Siempre me gustaron los chistes de Landrú. Sus chistes y sus
gatos. Junto con Cortázar y Soriano, ocupa el podio de los tempranos y
solitarios devotos de los felinos dentro de la cultura popular argentina. El
Landrú que me tocó en suerte generacionalmente fue el de Clarín, en plena
dictadura. Sus viñetas se repartían azarosamente en las páginas de politica del
diario, cuadritos pequeños habitados por personajes de cuerpos diminutos pero
con cabezas gigantes retratando a los políticos de la época, generalmente
militares, o sea dictadores, o sea asesinos. Apenas unos años antes, la
renovación de los chistes de contratapa de ese mismo diario, estelarizada por
autores como Caloi, Crist o Fontanarrosa, había anunciado que su largo reinado
en el medio había terminado. Puente entre el humor popular de revistas como
Rico Tipo y Patoruzú y la revolución de los '70, con Satiricón y Hortensia a la
cabeza, Landrú supo ser el gran renovador del humor argentino. Su impronta fue
un absurdo bestial, minimalista y surrealista casi llegando al punto de dadá,
algo que lo convirtió en el humorista político perfecto para atravesar ese
territorio de la negación y caprichosos experimentos con pies de barro que fue
la politica entre la libertadora y el regreso de Perón. Sin él no hubiese
habido Quino ni Copi y ni morsa en la "Canción de Alicia" --el
clásico de Serú Girán, firmado por Charly García--, claramente más Landrú que
Beatle. Y nadie mejor que él para dibujar a un gorila. Así que, por más de que
durante esos años de plomo hubiese empezado su decadencia, los últimos
cartuchos de aquel humor terminaron siendo perfectos para retratar desde un
absurdo casi naif, y en las páginas de la sección política de uno de los
diarios mas influyentes y populares de la época, una realidad que era tan en
blanco y negro como esa tinta impresa que manchaba los dedos, al tiempo que la
actualidad los manchaba de sangre. Tiene mucho para decir el hecho de que uno
de nuestros más grandes humoristas políticos siempre se haya dedicado al
absurdo, y eligiera definirse como un surrealista. Pero, en los tiempos que
corren, prefiero no pensar mucho en eso.
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