viernes, 11 de junio de 2021

Leyla McCalla c/Rihannon Giddens, "Rose-Marie"

Los músicos no tienen secretos/ son como un libro abierto

Debería empezar presentándoles a la chica de la foto, pero como hace días que no hablamos del asunto, antes les aviso que hay un nuevo Música Cretina, y que mi deseo es que dejarlo sonar en la tarde de este viernes sea como cerrar los ojos y entregarse al sol de invierno, que calienta despacito,  como sumergiéndose en aguas templadas, que recuerda otros soles y otras tardes, y al mismo tiempo nos reconcilia con el aquí y el ahora, con la falta que hace. Aquí y ahora lo que corresponde entonces es presentarles a Leyla McCalla, la chica de la foto, una extraordinaria cantante y compositora criada en Nueva Jersey que empezó por el cello, pero dejó de lado el camino que tenía abierto de par en par hacia la música clásica para dedicarse a perseguir canciones populares y los ritmos que le pedía su herencia haitiana, que viene de sus padres. Fue tocando en las calles de Nueva Orleans que la descubrieron los Carolina Chocolate Drops, la banda de Rihannon Giddens, a los que se incorporó hasta que, poco después, comenzó su carrera solista con el disco de donde viene el tema que suena en este Musica Cretina, Rose-Marie, una cancion tradicional haitiana que remata con los versos que abren estas líneas, o al menos esa es la traducción del creole que ofrece el sobre interno de la reciente reedición de Vari-Colored Songs, originalmente editado en 2014. La foto que ilustra este texto es del arte de aquel disco, obra de Timothy Duffy, que se ha dedicado largamente a retratar músicos populares con ferrotipo, una técnica que se usaba en la fotografía callejera del 1800 ya que imprimía directamente en positivo sobre una placa de metal. Como bien recuerda McCalla en el texto que acompaña la reedicion, mucho ha cambiado desde entonces: editó varios discos solistas, giró por el mundo y fue madre tres veces. Pero --explica-- aunque la comprensión de su propia humanidad se ha expandido, y lo mismo sucedió con su visión y sentido de urgencia como artista, la reedición de estas canciones en un tiempo tan incierto en nuestra historia global ayuda a recordar todo lo que vino antes. Y lo que vino antes, y es expuesto en las canciones de Vari-Colored Songs, es un homenaje al mismo tiempo de la vitalidad de la cultura del primer país negro en sacarse de encima el domino blanco, que fue Haití, y una inmersión en la poseía del primer gran poeta negro norteamericano, Langston Hughes, protagonista de un movimiento llamado Renacimiento de Harlem, que sucedió entre los años 20 y 30 del siglo pasado, y también pionero en la poesía de jazz, llegando a colaborar con Charles Mingus, entre otros. Es fascinante descubrir que la poesía de Hugues --amigo de Eliseo Diego, Nicolás Guillen y el pintor Miguel Covarrubias, que ilustró la portada de uno de sus libros de poemas--, tuvo amplia difusión en castellano, llegando a ser traducida entre otros por Jorge Luis Borges, que lo presentó en la revista El Hogar, donde publicó su poema El negro habla de los ríos. En su reeditado debut como solista, que no por nada lleva como subtítulo A tribute to Langston Hughes, McCalla le puso música a varios de sus poemas, entre ellos el hermoso Song for a Black Girl, que bajo el título de Canción para una muchacha negra fue incluido por Julio Gómez de la Serna en Constelación negra: Antología de la Literatura Negroamericana, un memorable volumen publicado en Barcelona en los años 50. Tirando de todos estos hilos y de todos estos recuerdos, pasados pero muy presentes en este invierno de sol y pandemia, es que desde el lado A del último no-programa llega el banjo de la buena de Leyla, que canta --acompañada por la voz y el shaker de Rihannon-- sobre alguien que no tiene madre, ni padre, ni amigos, ni familia, y le pide a Rose-Marie que encuentre una forma de vivir con él. Un deseo y un pedido que suena mas que apropiado en estos días de divisiones y quejas, y tantos dedos que apuntan hacia el otro mientras que --como decían los Cadillacs-- son los otros cuatro con los que nos disparamos. Así que, vamos, encontremos eso que a esta altura debería ser obvio pero que tanto está faltando. Y cantemos todos con Leyla, con Rihannon, después de todo, los músicos son ese libro abierto. Y la música siempre ilumina. Y, si es Cretina, incluso también nos regala unas sombras donde relajar antes de seguir adelante.  

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