Los chicos de
North Dakota/ beben whisky para
entretenerse
Mi primera nota en
aparecer en Página/12 fue sobre Lyle Lovett. Debe haber sido por el 93, cuando
se casó con Julia Roberts, así que ya van casi 25 años. No la escribí para el
diario, sino que se la vendí a Carlos Polimeni, que por entonces todavía
reinaba en el suple No. Pero como estaba la Roberts en el medio, cuando quedó
un hueco en Espectáculos y le pidieron ayuda a Carlos para taparlo, les tiró mi
nota, empezando a hacer méritos como para --poco después-- pegar el zarpazo y
quedarse con la sección. No se cómo llegué a Lovett, debe haber sido por
revistas como la Musician, que por entonces nos abrían los ojos a los que nos
queríamos meter un poco en la buena música yanqui, mas allá del grunge. Eran
las épocas de Bill Flanagan y Paul Nelson, la Rolling Stone se había movido al
mainstream, y los expulsados por esa movida buscaron refugio en la Musician,
según recuerdo y también ahora sospecho. Por ejemplo, la primer nota que leí
sobre Jeff Buckley también la encontré en sus páginas. Lo cierto es que más
allá de quién haya sido el responsable de que le prestase atención a este
músico larguirucho, de traje y nombre, pelo y rasgos extraños, Lovett me
deslumbró enseguida. Acababa de salir Joshua judges Ruth, un disco que aun hoy
es la cumbre de su carrera, y la verdad que le sobraba musica por todos lados,
y tambien historias. Porque eso es lo que mas deslumbra de Lovett, que escribe
canciones como un cuentista. Además tiene un particular sentido del humor, a lo
Buster Keaton, capaz de pasarse de rosca pero sin delatarse jamás. Y lo mas
interesante es que entonces se podía ir hacia atrás en su discografía --me dejó
con tanta sed ese disco, que había que ir a por mas-- y la cosa se ponía mejor
y mejor. Recuerdo haberle comprado alguno de esos discos previos a Alfredo
Rosso en Tabú, su disqueria en la Bond Street. Hay uno que tiene un tema
llamado Pontiac --de su segundo disco, del 87, bautizado con el nombre de este
tema--, narrado por la voz de un hombre que se sienta en su auto y piensa.
Piensa en que los vecinos lo ven como un simpatico hombre mayor, en que durante
la guerra mato veinte chicos alemanes con sus manos, y en que su mujer no deja
de hablar y nunca dice nada, y por eso va a dejarla. Eso nomas. Como si hiciese
falta mas. Lovett te pone la piel de gallina, como un Randy Newman terminal,
sin el guiño del entertainer, un cowboy que sin embargo se da cuenta que de
nada sirve el stetson, que igual estamos desnudos ante nuestras falencias y
ante ese mundo que siempre nos va a dejar solos. Lo que redime a Lovett es que,
por eso mismo, es capaz de hacer canciones de amor de esas que te dejan sin
aliento. Como esta, en la que dice que los chicos de Dakota del Norte beben
whisky para entretenerse, que los de Texas limpian sus armas, y cruzan la
frontera hacia el sur para descubrir las artes del amor. Y a continuación la
voz que canta agrega que entonces se tomó un whisky, soñó que era un cowboy, y
cruzó la frontera. Me mata esa percusión, ese piano del comienzo, esa
contención, esos instrumentos que llegan y se van. Y la que canta con Lovett es
nada menos que Rickie Lee Jones, hay un video en vivo por ahí en la que se los
ve juntos sobre un escenario, haciendo muy bien este tema, sin resignar ningun
arreglo, pero yo prefiero la grabación del disco, justa, perfecta. Emotiva y
profundamente triste. Si me amás/ decí que me amás, cantan y cantan
Lyle y Rickie Lee en esta maravilla escondida en un disco lleno de maravillas,
que merece escucharse de punta a punta, llamado Joshua judges Ruth. Un tema que
tal vez corte al medio este jueves de otra vez marchas, de derechos pisoteados
por los poderosos siempre contra los mas vulnerables, y de un viento que se
disuelve en un sol que se niega a darse por vencido. North Dakota suena también
en el Lado B del último Música Cretina, el de marzo, un mes que todavía está
entre nosotros y delata que esto recién empieza aunque ya pensemos que dejamos todo un año atrás, tan rápido y tan intenso todo. Y para que no se nos
vaya el tiempo entre los dedos, también podemos hacerle play a todo el
no-programa, estan todos invitados, que las horas y los minutos estan contados,
pero el reloj siempre se detiene con la buena música. O al menos la que
evidentemente es Cretina.
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