viernes, 25 de septiembre de 2020

El signo de los tiempos

Es tonto, ¿no?/ Cuando un cohete espacial explota y todos siguen queriendo ser astronautas/ pero algunos dicen que un hombre no está feliz hasta que verdaderamente muere/ ¿Oh, por qué?

Al comienzo de esta pandemia una escritora confesó que no podía leer ningún libro de su biblioteca, porque no soportaba que sus personajes actuasen como si nada sucediese, como todos los días de esos días que ya no eran, y no como la vida que estábamos teniendo. Pensé entonces que con la música no pasaba lo mismo, o por lo menos no me pasaba eso a mí. Porque --como todos sabemos, y como no hago más que descubrir y escribir una y otra vez-- las canciones lo saben siempre todo antes que nosotros. A esta altura, a mis clásicos no les puedo esconder nada, me acompañan desde hace tanto tiempo que me conocen más que mis mejores amigos. Desde que empezaron estos días extraños, cada vez que regreso a mis discos de siempre, los que he escuchado mil veces, en toda clase de circunstancias, internas y externas, siempre hablan de exactamente esto que está sucediendo, ahora mismo, acá. Todo esto viene a cuento por los versos con los que arranca este post, del tema que bautiza un disco que acaba de reeditarse y que desde hoy mismo se puede volver a escuchar online donde sea que uno busque. Ese doble que fue como un golpazo en la cara de todos los que entonces escuchaban música y habían tenido el tupé de ignorar a un petizo ególatra, sexópata, virtuoso y genial llamado Prince. Y para sus fans también. Porque en un mundo que empezaba a despertarse de la burbuja neocon de los 80, pero que paradójicamente se estaba acelerando --En septiembre mi primo probó un porro por primera vez/ Ahora está usando heroina, es junio--, todo estaba señalando el signo de los tiempos. Como ahora: primero burbuja otra vez, acelerador a fondo después. Cuenta la leyenda que por entonces --como siempre, en realidad-- Prince no paraba de tocar, grabar y producir, y llevaba completados cinco disco cuando su sello Warner, le dejó en claro que no los iba a editar a todos. Hizo entonces una selección y quedó un álbum doble, uno que pasó a la historia. Y que dejó su huella para siempre en el rock argentino, vía Fito y Charly, y más también. Si en la vida nos comportáramos como en esos pueblos en los que llevan presos a los padres por las cosas que hacen sus hijos antes de la mayoría de edad, tal vez Prince --como Police antes, y Red Hot Chili Peppers después-- estaría aún cumpliendo su pena en prisión por alguna de las cosas que supieron hacer varios de los que siguieron sus pasos. Pero su genialidad es indudable, así como su creatividad y una sensibilidad que está escondida detrás de tanto glamour, despliegue y purpurina, pero que estalla en su música y sus letras. Sign O’ The Times tal vez suene hoy por momentos fuera de época, pero sólo porque lo que se escuchó entonces por primera vez ahí hoy ya lo hemos escuchado tantas veces y de tantas maneras que ya no lo podemos rastrear emocionalmente hasta su génesis. Pero en su mayoría suena como si se estuviese escribiendo hoy mismo, ayer, mañana por la mañana. O por la noche. Y lo que más me inquieta es que fue escrito por un hombre adorado por multitudes, que murió solo en una casa enorme. Lo encontraron tirado en un ascensor, atiborrado de calmantes. Casi como una postal de una pandemia que aun no había sucedido. Ese futuro hacia el que corría. Ese presente que nos está atropellando. El signo de los tiempos juega con tu cabeza/ Apurate antes de que sea tarde. Eso. Apurémonos.

martes, 22 de septiembre de 2020

Zilla Mayes, "All I want is you"

