El padre, el hijo y el presentador del programa de juegos/ vinieron a mí en la Costa Oeste/ y me dijeron que podía volar
Con estos versos, y una guitarra que suena al revés a lo
Beatle, empieza uno de los cortes de un curioso disco olvidado, el segundo álbum
solista –¿es que había uno antes?—de Stephen Duffy, titulado simplemente Duffy,
que data de mediados de los 90, pleno Brit Pop. Tal vez por eso bien olvidado
esté, pero lo que lo transforma en un objeto fascinante es su autoconciencia,
evidente en este Sugar high, traducible –ayúdenme, esto es lo mejor que pude—como
Subidón de azúcar. Suspendido en el pálido cielo azul/ Cantando canciones para
míticos jovencitos y jovencitas afortunados, resume admirablemente el asunto
en su estribillo. Cuenta la leyenda que Duffy fue uno de los integrantes originales
de Duran Duran, pero se fue antes del debut. Y luego armó un grupejo de culto,
llamado The Lilac Time. Ah, y también se debe haber hecho millonario
componiendo junto a Robbie Williams su disco más vendido en todo el mundo,
Intensive care. Pero su pasaporte Cretino es este disco, y este tema, que
siempre me hizo acordar a la novela Mr. Vertigo, de Paul Auster. Pero eso es
culpa mía, la estaba leyendo por entonces, en tiempos de viajes a Europa y cierta
novia desaparecida, que me regaló días inquietos, dignos de mi propio comienzo de
novela a lo Auster. Pero eso es otra historia. La de Duffy es la apropiada para
este miércoles soleado, después de la tormenta. Y la que arranca el Lado A del
último no-programa. No necesitás jets, no necesitás alas/ sólo tener fe en tonterías/
como no envejecer y morir.
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