Como si fueras el dibujo/ de un caballo hecho por un niño/ que atraviesa la riña/ y nos cubre de paz.
Así es como suena, justamente, el disco que hicieron en su
taller de canciones los uruguayos Fernando Henry, Lucas Meyer y Pau O’Bianchi:
como un dibujo infantil, que te saca de lo que venías pensando, y cierra toda
discusión. Y abre la puerta para ir a jugar. Lo del taller no es una metáfora,
es como explicaron sus autores que salió el disco: como producto de dos años de
estarse juntando con la idea de ir armando canciones. El resultado es algo así como
una versión aggiornada de aquellos talleristas de canción tan uruguayos de los
setenta, una suerte de Los que iban rockeando. Todo entra en el disco del trío,
y se puede escuchar todo en el. Lo dejo correr y de pronto juro que escucho al
Darno, por ejemplo. Este Ovni dorado no sé a qué me recuerda, seguramente a
nada uruguayo. Al menos a nada que yo haya estigmatizado como tal. Pero es de
un cuelgue fascinante, y hacia el final incluso aparece ese tipo de sonido de
saxo tan típico del cierto rock stoniano. Esperando un amigo, eso es. Así suena
Ovni dorado. Porque eso encarna el ovni esperado, que nos tiene que transportar
en este mediodía de viernes que ya grita fin de semana. Y por eso hay que poner
play en el Ovni. Y también en el no-programa, para esperarlo llegar al promediar
el Lado B, entre Candi Staton y los Young Fathers. Todo un disfrute cretino.
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