No he encontrado todavía un lugar/ donde la gente baile el rock sin parar
Nada mejor que un rocanrol soleado para un mediodía nublado.
Nunca entendí el odio que despertó Polifemo en su momento dentro del rock
nacional. Es verdad, sus discos enteros tienen momentos que pueden resultar
infumables, pero es un grupo con un par de temas realmente luminosos, y con
mucho menos que eso más de una banda ha sabido encontrar un mínimo
reconocimiento. Hoy Polifemo, sí, es respetado, o al menos recibido con una
sonrisa por el conocedor. Pero en su momento fue tan resistido por ese
“nosotros” del rock nacional, que ya estaban separados para cuando salió su
segundo disco. ¿Por qué habrá sido? ¿Eran demasiado “superficiales” al pedirle
al rock que se suelte en un momento que el género había decidido tomarse
demasiado en serio? Recuerdo que en aquel reportaje de Spinetta con Grinberg en
el Como vino la mano, el Flaco se despachaba a gusto contra el arte
de tapa del primer disco del grupo, y especialmente contra Lebón. ¿Habrán sido
los celos, entonces? ¿El hecho de que el grupo, que estaba integrado
básicamente por los músicos que rodeaban a Sui Generis, se quedase tocando
después del Adiós? Oye Dios es un simple que salió entre el primer
disco y el segundo, y anticipa cómo sonaría, de entonces y para siempre, el
mejor Daivis solista. Además, casi cuatro décadas después, sigue sonando fresco
como una lechuga. Y así es como cierra el Música Cretina de esta semana, antes
de que el nuevo empiece a pedir pista. Seguiré buscando hasta encontrar/
alguien que me invite a bailar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario