El jueves pasado quedé, como todos, algo pasmado. La tabla
de las eliminatorias no hacía mas que convocar al fantasma de aquella madrugada
en la que, por culpa de once suecos, un día que ni siquiera había empezado se
sintió como totalmente arruinado a las siete de la mañana. Sin ser un
Sampaolista convencido --difícil perdonarle su decisión tribunera de poner a
Benedetto como el 9 de la selección, por ejemplo--, esa noche pesqué su conferencia
de prensa, en la que me gustó verlo asegurar, con la tranquilidad justa que
estaba haciendo falta en ese momento, que Argentina iba a ir a buscar la
clasificación a Quito. Respondía calmado una y otra vez las preguntas de los
presentes, hasta que --en la transmision que yo venía siguiendo-- de pronto se
escuchó el grito de algún personaje de esos que encarnan una raza que, por no
tener una palabra mejor vamos a consentir en llamar periodista deportivo,
pidiendo que lo saquen del aire, que vuelvan al piso, que ya habían escuchado
demasiado. Acto seguido, comenzó la fiesta de la carroña televisiva, en la que
mas de un panel de miserables no hacia mas que revolcarse en sus quejas porque
Papá Messi no los llevaba al Mundial. Una conferencia de prensa mas tarde,
después del triunfazo y la muestra de carácter de Quito, Sampaoli merecía
mandarlos a todos a seguirla chupando. Messi lo hizo a su manera, gambeteando a
Titi Fernández en medio de los festejos del final, en vivo y en directo,
manteniéndose fiel a su palabra de no hablar con la prensa. Pero no, Sampaoli
se sentó y contestó las preguntas con la misma calma que el jueves pasado. El
hombre del que se burlaron durante todo el fin de semana porque había dicho que
hacía falta tener paciencia, que para él se dividía en paz y ciencia, reveló
que en la charla previa al partido le dijo a los jugadores que había que ayudar
a Messi a ir al mundial. Que Messi no podía llevarlos él solo. Que no le podían
pedir eso. Y así fue como sucedió, acompañándolo a Messi es que Messi nos llevó
a todos a Rusia, incluso a esos desagradecidos que vi por ahí todavía gritando,
haciendo su negocio. Con sus tres goles --tres golazos-- Argentina terminó
ganando el partido mas difícil de todos, ayudada por la suerte de los resultados,
que le permitieron seguir dependiendo de sí misma hasta la última fecha. Así,
Sampaoli tuvo su paz y su ciencia. Messi ya está en Rusia, como debía ser. Y
los que siguen gritando en la medianoche son los que, otra vez, la tienen bien
adentro.
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