Me pueden poner ante las puertas del infierno/ pero yo no voy a dar un paso atrás
Acá voy otra vez, porque se murió Tom Petty, y hay que
despedirlo como corresponde. Un caballero sureño proto guitar hero que en
realidad encuentra su mejor version cuando pone todo lo que sabe al servicio de
gemas pop. Un heredero del mejor rock de los 70 que en realidad se hizo
inmortal en nuestras retinas gracias a la MTV de los 90 y esos videos
larguisimos que se repetían sin parar, donde supimos que sería nuestro
Sombrerero Loco desde entonces y hasta siempre. Un tipo se se puso siempre al
servicio de los demas, el Travelling Wilbury que mas se debe haber divertido
simplemente estando ahi, el unico de todos ellos que no tenía nada que perder.
Una leyenda que --seamos sinceros-- nunca fue nuestra primera opción en nada,
de hecho recuerdo una expedicion por las rutas norteamericanas en las que
paramos a comprar cassettes para escuchar en el estereo del auto alquilado, y
nos hicimos con Southern Accents para honrar el Sur que atravesábamos pero le
terminó ganando la copia The Unforgettable Fire que formó parte de la misma
compra. Pero mas allá de la pinta, mas allá del espíritu del rock n roll, Petty
siempre fue un gran autor de canciones. Un tipo que escribe y nos hace cantar Estoy libre/ estoy en caída libre, entiende todo, y sabe
compartirlo. Así que nada mejor que honrarlo desde el mejor lugar que siempre
ocupó, al servicio de otros, y no cualquier otros, sino de los que hicieron
historia. Acá le hace los coros al bendito Johnny Cash, que eleva a la
inmortalidad uno de sus mejores ejemplos de eso que a fin de cuentas el buen
Tom supo hacer bien a la altura de los mejores: canciones. Y si, ya lo sabemos, nunca hay
una salida fácil. Por eso mismo entonces: ni un paso atrás.
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