Llamó a Adán por su nombre/ y él se negó a responder/ porque estaba desnudo y avergonzado
Lunes nublado después de un fin de semana nublado, y por suerte llega con un nuevo Música Cretina bajo el brazo, listo para dar por terminado este mayo nunca tan poco patrio, qué joder. Un no-programa que abre con lo último que se sabe de ese monstruo llamado Tom Waits, ya que es uno de los dos covers que aportó para un flamante disco de homenaje de Blind Willie Johnson titulado God don´t ever change, algo asi como Dios nunca jamás cambia, que es lo que debí haber tenido claro antes de aceptar subirme a un escenario para entrevistar al buen Tom, algo que sucedió hace ya casi -parece mentira- una década. Por recomendación de Jim Jarmusch, que le comentó lo bien que lo habían tratado cuando estuvo en Buenos Aires, Waits había aceptado una invitación del Festival de Cine porteño allá por 2007, cuando Jorge Telerman era intendente de la Ciudad de Buenos Aires --¿se acuerdan?-- y por lo tanto estaba detrás de todas estas cosas. De hecho, Waits era su capricho personal, y en realidad el sueño era que viniese a tocar, pero como el artista entonces no estaba tocando en vivo y ni siquiera tenía una banda armada, convinieron que viniese a dar una charla magistral, al final de la cual, sí, se tocaria un par de temas solito al piano. El asunto era armar esa charla, que en realidad sería una entrevista pública, y para eso había que encontrar alguien que lo entrevistase. Ahí fue cuando sonó mi teléfono y una voz dijo: "¿Te gustaría entrevistar a Tom Waits?" Waits es conocido por hacer pasar mal a todos los que lo entrevistan de manera pública, y antes de mi llamado supe que hubo un par que respondieron no gracias. Pero en ese momento pensé: para esto es que uno se hizo periodista, tomé aire y contesté que si. Como la charla sería en inglés, y no quería estar solo ahí arriba con mi inglés apolillado, invité a mi compañera en Radar, Mariana Enriquez, una auténtica fanática de Tom, que además lo habla de manera cotidiana, ya que su pareja es australiana. Tuvimos una primer charla con el manager de Tom, en la que le explicamos que la idea era hacer una entrevista tipo Actor's Studio: nosotros prepararíamos un cuestionario histórico, y Tom iría respondiendo lo que quisiera. Después de todo, se suponia que era una charla magistral, nuestra presencia ahí era apenas para que Tom no tuviese que llenar el espacio correspondiente a un show hablando solo. Todo bien, qué buena idea, gracias, nos vemos ahí, todo va a salir bien, Tom esta encantado de estar aquí. Después pasamos directamente al día en que conocimos a nuestro entrevistado, en los camarines del Teatro Alvear, minutos antes de salir a escena. Estaba con su mujer, Kathleen Brennan, que nos preguntó qué pensábamos hacer, y le contamos lo del Actor's Studio y simplemente dijo: mmm, no creo que sea una buena idea. Mariana y yo nos congelamos. Antes de salir para el escenario, me acuerdo que Tom estaba visiblemente inquieto, y me preguntó: "¿Qué te parece que pasará ahí arriba?" Y yo le respondí: "Este teatro esta lleno de gente que se sabe todas tus canciones aunque la mayoría de ellos no hablen inglés, así que no te preocupes, cualquier cosa que hagas va a estar bien". Mariana describió muy bien al Waits que conocimos durante esos momentos: "Parecía un tipo que se había pasado la mitad de su vida necesitando un trago". Lo que sucedio a partir de entonces fue uno de los momentos mas incomodos de mi carrera como periodista, ya que Waits decidió hundirnos a Mariana y a mi para ganarse el favor del público, cuestionando todas nuestras preguntas y burlándose de ellas. Siempre insisto en que las entrevistas deben hacerse en solitario, periodista y artista, nadie mas, porque si se queda cerca alguien, incluso el fotógrafo o el representante de prensa, el entrevistado empieza a responder conciente de ese público, empieza a actuar, y la entrevista se convierte en otra cosa. Así que el colmo de esa clase de problema fue lo que pasó esa tarde en el Alvear, donde terminé haciendo de sparring de Tom Waits, y me comí todos los golpes para que él saliera siempre bien en las fotos, algo que claramente Waits no necesitaba. Lo cierto es que cuando nos quedó claro que estábamos ahi arriba para ser sacrificados, yo elegí hacerlo aferrado a mi lista de preguntas. Pensé: "¿Así que no te gusta responder a esta clase de preguntas? Entonces yo te las voy a hacer todas". Por eso es que, después de masticar la humillación pública durante una semana, cuando agarramos la desgrabación de la charla para publicarla en Radar descubrimos que habíamos hecho hablar a Tom Waits como pocas veces lo había hecho. Me acuerdo que un tiempo después me cruce unos mails con Barney Hoskyns, uno de sus biografos no-oficiales, y me dijo que no me preocupase, que todos