viernes, 15 de noviembre de 2019

Elliott Smith, "A living will"


Escribí un testamento en vida/ y se lo dí al hombre en la luna

Dicen por ahí que el cuerpo sabe cuándo es viernes, pero lo que el mío realmente sabe es que va a hacer calor, y mucho. Como parece que la primavera también se la fugó Macri, el verano viene asechando, y como el lobo del cuento soplará y soplará desde el norte en estos días, así que a prepararse, porque no habrá cerebro que aguante. Es que ya venimos demasiado recargados para, encima, esto. Por eso es que es mejor distraerse, y seguir deshojando los temas del último Música Cretina, por ejemplo una rareza de esa estrella fugaz que fue Elliott Smith, rescatada en la reciente reedición del último disco que sacó en vida, el encantador Figure 8. La ocasión de la reedición —que incluyó el disco anterior, XO, su debut para una multinacional— fue su cumpleaños numero 50, o más bien los que hubiese cumplido en agosto de no habernos dejado en el año 2003, con apenas 34 años. Nunca me olvido que descubrí al buen Elliott en las bateas de ese oasis que supo ser el Tower de Santa Fé y Callao —estaba más cerca de Riobamba, en realidad—, sólo porque sus discos asomaban entre los de The Smiths y la diosa Patti. Eran unos cuantos, lo increíble de aquel Tower era que había discografías completas de autores desconocidos, así que decidí llevarme uno para ver de qué se trataba. Elegí el que por entonces era el último: Either/or, capítulo final de su trilogía indie, ya que poco después pegaría el salto hacia Dreamworks, potenciado por la inclusión de Miss Misery en la banda de sonido de Good Will Hunting. Antes de que todos celebrásemos como un gol de nuestro equipo la tímida aparición de Elliott en la ceremonia de los Oscar, yo ya como una hormiguita hacendosa había ido comprando todos esos discos que me esperaban en el Tower, y aún los atesoro. Incluso me conseguí uno de Heatmiser, el grupo del que Elliott formaba parte cuando empezó a grabar esos demos que comenzaría a editar incluso sin llegar a bautizar todos los temas. Por eso fue que yo lo consideraba como uno de los míos cuando pegó el salto, consiguió un buen contrato, y salió de ese mundo de miserias indie desde el que parecía estar cantando. Qué digo cantando: exponiendo su corazón. Y tal vez por eso es que calculo que me debo haber enojado con él cuando se convirtió en un nuevo maldito al que venerar, luego de su confusa muerte, en la que se supone que se acuchilló a sí mismo luego de encerrarse en el baño de su casa, mientras estaba con su novia, que tocaba en un grupo cuyo bautismo resuena hoy de manera inquietante: Happy Ending. Mi enojo no tiene que ver son su suicidio, sino con el posterior mito que suena como una condena más que una reinvidicación, y con el hecho de que hay tantos músicos cuya música fue escuchada recién después de que murieron, y uno no puede evitar preguntarse qué hubiese sucedido si les hubiesen prestado atención antes, como el caso de Nick Drake, por ejemplo. Pero ahí va Elliott, que encima supo ser reconocido en vida, quitándose la vida como si nada le hubiese alcanzado. Por eso mi enojo: lo tuviste todo, compadre, y no te alcanzó. Enojo injusto, lo reconozco, bronca por alguien al que se quiere y se siente como un capricho que te haya dejado solo. O peor, que se vaya de parranda con los que lo celebran por muerto, y no por vivo. Pero, qué duda cabe, su musica y sus canciones siguen vivas y, después de todo, los que se van no lo hacen nunca por llenos, sino porque llevan dentro un vacío es tan profundo que escuchan como los llama todos los días, y llega un momento que no pueden resistir más semejante calvario. Elliott emergió con las manos llenas de canciones desde la misma tierra yerma indie de la que salió Kurt Cobain, y se fue igual que él, huyendo y con las manos vacías. Este A Living Will, que suena casi al final del Lado A del último no-programa, supo ser Lado B del simple de Son of Sam, el tema que abre Figure 8, y por fin ha sido rescatado para esta nueva reedición. Me voy a poner bien pronto/ este rostro feliz está viéndome morir, canta Smith antes de llegar al primer estribillo, y la aparente contradicción del verso se resuelve cuando se comprende que “ponerse bien” sería equivalente a morirse, eso que sucede ante una sonrisa. Cuánto debiste haber sufrido, Elliott, y cuánto de vos conservará hoy ese hombre en la luna.

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