Como dicen por ahí: quedate con alguien que te mire como Dave Godin mira a Martha Reeves y Marvin Gaye. Supongo que las dos estrellas no necesitan presentación, así que hablemos del blanquito a la derecha de la foto, un británico que se enamoró de la música negra al punto de dedicarse a difundirla con pasión y entrega desde que --como detalló alguna vez-- escuchó por primera vez en su tierna infancia el tema Mama, he treats your daughter mean, de Ruth Brown. Semejante precisión incluso a la hora de su big bang era esperable cuando se trata de Godin, el hombre que le puso nombre al Northern Soul, la música que escuchaban en los clubes del norte de Inglaterra mientras que en Londres sonaba la hora del funk y del reggae. Una inexplicable pasión por lo que ya nadie escucha: eso fue en esencia el Northern Soul --además de involucrar la fidelidad por sus gustos de la gente humilde tildada de grasa-- y eso fue lo que bautizó Godin, tal vez porque una semejante luz fue la que guió su vida, que dedicó a difundir una música hasta entonces desconocida para él, pero que le había llegado al corazón. O al alma. O como queramos llamar a eso que nos guía y nunca se equivoca. Conocí la leyenda de Godin cuando llegó a mis manos una de las extraordinarias compilaciones que realizó hacia el final de su vida, basadas en el llamado Deep Soul, que vendría ser --hasta donde yo entendí-- el soul del sur profundo norteamericano. Eran discos hermosos, llenos de música que funcionaba en el ocasional escucha como le había sucedido a Godin con aquel primer tema: apenas escuchabas una de sus selecciones quedabas hechizado. No menor en ese hechizo eran los textos del librillo que acompañaba el cd, que presentaban cada uno de sus temas. En la época en que hacíamos diariamente con Martín Rea el programa Lo que más me gusta hacer en Supernova llegó a mis manos el cuarto volumen de la serie, y lo gasté pasando la mayoría de sus temas. Sólo cuatro compilaciones de Deep Soul llegó a hacer Godin antes de morir en el 2004, y todas ellas son difíciles de conseguir, objeto de colección. Pero una de las grandes noticias musicales de fines del año pasado para los amantes de los discos fue que, recordando su figura, finalmente se editó un quinto volumen de la serie, compilando temas que Godin siempre quiso incluir en sus discos pero nunca pudo por problemas de derechos. Y lo mas emocionante es que, para hacer los textos incluidos en el librillo, se anotaron muchos de sus colegas y amigos del periodismo musical británico. De ese quinto volumen de la Dave Godin’s Deep Soul Series es que sale un tema incluido en el último Música Cretina que sigo invitando a todxs ustedes a escuchar ahora en esta incipiente primavera. Se trata de All I want is you, un tema firmado por Alain Toussaint, que canta la pionera Zilla Mayes y que suena casi al comienzo del Lado A, asi que si hacen play no va a pasar mucho tiempo antes de que la escuchen cantar. Todo lo que quiero sos vos, dice la joven Zilla, y cantamos todxs. Porque seguramente todxs tenemos algo que es lo único que queremos, y no importa nada más.    

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Música Cretina 2020 #3

ESTO NO ES UN PROGRAMA


9-9-2020

Lado A

“Abrazo lo vivo/ que está afuera de mí”

1.- Stereolab, Margerine rock
2.- Mínima Pau, Una neblina
3.- Zilla Mayes, All I want is you
4.- Sudan Archives, Green eyes
5.- Miossec, Les joggers du dimanche
6.- Lou Reed, Turning time around
7.- 107 Faunos, Vendedores de lupas
8.- J Mascis + The Fog, All the girls

Lado B

“Todo en esta vida/ es ir uniendo estrofas”

9.- Royal Trux, Shoes and tags
10.- Andrés Calamaro, Ni hablar
11.- Lee Moses, Pouring water on a drowning man
12.- Harold Vick, H. N. I. C.
13.- Peregoyo y Su Combo Vacaná, La pluma
14.- Barbara Eugenia & Tatá Aeroplano, Luz do fim do mundo
15.- Sam Phillips, I need love
16.- Ruben Pozo y Lichis, Mesa para dos

martes, 15 de septiembre de 2020

Peregoyo y Su Combo Vacaná, "La pluma"

