Si algún día pensás en mí/ Sólo recordá que fuimos jóvenes alguna vez/ Y que me diste tu corazón
No se por qué siempre me gustó Tanita Tikaram. Digo que no
se la razón, porque googleo sus imágenes y sólo me aparece en poses seudo
seductoras que no me dicen mucho. Recuerdo un tema viejo en un ¡cassette!,
llamado algo así como Elephant. Tal vez la culpa la tenga la sangre de su padre
fijiano y su madre malaya, que la dio a luz en Alemania, pero ella terminó
criándose en Gran Bretaña, donde –dice Wikipedia—se destacó en política y sociología
en el Queen’s Mary College y se inscribió en la Universidad de Manchester, para
abandonarlo todo por su carrera musical a partir de los 19 años. Sigo leyendo y
me entero que ese tema que tanto recuerdo es de su disco Eleven kinds of
loneliness (1992), y --bien propio de mi cretinismo-- es el primero que Tanita
se autoprodujo, liberándose de quienes habían moldeado su éxito musical desde
los 19 años. También es el que peor vendió en toda su carrera. En realidad,
mientras vuelvo a escuchar el luminoso If the world should want for love, creo
que la clave de mi debilidad por la bella Tanita está en su voz aterciopelada,
que además parece envejecer cada vez mejor. Y, claro, en las canciones.
Incluido en su último disco, el primero desde que en el 2005 publicó uno con
Nick Lowe como invitado, es un tema melancólico en el que la cantante se
disculpa por sus errores sentimentales, y le pide a su ex que recuerde con
ternura cada momento preciado. Como esta mañana de viernes, de día de los
inocentes, de fin de año. Algo que Tanita también recuerda desde el Lado A del
Música Cretina de esta semana, entre M Ward y lo nuevo de Benjamin Biolay.
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