los que lo entrevistaban publicamente iban al matadero, pero que lo que habíamos conseguido no estaba nada mal. Cuando la charla se dio por terminada, llegaron los aplausos y salimos de escena, yo estaba tan caliente que me le fui al humo pero él también lo primero que hizo al quedar detrás del telon fue buscarnos para disculparse por el mal rato que nos había hecho pasar, explicando que lo había hecho para el público. "Eso no se hace", alcancé a decirle, levantando el dedito, pero el tipo enseguida volvió a escena para tocar un par de temas al piano, y cuando cerró con Tom Traubert's Blues ya me había olvidado de todo los que le quería decir. Tom Waits es Tom Waits, después de todo. No lo volvimos a ver, hubo una cena después de la charla a la que no nos invitaron, aunque al final por lo menos nos pagaron doble por el mal rato que tuvimos que pasar ahí arriba. La bronca me duró varios días, mas que nada bronca conmigo mismo, por no haber podido salir del paso, capeado el temporal y jugar también un rato a eso que él quería, pero es difícil hacerlo en un idioma que no es el tuyo, y ante Tom Waits, nada menos. Justo unos días después me tocó entrevistar a otro grande, Milo Manara, y lo hice en un sillón en medio de su muestra en una sala del Centro Cultural Borges, donde tuve otra vez que traicionar a mis principios para las entrevistas, porque se empezó a juntar a nuestro alrededor todos los que pasaban a ver sus dibujos. Pero como Manara es un caballero, la entrevista fue deliciosa, habló de todo, y tomó cada una de las preguntas que le hice para ir generosamente recorriendo su historia. Cuando terminó nuestra charla, la gente que se había juntado aplaudió espontáneamente, y yo no pude evitar putear mentalmente a Tom Waits, porque hubiese sido lindo que en el Alvear la hubiesemos pasado todos igual de bien. De la misma manera en que la podemos pasar escuchándolo cantar este tema que no es en realidad de Blind Willie Johnson, sino que el legendario bluesman texano fue el primero en grabarlo. Sus canciones son generalmente religiosas, y por el disco homenaje desfilan nombres como Lucinda Williams, Sinead O'Connor y Rickie Lee Jones, entre otros. John The Revelator podría traducirse directamente como Juan el Evangelista, y su temática es una eminentemente waitseana, el Apocalipsis. Así estamos entonces, nublados y apocalípticos. Pero por suerte hay música, y mucha. Por favor, que nunca falte.
Lunes nublado después de un fin de semana nublado, y por suerte llega con un nuevo Música Cretina bajo el brazo, listo para dar por terminado este mayo nunca tan poco patrio, qué joder. Un no-programa que abre con lo último que se sabe de ese monstruo llamado Tom Waits, ya que es uno de los dos covers que aportó para un flamante disco de homenaje de Blind Willie Johnson titulado God don´t ever change, algo asi como Dios nunca jamás cambia, que es lo que debí haber tenido claro antes de aceptar subirme a un escenario para entrevistar al buen Tom, algo que sucedió hace ya casi -parece mentira- una década. Por recomendación de Jim Jarmusch, que le comentó lo bien que lo habían tratado cuando estuvo en Buenos Aires, Waits había aceptado una invitación del Festival de Cine porteño allá por 2007, cuando Jorge Telerman era intendente de la Ciudad de Buenos Aires --¿se acuerdan?-- y por lo tanto estaba detrás de todas estas cosas. De hecho, Waits era su capricho personal, y en realidad el sueño era que viniese a tocar, pero como el artista entonces no estaba tocando en vivo y ni siquiera tenía una banda armada, convinieron que viniese a dar una charla magistral, al final de la cual, sí, se tocaria un par de temas solito al piano. El asunto era armar esa charla, que en realidad sería una entrevista pública, y para eso había que encontrar alguien que lo entrevistase. Ahí fue cuando sonó mi teléfono y una voz dijo: "¿Te gustaría entrevistar a Tom Waits?" Waits es conocido por hacer pasar mal a todos los que lo entrevistan de manera pública, y antes de mi llamado supe que hubo un par que respondieron no gracias. Pero en ese momento pensé: para esto es que uno se hizo periodista, tomé aire y contesté que si. Como la charla sería en inglés, y no quería estar solo ahí arriba con mi inglés apolillado, invité a mi compañera en Radar, Mariana Enriquez, una auténtica fanática de Tom, que además lo habla de manera cotidiana, ya que su pareja es australiana. Tuvimos una primer charla con el manager de Tom, en la que le explicamos que la idea era hacer una entrevista tipo Actor's Studio: nosotros prepararíamos un cuestionario histórico, y Tom iría respondiendo lo que quisiera. Después de todo, se suponia que era una charla magistral, nuestra presencia ahí era apenas para que Tom no tuviese que llenar el espacio correspondiente a un show hablando solo. Todo bien, qué buena