Se los presento: ahí los tienen a Peregoyo y Su Combo Vacaná. Nos miran desde la contratapa de Mi Buenaventura, el segundo de los cuatro trabajos que grabaron para el sello pionero Discos Fuentes, una especie de marca de calidad para toda la música que llegue desde Colombia. Peregoyo es en realidad el apodo --es el título de uno de sus temas más famosos-- del compositor y saxofonista Luis Enrique Urbano Tenorio, que es considerado como el gran difusor de la música del litoral colombiano del Pacífico. El nombre del noneto que lo acompaña --el Combo Vacaná-- responde a los departamentos --o provincias-- de donde provienen sus integrantes: Valle, Cauca y Nariño. Lo primero que leo por ahí de don Tenorio, casi al mismo tiempo que los elogios por su música, es que era hogareño y volvía directo a su hogar después de tocar, y que vivió de la musica y no del trago, lo que más que hablar de él digamos que retrata el ambiente de los músicos y de la noche tanto en Colombia como en el resto del mundo. Nacido en la ciudad costera de Buenaventura, Valle del Cauca, allí por el 1917, el mismísimo año del comienzo de las revoluciones del siglo pasado, quien iba a ser bautizado Peregoyo era hijo del indio Feliciano y la negra Eustaquia, oriundos de Timbiquí, en Nariño, y por eso tenía el cabello liso y la piel tostada. “Le gustaba estar siempre bien arreglado, con su cabello liso negro siempre peinado y su ropa siempre en orden”, lo recuerda el cantante y compositor Marcos Micolta, con lo que se explica su apodo más allá de su referencia musical, ya que el vocablo “peregoyo” deriva de “emperegoyado”, o sea “bien vestido en exceso”. Micolta también resume la humilde revolución que propició su coterráneo, a tono con su siglo y su natalicio: “Tuvo la visión de la música del pacífico recorriendo ciudades y creciendo como las olas del océano y logró contagiar a varias generaciones a punta de saxo, voces, guitarras, currulaos, alegría y fiesta”. El maestro Tenorio y su combo asoman en el Lado B de un aún flamante Música Cretina, que me anuncia la gente de Mixcloud que está primero en el ranking indie local, y en el puesto numero 42 del internacional. No se muy bien lo que quiere decir eso, pero por cierto que compensa la obsesión de la gente facebook, que no me deja linkear el blog del no programa porque lo considera spam, tal vez porque no le meto plata a ninguno de mis posts. Pero volviendo a don Peregoyo, lo que les sorprenderá si relajan y dejan sonar el no-programa en esta tarde nublada de martes es uno de sus clásicos, La pluma, presentado como un “aguabajo”, un baile y canto típico de la región del Baudó, en el Chocó. Y celebro haber descubierto artista y tema gracias a Vampisoul, sello madrileño que supo editar en España al grupo uruguayo Totem o a las colombianas Elia y Elizabeth --entre tantxs otrxs artistas que hace tiempo son bien Cretinxs--, y que está haciendo lo propio con el catálogo de Discos Fuentes. Ahí se va la pluma del pavo real/ ahí se va y se va, y no vuelve más, se lamentan o celebran Peregoyo y Su Combo Vacaná, y no sería mala idea empezar a hacer lo mismo. Ya sea con lágrimas o sonrisas, pero pasar de página. Después de todo, no hay nada más liberador que empezar de nuevo. Y si es con Música Cretina, mejor.

viernes, 11 de septiembre de 2020

Lou Reed, "Turning time around"

