Nunca van a conseguir cambiarme, Baby/ Viva la rivalidad
Hace exactamente quince años atrás, Buenos Aires ardía y Charly García ardía con ella. Pero no era un Nerón de cabotaje, incendiando lo que ya no podía tener y cantándole a las llamas. Sino que simplemente el fuego era su día a día, y parecía un tanto sorpendido al darse cuenta que simplemente la ciudad caminase a su paso. "Si mi orden para la gente es el caos, pongamos que soy el maestro del caos", me dijo por entonces, en una entrevista que salió en Radar. "Así que cuando hay caos en serio, para mí es lo más normal". Esa normalidad era la de los bancos sitiados por ahorristas caceroleando por sus ahorros, cortes en todas las esquinas (había uno en Santa Fe y Coronel Díaz, casi bajo su ventana, cuando hicimos aquella nota), y unas elecciones inminentes de las que Charly se desmarcaba, después de haberle puesto a Carlos Menem el brazalete de Say No More, y simplemente se anunciaba como Master del Universo. Entre tanto delirio, por supuesto, García resultaba terriblemente lúcido, como si en la mesa del Sombrerero Loco de Alicia de pronto alguien con una frase explicase el mundo. Algo parecido sentí hoy al recordar este tema del nuevo disco de Charly, que engalana el Lado A del que todavía es el último Música Cretina. Cuando todo el mundo se rasga las vestiduras por la bendita grieta, y también se escandaliza ante el eterno Boca-River al que parecemos condenados como, ejem, argentinos, Charly alza el puño y celebra y pide mas rivalidad. Y como si fuera poco además recuerda que siempre hay vecinas incapaces de distinguir la música del ruido, la mas maravillosa música con ese ruidito que apenas son capaces de hacer. Charly es Charly, no hay nada que hacerle, aún con cuentagotas, sin tocar, sin cantar, sigue siendo García. Y así como de pronto todos estábamos hablando de él y ahora que parece que lo hemos olvidado, simplemente sigue dejando marcando el camino en la eterna mesa del te del Sombrerero Loco en que se ha ido transformando nuestro día a día.
Hace exactamente quince años atrás, Buenos Aires ardía y Charly García ardía con ella. Pero no era un Nerón de cabotaje, incendiando lo que ya no podía tener y cantándole a las llamas. Sino que simplemente el fuego era su día a día, y parecía un tanto sorpendido al darse cuenta que simplemente la ciudad caminase a su paso. "Si mi orden para la gente es el caos, pongamos que soy el maestro del caos", me dijo por entonces, en una entrevista que salió en Radar. "Así que cuando hay caos en serio, para mí es lo más normal". Esa normalidad era la de los bancos sitiados por ahorristas caceroleando por sus ahorros, cortes en todas las esquinas (había uno en Santa Fe y Coronel Díaz, casi bajo su ventana, cuando hicimos aquella nota), y unas elecciones inminentes de las que Charly se desmarcaba, después de haberle puesto a Carlos Menem el brazalete de Say No More, y simplemente se anunciaba como Master del Universo. Entre tanto delirio, por supuesto, García resultaba terriblemente lúcido, como si en la mesa del Sombrerero Loco de Alicia de pronto alguien con una frase explicase el mundo. Algo parecido sentí hoy al recordar este tema del nuevo disco de Charly, que engalana el Lado A del que todavía es el último Música Cretina. Cuando todo el mundo se rasga las vestiduras por la bendita grieta, y también se escandaliza ante el eterno Boca-River al que parecemos condenados como, ejem, argentinos, Charly alza el puño y celebra y pide mas rivalidad. Y como si fuera poco además recuerda que siempre hay vecinas incapaces de distinguir la música del ruido, la mas maravillosa música con ese ruidito que apenas son capaces de hacer. Charly es Charly, no hay nada que hacerle, aún con cuentagotas, sin tocar, sin cantar, sigue siendo García. Y así como de pronto todos estábamos hablando de él y ahora que parece que lo hemos olvidado, simplemente sigue dejando marcando el camino en la eterna mesa del te del Sombrerero Loco en que se ha ido transformando nuestro día a día.
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