viernes, 21 de agosto de 2020

Ethiopian & His All Stars, "Beggars have no choice"

 No es lo que querés lo que vas a recibir/ tenés que quedarte con lo que conseguís

Donde en estos versos algunos puedan ver apenas resignación, otros tal vez estimen una ejemplar didáctica de la calle, a la que se le puede sumar un velado guiño con doble sentido, ya que el primer verso se remata con un “dear”, es decir “querida”. Seguramente son muchas cosas para suponer de un tema sencillo como el que canta el señor de la foto, un jamaiquino llamado Leonard Dillon, pero no por nada es que se convirtió en una leyenda en una tierra de leyendas, y esta canción fue una de los primeras sobre la que la cimentó. Lleva por nombre Beggars have no choice, o sea algo así como “los mendigos no pueden elegir”, y forma parte de su primera sesión de grabación para Studio One, a comienzos de los años 60, grabada bajo el seudónimo de Jack Sparrow y nada menos que con los Wailers originales haciéndole coros. Por supuesto, Beggars suena en Música Cretina, y si estoy escribiendo esto en un soleado mediodía de viernes es porque todavía quiero invitarlos a que lo escuchen, pero también porque una de las cosas que más disfruto de armar cada no-programa es meterme a buscar información sobre los temas, y descubrir cosas como la historia de este señor Dillon, que apareció cuando quise saber más del tema que suena en el Lado B, extraído de un disco más o menos reciente, titulado The return of Jack Sparrow, y atribuido a Ethiopian & His All Stars. Supuse cuando lo encontré por ahí que se trataría del enésimo rescate de una figura del reggae con un grupo nuevo armado a su alrededor, pero lo que descubrí es que es un disco perdido del buen Dillon, que supo ser el rostro de The Ehiopians, uno de los primeros grupos en girar por Inglaterra llevando los ritmos de una isla de sol y el porro a otra básicamente de lluvia y el viento. Busco una mención de los Ethiopians en la biblia de Lloyd Bradley sobre la historia de la música de Jamaica, Bass Culture, y no parece tenerlos en buena estima, tal vez por haber sido uno de los primeros en explotar exitosamente de manera comercial esos ritmos. Cuando nombra su primer álbum, Engine 54: Let’s Ska and Rock Steady, de 1967, es sólo para reproducir esa suerte de curso para bailar los ritmos en cuestión --¡detallado foto a foto!-- incluido en la retiración de tapa. Pero en los obituarios aparecidos cuando falleció en el 2011, Dillon es rescatado como una de las grandes figuras de la musica jamaiquina justamente por eso, por haber sido puente con su grupo entre el ska y el rock steady, a fines de los 60 y comienzos de los 70. Amigo de Peter Tosh, que fue el que lo presentó al resto de los Wailers, que a su vez fueron quienes lo llevaron a Studio One, Dillon terminaría formando los Ethiopians cuando casi había abandonado la música, y trabajaba como obrero de la construcción en Kingston. Fue justamente en una obra donde conoció al que sería su gran compañero en el grupo, Stephen Taylor, y juntos convencieron a su jefe de que les pagase la sesión para grabar un temita, Train to Skaville, que se terminaría convirtiendo en un clásico. Los Ethiopians fueron mutando, pero durante un tiempo fueron básicamente Dillon y Taylor, hasta que en 1975 su amigo murió en un accidente de tránsito, y nuestro Mendigo-sin-opción sufrió el golpe. Se retiró un par de años, y cuando volvió fue mayormente the Ethiopian a secas. Los obituarios de su muerte casi una década atrás hablan de cáncer, primero bajo la forma de un tumor en el cerebro que se operó y al parecer le fue bien, y después ya como una reincidencia definitiva. Un peleador, el buen Dillon. Bah, no tan bueno: en la nota de despedida publicada en un diario de Jamaica, sus hijos lo recuerdan como bastante cascarrabias. Un viejo que, después de todo, sabía que su tiempo ya había pasado. En lo que respecta a nuestro tema, la versión que suena en Música Cretina es la de ese disco póstumo, grabado a mediados de los 90 para un sello alemán dedicado a reggae, con la orquesta de la casa, mucho más que digna. Olvidado en algún estante, el rescate es de hace apenas unos años atrás, y suena en el Lado B de este no-programa como una isla al sol y al viento en un invierno frío y --más que nada-- encerrado como el que nos toca vivir. Dejemos que sople entonces. Dejemos que suene. Seamos cretinos, sí, pero sólo musicalmente. Hace falta sol y ese humito que nos hace tener esperanza. Y canciones, hacen falta más canciones. Como las que cantó una y otra vez el amigo Leonard, alias Ethiopian, alias Sparrow. Ese cascarrabias que sabía moverse al ritmo. Que tuvo alguna vez a Marley haciéndole coros, y que supo cantar hasta el fin. Y que, como lo demuestra su historia, nunca se quedó con lo que tenía.

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