Ella dice, ¿cómo llamás al amor?/ Bueno, yo le digo Quique

Laurie Anderson contó alguna vez que Turning time around era uno de sus temas preferidos de Lou Reed. Le gustaba, explicó, porque era una canción sobre el presente, que le escapa a la nostalgia. Que no habla de que entonces todo era mejor, sino de tratar de estar acá, en este momento, ahora mismo. No me había dado cuenta al empezar a escribir esto, pero tal vez sea la canción perfecta para el tiempo que estamos viviendo. Que no es justamente un día perfecto, Lou, claro que no. Por eso es que suena casi al final del Lado A de un Música Cretina aún por estrenar, pasen y escuchen, acompañen esta mañana de viernes, Cretinxs míxs. Pero nos nos distraigamos y volvamos ya mismo al tema, a Laurie y a Lou. Turning time around se publicó por primera vez en su disco Ecstasy, pero confieso que le presté realmente atención cuando asomó al final de Heart of a dog, el documental/ensayo que Laurie desde el título le dedicó a Lollabelle, la pequeña terrier que tenían con Lou, pero que en realidad es una fantasmagórica meditación sobre la vida, la memoria y las despedidas a los seres queridos. Estrenado dos años después de la muerte de Lou, cuando su voz aparece de pronto desde ese limbo que es la película para hablar del amor y del tiempo, uno no puede menos que emocionarse. Oh, por favor, estoy hablando en serio: ¿cómo llamás al amor?, es como sigue la letra que arrancó al comienzo de este post, que más que nada parece el diálogo entre una pareja, donde uno insiste con su pregunta, y entonces el otro ensaya su primera respuesta: Bueno, no lo llamo familia y no lo llamo lujuria. Y como todos sabemos no se trata de matrimonio. Supongo que, al final de todo, es un asunto de confianza. Si tuviese que hacerlo, llamaría al amor, tiempo. Antes de que visitase Buenos Aires para presentar Homeland en 2008, tuve la suerte de entrevistar a Laurie Anderson, y al final de la charla terminamos hablando de su relación con Lou, que la acompañaría en su viaje: 

--¿Es verdad que sus consejos musicales se reducen a una frase: “Sé más directa”?

–Así es, Lou es conocido por decir eso.

--¿Y vos qué le decís?

–Que me gustan las metáforas.

--¿Y ahí se termina la discusión?

–(Suspira.) No, para nada. Es una discusión que va a durar toda nuestra vida.

Supongo que tal vez por eso es que a Laurie le guste tanto esta canción de Lou. Porque se trata de la continuación de esa discusión que en su cabeza debe seguir sonando más allá de que uno de ellos ya no esté por acá. Podrías ser más específico: ¿cómo llamás al amor? Es algo más que un jeroglífico del corazón, es como insiste con su pregunta uno de los integrantes de la pareja en la canción. Bueno, para mi el tiempo no tiene significado, ni futuro ni pasado, es la nueva respuesta. Y cuando estás enamorado, no tenés que preguntar. Nunca hay tiempo suficiente para tenerlo en las manos. Dando vuelta al tiempo. De eso se trata de amor, dice Lou, contesta Laurie. De dar vuelta al tiempo. Y acá estamos, dando vueltas. Tratando de que no se nos escape la cabeza ni el corazón. Porque estamos acá, y no allá, donde sea que allá sea. Acá. En esta soleada y fría mañana de viernes, en la que la música nos salva, como siempre. Y que sea Cretina, si puede ser posible.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Stereolab, "Margerine rock"

 

Se las presento: ella es Mary Hansen. La pueden ver a la izquierda de la foto. La quinta integrante de Stereolab, que formaba parte del grupo cuando tocó gloriosamente en Buenos Aires, en una memorable fecha en La Trastienda. El flamante Musica Cretina que desde ayer se puede dejar sonar a un click de distancia abre con un tema del disco que el grupo le dedicó a Mary dos años después de su súbita muerte, en un absurdo accidente de tránsito, cuando un camión la atropelló mientras ella iba en su bicicleta. El disco se llama Margerine eclipse, y honra a la cantante y guitarrista nacida en Australia, que integró Stereolab durante una década, grabando en todos sus discos salvo el debut. Margerine eclipse es el octavo, de 2004, el primero que grabaron sin ella. A través del cristal/ qué gloriosa vista, canta Laetitia Sadier en Margerine rock, el tema que inaugura el Lado B del tercer no-programa del año, y se refiere a una extraña criatura que es descripta por la letra, como si fuese una científica resumiendo los resultados de un experimento. La curiosidad de la extraordinaria criatura/ estaba de hecho limitada porque no podía sufrir/ lo desconocido, en cualquier tamaño y forma/ pero al mismo tiempo quería mirar en todos lados. En esta luminosa mañana de jueves me pregunto donde hay que firmar, quién me recibe el formulario para pedir ser vacunado del sufrimiento ante lo que no se conoce, pero sin perder las ganas de saber más y más. Aquí estoy, saben donde encontrarme. Espero que también sepan cómo hacer para dejar que suene el nuevo Música Cretina en este frío matinal. Y puedan escuchar a Stereolab cantar sobre querer la luz, y querer todo lo que está a la vista.