sábado, 1 de junio de 2019

Roky Erickson (1947-2019)


Vivir es una necesidad/ por favor no te mueras

Eso cantaba Roky Erickson unos diez años atrás, en el tema que bautizó su emocionante y milagroso disco de regreso, y el que tal vez mejor resuma su largo y enrevesado viaje. Su título se repite una y otra vez en el estribillo, como un mantra o un deseo: True love cast out all evil. O sea: El verdadero amor aleja todo mal. Cantada por un tipo como Roky, la frase emociona hasta la piel de gallina. Porque se trataba de un rezo y una necesidad del tipo que fue líder del grupo que más ácidos se tomó en Texas hasta que la policía pudo dar con ellos, del cantante que aseguró haber caminado con un zombie y volvió para contarlo. Si no es el kilometro cero del rock psicodélico, Roky anda por ahí, no se aleja mucho de Plaza Congreso. Pero con el paso del tiempo su figura simboliza no el viaje sino el vacío y su costoso regreso. En el arco completo que va desde ese You’re gonna miss me que funciona como plataforma de lanzamiento hasta este True love cast out all evil redentorio y final, Erickson siempre suena mas como un prólogo a esta --por suerte-- demorada despedida que un canto imposible a una eterna vuelta olímpica. La noticia es que Roky Erickson murió ayer viernes con 71 años. La comunicó su hermano Mikel por esta red ¿social?, con un mensaje que anunciaba que Roky falleció en paz, y pidiendo tiempo. Y terminaba con un particular rezo: “Música y risas para siempre”. Mikel fue el héroe de los últimos años del atribulado Roky, logrando sacarlo de la mala influencia de su madre, que no le administraba correctamente los remedios con los que lograba, justamente, esa paz que dice Mikel que su hermano disfrutó en sus últimos días. Pastillas para escaparse, y pastillas para volver, ese pareció haber sido el destino que atravesó Roky, que temprano en su vida para escapar de la ley que se había obsesionado con él alegó demencia, y esa ley decidida a dar el ejemplo dijo, ok, demencia, pero antes electroshock. A partir de entonces el ida y vuelta de Roky de un lado al otro de esa delgada línea llamada cordura fue bastante zizagueante. Lo curioso es que su época mas demente, la de los 80, es la que tal vez menos remite a su derrotero de redención, y permite disfrutar de un rock de garage alimentado con comics y cine clase B. De esa época son himnos como Don’t shake me Lucifer, Night of the vampire o I walked with a zombie, tal vez —a pesar de sus títulos— los temas más libres e inocentes de toda su carrera. Alguna vez un amigo que se encontraba ante semejantes abismos me explicó que los estados que el resto de nosotros celebrábamos de alcanzar químicamente, él los lograba sin ninguna ayuda externa. Y eso que nosotros disfrutábamos, a él lo asustaba al punto de que cuando se acercaba fin de año solía internarse en el Borda por decisión propia, por el pavor que le generaban aquellos días supuestamente festivos. También me acuerdo de lo que alguna vez me contaron de Daniel Johnston, que creía que para brillar sobre el escenario debía estar un poco loco y entonces dejaba de tomar su medicación un par de días antes, lo que lo alteraba más de lo aconsejable antes y después de los shows. Lo dicho, pastillas para escaparse y pastillas para volver, ese peaje que el rock exige sin decirlo en voz alta, tal vez el verdadero pacto con el diablo del que se habla de Robert Johnson en adelante. En aquella época de sus temas que hoy suenan más frescos, excitantes y divertidos, Roky aseguraba que su condición de extraterrestre estaba confirmada por un escribano o tener contacto diario con el demonio. No se puede decir que estuviese muy bien que digamos. Pero siempre me pareció que la anécdota más significativa de aquella época es la del fraude postal que entonces volvió a ponerlo ante la ley. Sus vecinos se habían quejado porque no les llegaban cartas, así que la policía golpeó a su puerta y encontró todo el correo faltante. A pesar de que no estaban a su nombre, Roky estaba convencido de todas esas cartas eran suyas. Cartas destinadas a otros que se consideran como propias: una de las mejores definiciones posibles de esto que llamamos rock, sea lisérgico o no. Buen viaje Roky, y sí, tenés razón: el verdadero amor, qué duda cabe, aleja todo mal. Sino qué sentido tendría todo esto. ¿No les parece?

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