Toda mi vida son cuentas pendientes/ y esta nunca será tu canción favorita
La primera vez que escuche a hablar de Quique Gonzalez fue
en Madrid, durante uno de mis primeros viajes por esa hermosa ciudad. Me lo
recomendó el ya por entonces venerable Diego Manrique, que me regaló entonces
dos debuts de artistas jóvenes, que a él le parecía que prometían. Eran los de
Amaral y de Quique. Una selección que con el correr de los años se agiganta,
porque no fueron dos elecciones sencillas ni demagógicas. Nada de indie, nada
de hype. De hecho, creo que casi ni los escuché en su momento. Fueron directo
al estante. O a las cajas. Después me empezaron a llegar los discos de Quique,
a través de un amigo en común. Lentamente empecé a disfrutar de su música y
–principalmente– sus canciones.
Me lo encontré por primera vez disfrutando de en un ensayo de Calamaro con los Bersuit en TNT, por aquella época que El Salmón estaba regresando a los escenarios. Salimos de allí caminando por 9 de Julio, charlando de musica, de Madrid, de Buenos Aires, de fútbol, de todo un poco. La amistad se selló cuando vino a presentar el único disco que le han editado por aquí, Ajuste de cuentas, una suerte de grandes éxitos acústico, en vivo, y con invitados. Su propio desenchufado, y también un ajuste de cuentas personal con la industria. Aquella noche de show yo grité algo desde el fondo –una costumbre de alguna manera impropia por mi trabajo, pero que no puedo abandonar, como robarme algún libro de la feria– y Quique me reconoció y nombró desde el escenario. Lo celebramos en mi casa, alargando la noche (lo mas que se podía al menos, teniendo en cuenta que al día siguiente viajaba yo temprano a Rio para ser jurado en un festival de cine) junto a Pablo Guerra y Lisandro Aristimuño, en una velada de vino y Bob Dylan. Después vinieron sus dos últimos discos, los mejores de su discografía. Finalmente logre honrar nuestra amistad presentándolo como correspondía en Radar, y desde entonces he estado esperando su nuevo disco, que tarda en llegar. Un arma precisa es de Daiquiri blues, y es uno de los tantos temas cretino de un álbum que ya ha sonado en este no-programa. Y volverá a sonar, qué tanto. Como lo sigue haciendo en el Musica Cretina de esta semana, después de –nada menos—el gran Bobby Womack.
Me lo encontré por primera vez disfrutando de en un ensayo de Calamaro con los Bersuit en TNT, por aquella época que El Salmón estaba regresando a los escenarios. Salimos de allí caminando por 9 de Julio, charlando de musica, de Madrid, de Buenos Aires, de fútbol, de todo un poco. La amistad se selló cuando vino a presentar el único disco que le han editado por aquí, Ajuste de cuentas, una suerte de grandes éxitos acústico, en vivo, y con invitados. Su propio desenchufado, y también un ajuste de cuentas personal con la industria. Aquella noche de show yo grité algo desde el fondo –una costumbre de alguna manera impropia por mi trabajo, pero que no puedo abandonar, como robarme algún libro de la feria– y Quique me reconoció y nombró desde el escenario. Lo celebramos en mi casa, alargando la noche (lo mas que se podía al menos, teniendo en cuenta que al día siguiente viajaba yo temprano a Rio para ser jurado en un festival de cine) junto a Pablo Guerra y Lisandro Aristimuño, en una velada de vino y Bob Dylan. Después vinieron sus dos últimos discos, los mejores de su discografía. Finalmente logre honrar nuestra amistad presentándolo como correspondía en Radar, y desde entonces he estado esperando su nuevo disco, que tarda en llegar. Un arma precisa es de Daiquiri blues, y es uno de los tantos temas cretino de un álbum que ya ha sonado en este no-programa. Y volverá a sonar, qué tanto. Como lo sigue haciendo en el Musica Cretina de esta semana, después de –nada menos—el gran Bobby Womack.
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