Y tenían sus canciones para cantar/ y no tenían tiempo que perder
A pesar de que cuando me preguntan qué estilo de musica me gusta suelo contestar que lo que me gustan son las canciones, tengo que confesar que nunca fui fan de unos consumados autores de justamente esa materia prima como los australianos The Go-Betweens. De hecho, el unico disco de ellos que realmente conozco es apenas el mas famoso, 16 Lovers Lane, y ni siquiera en su versión oficial, sino que en una versión demo que compré --si mal no recuerdo-- en alguna revista y que es uno de los tesoros menores de mi discoteca. Por la misma razon, jamás seguí demasiado de cerca la carrera solista de sus integrantes, Grant McLennan y Robert Forster, el primero considerado el McCartney del dúo, melodista y optimista, ante ese Lennon que siempre fue considerado el segundo. Separados durante los 90, con el cambio de siglo dúo volvio a reunirse, hasta el sorpresivo fallecimiento de McLennan. Y sucede que, si dentro del rock todos los grupos felices pueden ser ignorados por quienes no los conocen o creen que lo hacen, cuando llegan esos momentos de infelicidad que cada grupo o sus restos atraviesan como pueden es imposible no quedarse mirando, como quien pasa cerca de un accidente. A pesar del innegable atractivo del título del primer disco solista de Forster después del triste fin de la reunión con su amigo de toda la vida, The evangelist, empecé a prestarle especial atencion recién cuando conseguí el libro que compila sus artículos periodísticos. Especialmente por sus 10 reglas del rock'n'roll, lista que titula su libro, y que tiene items como: "Ningún grupo hace nada nuevo sobre el escenario después de los primeros 20 minutos", "La banda con la mayor cantidad de tatuajes tiene las peores canciones" o "Los grandes grupos no tienen miembros haciendo discos solistas". La última de esas reglas es casi una confesión: "La banda de tres integrantes es la forma mas pura de la expresión del rock'n'roll". Y así es como suena --puro y rocker-- su último disco, el arrebatador Songs to play, que musicalizó mi fin de año, y fue especialmente la banda de sonido de un lluvioso y eterno viaje en micro de regreso a casa. Y esa huida que es todo regreso terminó siendo encarnado por estos cantautores que esgrimen sus canciones como crímenes, y que protagonizan esta perla de Songs to play, que brilla en la mitad del Lado B de un no-programa que todavía tiene muchos tesoros por descubrir. Y ya no tiene tiempo para perder.
A pesar de que cuando me preguntan qué estilo de musica me gusta suelo contestar que lo que me gustan son las canciones, tengo que confesar que nunca fui fan de unos consumados autores de justamente esa materia prima como los australianos The Go-Betweens. De hecho, el unico disco de ellos que realmente conozco es apenas el mas famoso, 16 Lovers Lane, y ni siquiera en su versión oficial, sino que en una versión demo que compré --si mal no recuerdo-- en alguna revista y que es uno de los tesoros menores de mi discoteca. Por la misma razon, jamás seguí demasiado de cerca la carrera solista de sus integrantes, Grant McLennan y Robert Forster, el primero considerado el McCartney del dúo, melodista y optimista, ante ese Lennon que siempre fue considerado el segundo. Separados durante los 90, con el cambio de siglo dúo volvio a reunirse, hasta el sorpresivo fallecimiento de McLennan. Y sucede que, si dentro del rock todos los grupos felices pueden ser ignorados por quienes no los conocen o creen que lo hacen, cuando llegan esos momentos de infelicidad que cada grupo o sus restos atraviesan como pueden es imposible no quedarse mirando, como quien pasa cerca de un accidente. A pesar del innegable atractivo del título del primer disco solista de Forster después del triste fin de la reunión con su amigo de toda la vida, The evangelist, empecé a prestarle especial atencion recién cuando conseguí el libro que compila sus artículos periodísticos. Especialmente por sus 10 reglas del rock'n'roll, lista que titula su libro, y que tiene items como: "Ningún grupo hace nada nuevo sobre el escenario después de los primeros 20 minutos", "La banda con la mayor cantidad de tatuajes tiene las peores canciones" o "Los grandes grupos no tienen miembros haciendo discos solistas". La última de esas reglas es casi una confesión: "La banda de tres integrantes es la forma mas pura de la expresión del rock'n'roll". Y así es como suena --puro y rocker-- su último disco, el arrebatador Songs to play, que musicalizó mi fin de año, y fue especialmente la banda de sonido de un lluvioso y eterno viaje en micro de regreso a casa. Y esa huida que es todo regreso terminó siendo encarnado por estos cantautores que esgrimen sus canciones como crímenes, y que protagonizan esta perla de Songs to play, que brilla en la mitad del Lado B de un no-programa que todavía tiene muchos tesoros por descubrir. Y ya no tiene tiempo para perder.
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