idea, gracias, nos vemos ahí, todo va a salir bien, Tom esta encantado de estar aquí. Después pasamos directamente al día en que conocimos a nuestro entrevistado, en los camarines del Teatro Alvear, minutos antes de salir a escena. Estaba con su mujer, Kathleen Brennan, que nos preguntó qué pensábamos hacer, y le contamos lo del Actor's Studio y simplemente dijo: mmm, no creo que sea una buena idea. Mariana y yo nos congelamos. Antes de salir para el escenario, me acuerdo que Tom estaba visiblemente inquieto, y me preguntó: "¿Qué te parece que pasará ahí arriba?" Y yo le respondí: "Este teatro esta lleno de gente que se sabe todas tus canciones aunque la mayoría de ellos no hablen inglés, así que no te preocupes, cualquier cosa que hagas va a estar bien". Mariana describió muy bien al Waits que conocimos durante esos momentos: "Parecía un tipo que se había pasado la mitad de su vida necesitando un trago". Lo que sucedio a partir de entonces fue uno de los momentos mas incomodos de mi carrera como periodista, ya que Waits decidió hundirnos a Mariana y a mi para ganarse el favor del público, cuestionando todas nuestras preguntas y burlándose de ellas. Siempre insisto en que las entrevistas deben hacerse en solitario, periodista y artista, nadie mas, porque si se queda cerca alguien, incluso el fotógrafo o el representante de prensa, el entrevistado empieza a responder conciente de ese público, empieza a actuar, y la entrevista se convierte en otra cosa. Así que el colmo de esa clase de problema fue lo que pasó esa tarde en el Alvear, donde terminé haciendo de sparring de Tom Waits, y me comí todos los golpes para que él saliera siempre bien en las fotos, algo que claramente Waits no necesitaba. Lo cierto es que cuando nos quedó claro que estábamos ahi arriba para ser sacrificados, yo elegí hacerlo aferrado a mi lista de preguntas. Pensé: "¿Así que no te gusta responder a esta clase de preguntas? Entonces yo te las voy a hacer todas". Por eso es que, después de masticar la humillación pública durante una semana, cuando agarramos la desgrabación de la charla para publicarla en Radar descubrimos que habíamos hecho hablar a Tom Waits como pocas veces lo había hecho. Me acuerdo que un tiempo después me cruce unos mails con Barney Hoskyns, uno de sus biografos no-oficiales, y me dijo que no me preocupase, que todos los que lo entrevistaban publicamente iban al matadero, pero que lo que habíamos conseguido no estaba nada mal. Cuando la charla se dio por terminada, llegaron los aplausos y salimos de escena, yo estaba tan caliente que me le fui al humo pero él también lo primero que hizo al quedar detrás del telon fue buscarnos para disculparse por el mal rato que nos había hecho pasar, explicando que lo había hecho para el público. "Eso no se hace", alcancé a decirle, levantando el dedito, pero el tipo enseguida volvió a escena para tocar un par de temas al piano, y cuando cerró con Tom Traubert's Blues ya me había olvidado de todo los que le quería decir. Tom Waits es Tom Waits, después de todo. No lo volvimos a ver, hubo una cena después de la charla a la que no nos invitaron, aunque al final por lo menos nos pagaron doble por el mal rato que tuvimos que pasar ahí arriba. La bronca me duró varios días, mas que nada bronca conmigo mismo, por no haber podido salir del paso, capeado el temporal y jugar también un rato a eso que él quería, pero es difícil hacerlo en un idioma que no es el tuyo, y ante Tom Waits, nada menos. Justo unos días después me tocó entrevistar a otro grande, Milo Manara, y lo hice en un sillón en medio de su muestra en una sala del Centro Cultural Borges, donde tuve otra vez que traicionar a mis principios para las entrevistas, porque se empezó a juntar a nuestro alrededor todos los que pasaban a ver sus dibujos. Pero como Manara es un caballero, la entrevista fue deliciosa, habló de todo, y tomó cada una de las preguntas que le hice para ir generosamente recorriendo su historia. Cuando terminó nuestra charla, la gente que se había juntado aplaudió espontáneamente, y yo no pude evitar putear mentalmente a Tom Waits, porque hubiese sido lindo que en el Alvear la hubiesemos pasado todos igual de bien. De la misma manera en que la podemos pasar escuchándolo cantar este tema que no es en realidad de Blind Willie Johnson, sino que el legendario bluesman texano fue el primero en grabarlo. Sus canciones son generalmente religiosas, y por el disco homenaje desfilan nombres como Lucinda Williams, Sinead O'Connor y Rickie Lee Jones, entre otros. John The Revelator podría traducirse directamente como Juan el Evangelista, y su temática es una eminentemente waitseana, el Apocalipsis. Así estamos entonces, nublados y apocalípticos. Pero por suerte hay música, y mucha. Por favor, que nunca falte.
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