Hay un nuevo Música Cretina y, como todo parece estarlo en estos días, está dedicado a Charly García, que este fin de semana va a estar celebrando --quien lo hubiese dicho, después de haberlo visto como lo hemos llegado a ver-- su cumpleaños número 70. Recuerdo aquellas escalofriantes piernas popotitos en tapa del Suple Si durante el fin de siglo, piel y hueso. O sino, como escribí alguna vez durante aquellos años: víscera y no chorizo. Porque en el asado García no había lugar entonces para ninguna entremés, sofisticación o embutido. Lo que ves es lo que hay dijo Say No More, y la palabra se hizo carne. Alguna vez Gloria Guerrero dijo, refiriéndose a los dos Luna Park del Adiós Sui Generis que funcionó como las patas la fuente del rock rocal ante el negocio musical de entonces, que el trabajo de García siempre fue exhibir a la vista de todos lo que se estaba cocinando en los rincones de cada casa. Hasta que esa gran antena que fue Charly no pudo recibir más nada que su propio dolor, y eso fue lo que puso sobre la mesa. La entrada es gratis, la salida vemos, más que ser una frase para sus fans, supongo que debió ser como García sentía --¿siente?-- su vida, y acá estamos todos, celebrando los 70 años de ese trayecto. Pero, claro, en esta semana de festejos a la que se ha sumado incluso el clima, al fin y al cabo no estamos hablando de Charly, sino de nosotros, de lo que nos hizo, de los recuerdos que eternizó para nosotros, de las canciones que nos hablan y seguirán hablando, esté o no presente. Siempre fue así, al hablar de García siempre hablamos de nosotros, porque esa es la gran cualidad de su música y su figura, aún cuando el verso con que arrancan estas líneas hacen referencia a una canción que ofrendó para otros y es un tesoro casi privado entre sus fans. Porque, a pesar de ser un tema suyo, en realidad asomó al mundo en el disco que hizo Oscar Moro --acompañado por Beto Satragni-- cuando la separación de Serú Girán abrió la puerta para ir a jugar para todos sus integrantes. Charly y David tenían con qué, Pedro se moría por hacerlo de una vez por todas, pero para Moro debe haber sido todo un dilema. “¿Qué iba a hacer en un disco solista?”, se sinceró para la revista CantaRock. “¿Un solo de batería en un lado y ponerme a bailar sobre el otro?”, agregó con una risotada, como para explicar el nacimiento de Moro-Satragni, aquel disco que se grabó como un desfile de amigos, con Ricardo Mollo --¡me había olvidado!-- tocando guitarra en un tema, muchos Jade --ex compañeros de Satragni-- aportando lo suyo, incluso Spinetta regalando una canción para el proyecto. Por supuesto que los ex compañeros de grupo de Moro no se quedaron atrás, y por ahí está Lebón, pero especialmente el que puso la cara y la voz fue Charly, con este Cómo me gustaría ser negro, nuestro tesoro para los fans que buscábamos temas secretos, como Iba acabándose el vino o Afuera de la ciudad, por ejemplo. Además eran épocas de fin de dictadura, y unx buscaba claves por todos lados, y en un tema que por momentos parece una tontería y en otros saca pecho, encontrábamos un slogan anti milicos en ese verso de acá arriba, que seguía diciendo: Yo te podría decir/ que me cago en tu amor/ cómo me gustaría ser negro/ y con mucho olor. Y ese “cago” se podía escuchar esta vez --casi-- claramente, sin el “piip” de Peperina. Eran otros tiempos entonces, Charly no podía hacer nada mal en aquella época. “Charly presidente”, le gritaban en los recitales. “Charly emperador del universo”, decían sus tarjetas personales en la época Say No More. En este hermoso miércoles primaveral, en tiempos en que parecemos estar haciendo todo mal, y ni hablar de García, no viene mal recordar los mejores días, las noches más especiales, nuestras canciones más propias. Las de Charly siempre se anotan en esas listas. Y ahí se quedarán.
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