Feria moderna/ la invitación sensual/ Oh, telefonista/ la palabra ya murió
Estuve ahí cuando los Paralamas grabaron su acústico en el
Jardim Botánico de Río de Janeiro. Fui a cubrirlo para Página, pero en realidad fue una invitación
con la que cumplieron con la promesa de llevarme con ellos a Brasil que venían
realizando desde que nos conocimos. Todo comenzó cuando tuve la suerte o el
timming exacto como para entrevistar a Herbert Vianna justo antes de los shows
en el Gran Rex con los que se consagraron casi como un grupo argentino más. Por
entonces, si Buenos Aires es una ciudad que le da proverbialmente la espalda al
río, el periodismo de rock porteño era decididamente ombliguista. O sino anglófilo.
No había término medio. A mí se me ocurrió pasar por el ensayo del grupo antes
de sus shows en el Gran Rex, y charlamos con Herbert de su fanatismo por Fito,
Charly y, una novedad entonces, Luca Prodan y Sumo.
Si mal no recuerdo, fue mi
primer tapa del suple No (la entregué de apuro cuando el editor, Carlos
Polimeni, se enteró que yo tenía esa nota, porque la había hecho por las mías...
¡y era tan pichi que ante su apuro se la entregue en formato pregunta-respuesta,
sin intro, casi una desgrabación!) y selló mi amistad con el grupo para
siempre. A partir de entonces los entrevisté cada vez que vinieron, me gané el
apodo (juro que era cariñoso) de Olorín, porque éramos fanáticos de Ren &
Stimpy, y Herbert me dejaba libros y discos brasileros en cada viaje. El debut
de Chico Science & Naçao Zumbi que tengo en mi discoteca me lo trajo
especialmente para que viese lo nuevo que estaba sucediendo por allá. Hasta
hubo un amague de escribir un libro sobre ellos para la editora AC, cuya colección
de rock dirigía Eduardo Berti. Pero había que invertir en irse a Brasil, a hacer
entrevistas, y no sabía de dónde conseguir la plata. No quería pagar yo el
pasaje. Lo dicho, era un pichi. Cuando internet empezó a permitir un contacto
más directo, empecé a comunicarme seguido con el amigazo Joao Barone, que era
el que más dominaba el castellano. Y con Lucy, la mujer de Herbert, que sí
usaba el mail. Siempre le pidieron a EMI que me contratase para escribir las
gacetillas locales de sus discos, algo de lo que yo terminé escapándome porque
sentía que no me permitía ejercer libremente mi labor de periodista (¿lo
digo otra vez? ¡hay que ser pichi!), pero si acepté con orgullo escribir un
textito para el lanzamiento brasileño de 9 luas, un hermoso disco que pasó totalmente
desapercibido tanto allá como acá. Como empezaron a venir menos porque acá ya
no les daban bola, y allá en cambio después de ignorarlos un rato empezaban a
redescubrirlos como clásicos, nos empezamos a ver menos. El acústico fue una
oportunidad de complotar para reencontrarnos, y allá fui a Rio, a pasar un fin
de semana con Herbert y su familia y el resto del grupo en un hotelito al lado
del mar y cerca del Jardim Botánico, centro de operaciones del grupo durante
las grabaciones. Además de las imágenes que regresan al releer esta crónica del
evento, recuerdo que me entusiasmé con el cover de Legiao Urbana –¡con Dado
Villa Lobos en guitarra!—y un hermoso tema llamado Feira moderna, que me
explicaron entonces que había sido un hit de Beto Guedes durante los ochenta.
Hay veces que internet no ayuda, sino que confunde, porque cuando empecé a buscar
precisiones sobre la versión original, nunca terminé de encontrar una buena
historia sobre las idas y vueltas del tema. O sea, me quedó claro que hay idas
y vueltas --que es un tema que compuso también Lo Borges, que formó parte del
repertorio de la turma mineira del Café de la Esquina que bajó a la capital durante
los setenta de la mano de Milton Nascimento, etc etc--, pero nunca encontré la historia
de la versión ochentosa del tema, la que se hizo popular y motivó el cover de
los Paralamas. Pero buscando apareció esta joyita del rock setentoso brasileño,
que merece ser vista una y otra vez. Después de disfrutar, claro, de la versión
no-tan-acústica que cierra el Música Cretina de la semana pasada...
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