Soy el hombre con la cabeza de lamparita/ me prendo solo en medio de la oscuridad
Más luz para este fin de semana. Y no me imagino nadie
más luminoso que Robyn Hitchcock. Escuchar sus canciones siempre me dio
ternurita, más allá de la locura, la psicodelia y la furia. Ok, si, I wanna
destroy you, pero de amor. Creo que la
primera vez que vi algo sobre Hitchcock fue justamente este video, tal vez en
la casa de Rafa Hernández, en una de ésas la misma noche que los Redondos
acababan de tener listo su primer video, el del Puticlub, y se reunieron
alrededor del poseedor de la videocassetera más cercano, en todo sentido. Ahí estábamos
todos, el Indio, Skay, la Negra, Rosso, el Rafa, y alguno más, seguro. Como
este servidor, que colaboraba en Piso 93 y empezaba a conocer a esa tribu. Nos deslumbraba Hitchcock, el hombre con la cabeza de lamparita. Volver a ver hoy
ese video gracias a YouTube –entonces no había forma de ver nada como esto,
recuerden, no sólo no había internet... ¡tampoco había cable!-- es volver a
sentir esa excitación, ese cable pelado. ¿Cómo no querer a Hitchcock? Era
psicodelia pero en armas, punk sólo por ser rocker, como Atila cargando directamente
hacia vos, pero en vez de querer destruir todo –I wanna destroy you, again—lo que
quería era recrearlo, liberarlo, sacarlo afuera. Dicen que después de que
pasaba Atila no crecía el pasto, y por donde pasaba Robyn salían una y mil
flores, plantas carnívoras, palmeras, de todo. “La única influencia que tuvo
sobre nosotros el punk es que nos hizo tocar más rápido y dejar de hacer covers
de Cream por dos años... ¡bueno, tal vez 18 meses!”, bromeó Robyn cuando le
mencioné al punk en el ida y vuelta de mails con el que armé la nota que hoy sale
en Radar. Si, ésta es la semana Hitchcock, celebremos. Por eso es que está en
el Música Cretina de la semana pasada, y también en este, entre David “Esto-es-lo-que-yo-soy” Lebón y La Costa Brava. A Robyn lo trae un amigo montevideano,
por las suyas, de copado (otra vez: ¡gracias Felipe!), así que no se puede no
militarlo. Para cosas como ésta es que uno hace lo que hace, después de todo.
Se trata de compartir, no de acaparar. Le pregunté a Robyn por el video, y me
contestó: “Cuando lo vuelvo a ver hoy en día me veo disfrazado de una persona
joven, usando todos los estilos que podía manejar, para producir lo que siempre
había querido producir: música. Eso sí, no puedo dejar de pensar que los
responsables de Pixar deben haber visto el video al menos una vez, ya que
aparece la lámpara animada de su logo... ¡pero mucho tiempo antes! O tal vez
fue puro zeitgeist”. Lo demás está en la nota que salió hoy en la tapa de Radar.
Y Robyn toca en Buenos Aires el viernes. Por fin. Nos veremos todos ahí.
Espero.
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