Salí a la calle/ Buscando un lugar donde comer/ Encontré un pequeño café/ Vi una chica y le dije/ ¿Puedo sentarme a mirarte un rato?/ Me encantaría la compañía de tu sonrisa
Acabo de enterarme de que Kevin Ayers ha abandonado el
edificio. Tenía 69 años, y yo supe que era un Poeta Maldito del Rock mucho
tiempo atrás, por un libro de letras de la editorial Espiral –gracias a la cual
por primera vez lei en castellano las letras de Jim Morrison, por ejemplo--,
que reunía bajo ese título a tipos como John Cale y Elliott Murphy. Criado en
Mallorca, Ayers es uno de los poetas del rock de Canterbury, compañero de ruta
de Robert Wyatt, integrante de Soft Machine luego devenido en solista (¡con Mike
Oldfield en guitarra!), perdido finalmente en las callejuelas parisinas, como tantos
otros poetas británicos antes que él. Y mucho antes del rock, por supuesto. Leo
en el indispensable site AllMusic que mi admirado Richie Unterberger cuenta que vendió su bajo a Mitch Mitchell, el de la
Jimi Hendrix Experience, y comenzó a tocar la guitarra, con un estilo parecido
al de Syd Barrett, aunque semejante afirmación suene a herejía. Tengo que
confesar que nunca me recordó a Syd, pero es verdad que Ayers siempre sonó un
poco colgado y psicodélico, pero más cerca del cabaret que del hospicio, de la
melancolía que los fármacos. Hace poco había sacado un par de discos que no
estaban mal, recuerdo haber disfrutado mucho de The Unfairground (2007), que
resultó ser su despedida. May I? es la letra que abre la selección de aquel libro
de Espiral –con traducciones a cargo de Alberto Manzano-- , y cuando puse play,
me pareció casi que el buen Ayers se estaba despidiendo. Buen viaje, amigo
Kevin.
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