A veces me pregunto/ ¿debo votar rojo por mi clase, o verde por nuestros chicos?/ Pero cualquiera sea la elección que haga/ No bajaré mis brazos
Aún me acuerdo todo lo que me emocionó esa confesión de
Bragg, cuando salió William Bloke, a mediados de los noventa. Uno la relee
ahora, y la verdad que suena ingenua antes que emotiva. Pero eran las palabras
de un tipo de izquierda que se había embanderado en la lucha de los mineros
británicos contra la Thatcher, que había viajado a Moscú e incluso había
grabado un EP de tapa roja titulado, simplemente, La Internacional. Un tipo que
se había callado con el cambio de década, y volvía con una voz adulta, y
profundamente confesional. ¿Cómo no emocionarse? Creo que no hay artista
internacional del que haya escrito tanto como Billy Bragg. Con él soy como suele
hacer Fresán con sus fanatismos: cada disco que saca pienso que merece nota. ¡E incluso cuando no tiene disco!
Lo escuché por primera vez en la disquería de Alfredo Rosso, Tabú, cuando el buen Alfred atendía al público entre cada viaje al sótano. Ese primer vinilo que compré tenía un título irresistible: Discutiendo de poesía con el recaudador de impuestos. Pero creo que lo que me convenció una subtítulo agregado en tapa: El difícil tercer disco. Una burla a una frase hecha del periodismo de rock, esa que dice que un artista tiene toda la vida para hacer su primer disco, pero apenas un año (o menos) para el segundo. (Aunque en realidad era su primer larga duración, ya que sus dos discos anteriores eran EPs). Pero no hacía falta ninguna frase cómplice para entusiasmarse con ese disco de Bragg, que abre con la irresistible Greeting to the New Brunette (“Estoy celebrando mi amor por vos/ con una cerveza y un nuevo tatuaje”), acompañado por la guitarra de Johnny Marr. Pero también incluye himnos de barricada como There is power in a union o Help save the youth of America. Conciencia izquierdista del rock británico, revival del punk con sólo una guitarra eléctrica, Bragg es un tipo sensible y nostálgico, cuya ternura sólo puede ser comparada por su fortaleza ideológica y sinceridad. No hay disco de Bragg que sea malo, aunque aún hoy sigo prefiriendo los primeros, en los que apenas si se acompaña por una guitarra eléctrica y con una voz nasal clara y fuerte, algo que para mí siempre será más sinónimo de música urgente que cualquier cantidad de tipos berreando y aporreando sus instrumentos. Su disco mas confesional es Worker’s playtime, el cuarto, que tiene mas que nada canciones de amor. Canciones de amor gramscianas, como aclara Bragg en la tapa. (Tiene un gran sentido del humor, este Bragg). Lo vi en vivo sólo una vez, en un viaje a Londres. Hice el gran truco del periodista de viaje: fui a la prueba de sonido, hablé con el manager, le expliqué que venía de muy lejos y pedí una entrevista. Me dijo que era imposible entrevistarlo, pero que ponía a mi disposición una entrada para ver el show de esa noche. Allá fui, me senté en el pulman de un teatro grande como el Opera, y canté a voz en cuello versos como “No estoy buscando cambiar el mundo/ sólo estoy buscando una nueva chica” o “Vos y yo somos víctimas de un amor/ que perdió mucho en la traducción”. De pronto, descubrí que estaba llorando sin darme cuenta. Me di cuenta que era por la emoción de estar cantando a los gritos, pero acompañado por un teatro lleno, canciones que estaba acostumbrado a cantar solo en mi casa. Cuando apareció William Bloke, hace unos años que no salía un disco nuevo de Billy. Tal vez por eso le presté tanta atención, y por eso la emoción ante sus confesiones. Que con el tiempo tal vez suenen ingenuas, pero siguen siendo igual de sinceras. Y ese hammond que acompaña su guitarra aún me conmueve como la primera vez que lo escuché. De entonces a ahora Bragg se ha hecho algo más conocido por estos pagos, al menos por sus discos junto a Wilco, poniéndole música a Woody Guthrie. Su último disco se tituló Mr Love & Justice, y por supuesto que hice nota al respecto. Hasta tengo el simple de vinilo, con el tema que abre el disco: I keep faith. Toda una declaración de principios. De los dos. De Billy y mía. Por eso es que en un Musica Cretina con mayoría de clásicos de mi discoteca –todo directamente de CD, nada digital--, Billy Bragg no podía faltar. From red to blue quiere decir Del rojo al azul, pero también puede ser traducido como De la izquierda a la tristeza, y toma la forma de una charla con un viejo amigo que ha arreado sus ideales. Por eso el video que alguien subió a YouTube decidió ilustrarlo sólo con una foto de Tony Blair. En el no-programa de esta semana suena entre La Hermana Menor y Mavis Staples. Todos sosteniendo la bandera bien alta. La Hermandad Cretina en acción.
