domingo, 28 de julio de 2019

Van Morrison, "In the garden"


Sin gurú, sin método, sin maestro/ sólo vos y yo/ y la naturaleza

Domingo de invierno, con sol y Van Morrison. Eso es Música Cretina. O eso debería ser. El viejo Van suena en el Lado A del último no-programa, justo después de temas de los que ya hablamos por acá: primero Gene y luego Herbert Vianna. Cretinos todos, claro. Los invito a escucharlos y sumarse al club, haciendo play en el link que dejo en los comentarios, y confiando en que después de Van se dejen sorprender por lo que viene, porque esa es nuestra esencia Cretina. Un domingo soleado a fines de julio se lo merece. Pero dicho esto volvamos a Van Morrison, y a los versos con los que comienzan estas líneas. La primera frase, de hecho, siempre me fascinó, viniendo como viene de uno de los héroes de la contracultura. Digamos mejor que el viejo Van más que héroe siempre fue un antihéroe. Y más aún: directamente un mal bicho. Un tipo permanentemente enojado y esquivo, que en los ochenta pensaba que todos le habían robado su música. De hecho, en el disco que lleva como título la frase en cuestión, hay un tema que arranca diciendo exactamente eso: Robaron mis palabras/ robaron mis canciones/ robaron mi melodía. Uno puede imaginarse que el tipo que a los 20 años fue capaz de grabar algo tan maravilloso como Astral Weeks dos décadas después debía ser mucho más sabio, pero la música nunca es lineal y obedece a sus propias corrientes. El viento que llevó a Morrison hasta Madame George no es el mismo que lo dejó ante la Cientología en los 80, por ejemplo. ¿O el tiempo es aún más perverso de lo que me permito imaginar y es así nomás? ¿Los Beatles estaban equivocados? ¿Si te das mucho amor lo que viene es odio? ¿Si alcanzás la sabiduría te toca la ignorancia? Bienvenida la ignorancia, entonces, si ése es el camino hacia la música de Van The Man, el gurú más olvidado del rock, y con toda justicia. Pero al mismo tiempo eso mismo es lo que hace que su obra sea el repositorio de tantos tesoros. Porque, en su caso al menos, no se trata del artista sino de la canción. ¡Y qué canciones! Está el Morrison de Gloria y los Them, el que parece el papá del otro Morrison, del buen Jim. Está también el Morrison que ya mencionamos, el de Astral Weeks, ese ascenso celestial fruto del combustible de la nostalgia de un joven de apenas 20 años. Y está también el jazz del Morrison de la vejez, capaz de sacar un disco tras otro durante las últimas dos décadas —y uno mejor que el otro—, sin que a nadie parezca importarle. En su libro sobre Van, Greil Marcus confirma eso que descubrí cuando The Healing Game me fascinó al llegar a mis manos en la segunda mitad de los 90 pero nadie mas parecía estar escuchando: que Van se había reencontrado. Y no hablo de paz interior, en la portada de ese disco estaba vestido como un mafioso, y sus canciones tenían más urgencia que otra cosa. Pero esa es justamente la clave. Es más: creo que a partir de entonces no tiene discos malos. Sin embargo, esa prodigalidad en la vejez no ha alcanzado para devolverle un lugar en la conciencia del rock actual entre los únicos artistas con los que podría codearse, como Bob Dylan, Neil Young o Joni Mitchell. La culpa, hay que decirlo, la tiene el propio Van. Tantas idas y vueltas, tanta mala leche, hace que nadie le tenga confianza. Pero lo dije antes: con Van lo que importa es la canción. Y siempre he amado el mantra que construye en la canción que bautiza su disco post-cientología, este No guru, No method, No teacher que lo muestra en la portada como un profesor universitario, más teacher que gurú, ciertamente. In the garden es un tema mágico, clásico instantáneo marca Van, que incluso tiene su gilette en el tobogán. Porque, sí, reniega de gurúes, métodos y maestros, pero si uno escucha atentamente el estribillo, después de la naturaleza viene el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡No falta nadie! Van nos convoca al paraíso, pero minga de manzana. La felicidad, pareciera cantar, esta en la ignorancia. Pero uno sabe que, en su caso, en realidad se trata de ignorar, o de pasar por alto, semejante idiosincracia. Van Morrison pareciera ser la mejor prueba de que tener un don es como que te regalen un reloj, pero a lo Cortázar: en realidad uno es el regalo del reloj. Tic tac, dice el don de Van, y entonces No guru, no method, no teacher. Solo vos y yo. Un domingo de sol. Y Música Cretina, claro.

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