Ya estamos muertos, simplemente aún no estamos enterrados/ Tomá mi mano, te voy a mostrar lo que hay alrededor/ Sabés que tengo razón, no lo pienses demasiado/ La vida y la muerte son cosas que haces cuando estás
aburrido
Vengo de ver a John Cale tocar en Buenos Aires veinticuatro años después. Cuando vino la primera vez, tocó solo al piano, y nos dejó a todos deslumbrados. Esta vez vino acompañado por un par de músicos, y fue al mismo tiempo un viejo meditabundo y deliciosamente tecnoso como un señor al piano. Fue aburrido, fue intenso, fue delicioso. Alternativamente. Y su versión de Waiting for the man me hizo desear que en realidad cantase Mercenaries (ready for war). Pero cuando se puso al frente con la acústica, la rompió con sus canciocitas, y después agarró la eléctrica y rockeó con ritmo y ganas, como un Talking Head que se comió un King Crimson, y recordó para despedirse que a Pablo PIcasso nunca nadie le dijo pelotudo. Llegó rengueando como un pirata al piano para el bis, y cantó una de sus canciones mas delicadas, y mi preferida, esa que habla de tener bien vigilado nuestro viejo corazón. Estoy hecho. Ah, y encima antes había cantado un tema que me hizo pensar en el mundo en el que vivo, un tema viejo que es el futuro, que siempre será el futuro. Y además gritar su estribillo me permitió molestar un poco más a la chica de la fila de adelante, que me habia chistado un par de temas antes porque se me ocurrió hablar durante alguna canción. Ah, que lindo el rock n roll, pobrecito el rock n roll. Y el miedo, qué duda cabe, es el mejor amigo del hombre. Gracias pirata John, por recordármelo.
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