No te puedo culpar a vos/ Pero quedé inflamado/ con pensamientos de lujuria y pensamientos de poder/ pensamientos de amor y pensamientos en el comandante Mao
Una tardecita de invierno con sol, se merece un
poco de Billy Bragg. Y más un tema como éste, llamado algo así como el cuarto
más cálido. O, mejor dicho, caliente. Está incluido en un disco extraordinario,
aunque más no sea por su título: Hablando de poesía con el recaudador de
impuestos. En su versión original, hasta incluía una frasecita en portada que
apostillaba: El difícil tercer disco. Y difícil estaba en
cursiva. Lo que me fascinaba –y me sigue fascinando, calculo—de esa época de
Bragg, es su honestidad para mezclar militancia y biología. Los protagonistas
de sus canciones creían saber qué hacer con la política pero no tenían ni idea
de cómo tratar al sexo opuesto. Ni qué hacer con el suyo. Esa dicotomía estalla
en este disco, donde conviven canciones de barricada con las confesionales,
pero alcanza su mejor momento en el disco siguiente, Worker’s
playtime, el de las canciones de amor gramscianas. Sin embargo, el del
Recaudador de impuestos tiene alguno de los mejores temas de Bragg –como el
formidable Greetings to the new brunette—y este enternecedor The warmest room, que cuenta los problemas en la cabeza de un pibe
caliente con su chica, pero que no sabe muy bien qué hacer con eso. Una noche
lluviosa/ pasada en el cuarto más caliente/ ella yacía ante mí y dijo/ sí, es
verdad que he visto algunos hombres desnudos/ mientras iba hacia la puerta/
dejándome tirado en el piso/ deseé haber cursado biología/ porque dentro mio
apareció una urgencia de hacerlo ahí mismo. Esos son los primeros versos de un tema que
bien podría ser presentado como ‘un adolescente enojado, católico y virgen le
canta a su novia’, en el que cada estrofa esconde un tesoro. Como dijo el
Hermano Barry/ cuando casó a Marion/ la esposa debe tener tres grandes
atributos/ inteligencia, un cuchillo del ejército suizo y encanto, canta un
Bragg que siempre tuvo un don especial para las frases populares, pero que también es capaz de murmurar, casi al pasar:
“Conozco gente cuya idea de diversión/ es arrojar piedras en el rio bajo el sol
de la tarde/ Oh, déjenme ser tan libre como ellos”. Sí, amo a Billy Bragg, amo
este disco, y amo sus canciones más inocentes, ingenuas y honestas, que son
capaces de terminar cantando cosas como “hagámonos nuestros análisis de sangre
ya”. Brindo por ellas al sol de un miércoles invernal, y a la luz también de un
Música Cretina que recién está
encendiéndose y dejándose escuchar.
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