una frasecita en portada que apostillaba: “El difícil tercer disco”. Y “difícil” estaba en cursiva. Lo que me fascinaba –y me sigue fascinando, calculo– de esa época de Bragg, es su honestidad para mezclar militancia y biología. Los protagonistas de sus canciones creían saber qué hacer con la política pero no tenían ni idea de cómo tratar al sexo opuesto. Ni qué hacer con el suyo. Esa dicotomía estalla en este disco, donde conviven canciones de barricada con las confesionales, pero alcanza su mejor momento en el disco siguiente, Worker’s playtime, el de las canciones de amor gramscianas. Sin embargo, el del Recaudador de impuestos tiene alguno de los mejores temas de Bragg –como el formidable Greetings to the new brunette– y este enternecedor The warmest room, que cuenta los problemas en la cabeza de un pibe caliente con su chica, pero que no sabe muy bien qué hacer con eso. Una noche lluviosa/ pasada en el cuarto más caliente/ ella yacía ante mí y dijo/ sí, es verdad que he visto algunos hombres desnudos, arranca Billy. Y sigue: Mientras ella iba hacia la puerta/ dejándome tirado en el piso/ deseé haber cursado biología/ porque dentro mío apareció una urgencia de hacerlo ahí mismo. Esas son apenas las dos primeras estrofas de un tema que bien podría ser presentado como ‘un adolescente enojado, católico y virgen le canta a su novia’, en el que cada verso esconde un tesoro. Como dijo el Hermano Barry/ cuando casó a Marion/ la esposa debe tener tres grandes atributos:/ inteligencia, un cuchillo del ejército suizo y encanto, canta un Bragg que siempre tuvo un don especial para las frases populares, pero que también es capaz de confesar, casi al pasar: Conozco gente cuya idea de diversión/ es arrojar piedras en el rio bajo el sol de la tarde/ Oh, déjenme ser tan libre como ellos. Sí, amo a Billy Bragg, amo este disco, y amo sus canciones más inocentes, ingenuas y honestas, que son capaces de terminar pidiendo cosas como Hagámonos nuestros análisis de sangre ya. Brindo por ellas en la mañana del último miércoles de enero, y brindo también por viejos post como éste que acaban de releer, apenas corregido, para seguir convocando a nuestros Rescates de Verano de no-programas pasados que, al menos según anuncia el mixcloud, no tienen todas las visitas que merecerían. Como les dije ayer y les digo siempre, este es el link al Música Cretina vintage que incluye este tema de nuestro Billy cerrando su Lado A. Pero los invito a hacer play y dejarlo correr desde el comienzo hasta el final, porque no tiene desperdicio.

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