miércoles, 24 de julio de 2019

El mar no rechaza ningún río

El mar no rechaza ningún río/ recordá eso cuando el mendigo pague una ronda

El tipo de la foto se llama Alan Rogan, y el verso citado acá arriba forma parte del único tema que llegó a firmar en su vida. Su co-autor, en cambio, firmó, firma y seguirá firmando temas mientras pueda sostener una guitarra en las manos, y lleva por nombre Pete Townshend. Rogan fue, justamente, el responsable de cada guitarra —y amplificador— que el guitarrista y compositor de The Who destruyó sobre el escenario durante toda su carrera, y eso es mucha destrucción. Casi se podría decir que fue el dueño del trabajo más ingrato de la historia del rock’n’roll, el tipo que arreglaba las guitarras que usaba el tipo que —García dixit— las rompía cuando nadie tenía un miserable amplificador. Con eso alcanzaría para rendirle homenaje, pero además resulta que leo por ahí que su nombre figura al pie de uno de los temas más emocionantes del rock durante lo que podríamos llamar su primer crisis de madurez. Es nada menos que la médula espinal del segundo disco solista de Townshend, Todos los mejores cowboys tienen ojos chinos, un título que nunca entendí demasiado qué quiere decir, salvo que se refiera al hecho de que los mejores cowboys tienen los ojos bien chicos de tan puestos que están. Por aquel entonces el punk que supo mojar la oreja de los viejos rockers había llegado y seguido de largo, y Keith Moon se había muerto, así que estaba más claro que nunca que no sólo habría diversión en eso de tocar y romper las guitarras. La metáfora del mar es justamente una que también utilizó por estas pampas el fan confeso del hombre que rompía las guitarras, firmado con el que se las arreglaba. Pero allí donde el siempre arrogante Charly desdeña las nuevas olas, Townshend (junto con Rogan) recuerda a todos los ríos. El mar no rechaza ningún río/ y el río es donde estoy, termina cantando el buen Pete, después de recordar el estado de las aguas y de dónde vienen, y que todas, pero todas todas, terminan en el mar. Es un tema emocionante, y para un chico que recién se asomaba al rock como era yo entonces, un desafío. Porque era una balada, no un rock’n’roll, y además duraba más de cinco minutos, así que todo pedía seguí de largo, pasá al tema siguiente, pero no, ahí me quedé. Recuerdo que cuando nos pasábamos el porro/ mi cuerpo se sentía un poco más frío, se puede escuchar apenas empezado el tema, y entonces cómo no seguir escuchándolo. Tengo que confesar que nunca supe que Pete Townshend lo había firmado con otro, de hecho, en el disco que tuve entonces y cuyo sobre interno revisé mil veces (y también en el compact que conservo) sólo concede una co-autoría con Andy Newman para el breve y hermoso Preludio (A veces, caminando por las calles de la ciudad/ Miro todos los rostros de los ganadores y perdedores/ Por qué, no puedo ver un cambio/ antes de decir adiós) y reconoce a North country girl como un tema tradicional del que apenas es responsable por el nuevo arreglo. Pero si en todos los obituarios dedicados a Alan Rogan desde su muerte a comienzos de este mes se menciona su co-autoría en ese tema, mejor hacerles caso. Acabo de leer el del New York Times, donde se señala lo mismo, y que funcionó como punto de partida para este recuerdo-homenaje de uno de esos tipos indispensables pero anónimos que siempre hay detrás de cualquier cosa que damos por hecha y no lo está. Así sean las guitarras siempre tiene a mano para romper una estrella de rock como esa canilla de la que sale agua cuando la abrimos. “Estamos poluidos ahora pero aún limpios en nuestros corazones/ el mar no rechaza ningún río”, canta Townshend y entonces ahora cantamos todos, recordamos todos, y también brindemos todos por el buen Alan, que ya forma parte del mar.

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