Lo escuché por primera vez en la disquería de Alfredo Rosso, Tabú, cuando el buen Alfred atendía al público entre cada viaje al sótano. Ese primer vinilo que compré tenía un título irresistible: Discutiendo de poesía con el recaudador de impuestos. Pero creo que lo que me convenció una subtítulo agregado en tapa: El difícil tercer disco. Una burla a una frase hecha del periodismo de rock, esa que dice que un artista tiene toda la vida para hacer su primer disco, pero apenas un año (o menos) para el segundo. (Aunque en realidad era su primer larga duración, ya que sus dos discos anteriores eran EPs). Pero no hacía falta ninguna frase cómplice para entusiasmarse con ese disco de Bragg, que abre con la irresistible Greeting to the New Brunette (“Estoy celebrando mi amor por vos/ con una cerveza y un nuevo tatuaje”), acompañado por la guitarra de Johnny Marr. Pero también incluye himnos de barricada como There is power in a union o Help save the youth of America. Conciencia izquierdista del rock británico, revival del punk con sólo una guitarra eléctrica, Bragg es un tipo sensible y nostálgico, cuya ternura sólo puede ser comparada por su fortaleza ideológica y sinceridad. No hay disco de Bragg que sea malo, aunque aún hoy sigo prefiriendo los primeros, en los que apenas si se acompaña por una guitarra eléctrica y con una voz nasal clara y fuerte, algo que para mí siempre será más sinónimo de música urgente que cualquier cantidad de tipos berreando y aporreando sus instrumentos. Su disco mas confesional es Worker’s playtime, el cuarto, que tiene mas que nada canciones de amor. Canciones de amor gramscianas, como aclara Bragg en la tapa. (Tiene un gran sentido del humor, este Bragg). Lo vi en vivo sólo una vez, en un viaje a Londres. Hice el gran truco del periodista de viaje: fui a la prueba de sonido, hablé con el manager, le expliqué que venía de muy lejos y pedí una entrevista. Me dijo que era imposible entrevistarlo, pero que ponía a mi disposición una entrada para ver el show de esa noche. Allá fui, me senté en el pulman de un teatro grande como el Opera, y canté a voz en cuello versos como “No estoy buscando cambiar el mundo/ sólo estoy buscando una nueva chica” o “Vos y yo somos víctimas de un amor/ que perdió mucho en la traducción”. De pronto, descubrí que estaba llorando sin darme cuenta. Me di cuenta que era por la emoción de estar cantando a los gritos, pero acompañado por un teatro lleno, canciones que estaba acostumbrado a cantar solo en mi casa. Cuando apareció William Bloke, hace unos años que no salía un disco nuevo de Billy. Tal vez por eso le presté tanta atención, y por eso la emoción ante sus confesiones. Que con el tiempo tal vez suenen ingenuas, pero siguen siendo igual de sinceras. Y ese hammond que acompaña su guitarra aún me conmueve como la primera vez que lo escuché. De entonces a ahora Bragg se ha hecho algo más conocido por estos pagos, al menos por sus discos junto a Wilco, poniéndole música a Woody Guthrie. Su último disco se tituló Mr Love & Justice, y por supuesto que hice nota al respecto. Hasta tengo el simple de vinilo, con el tema que abre el disco: I keep faith. Toda una declaración de principios. De los dos. De Billy y mía. Por eso es que en un Musica Cretina con mayoría de clásicos de mi discoteca –todo directamente de CD, nada digital--, Billy Bragg no podía faltar. From red to blue quiere decir Del rojo al azul, pero también puede ser traducido como De la izquierda a la tristeza, y toma la forma de una charla con un viejo amigo que ha arreado sus ideales. Por eso el video que alguien subió a YouTube decidió ilustrarlo sólo con una foto de Tony Blair. En el no-programa de esta semana suena entre La Hermana Menor y Mavis Staples. Todos sosteniendo la bandera bien alta. La Hermandad Cretina en acción.
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