Acabo de presenciar un momento mágico, acabo de ver al
tiempo caer derrotado. No duró mucho, no podía ser de otra manera. Pero lo
alcancé a ver, todos lo vimos y lo sentimos, no tengo dudas. Sucedió recién, en
la sala Sinfónica del CCK, cuando Patti Smith cantó Pissing in the river
acompañada por Tony Shanahan, que dejó la guitarra para pasar al piano. Alberto
Manguel, que ofició de entrevistador en esta primera de las dos noches de Patti
en Buenos Aires, le preguntó antes si alguna vez había dudado de su talento.
Ella dijo que si, todo el tiempo. Que nunca pensó que podía ser cantante. Tal
vez cuando era muy chica, cuando soñó con ser cantante de Opera, porque le
gustaba Puccini. Pero su madre le hizo entender muy rápidamente que eso nunca
iba a suceder. Después, se pensó una y otra vez como escritora o pintora. Pero
nunca se le ocurrió que tenía talento como cantante. Contó que cuando grabó
Horses trabajaba en una librería y le sorprendió que le ofrecieran un contrato
discográfico, pero que pensó: grabo el disco y vuelvo a mi trabajo. Pero le
dijeron que tenía que salir de gira. Dijo entonces: viajo, conozco el mundo y
después a la librería. Pero no, porque le pidieron que grabase otro disco. Y
allí fue cuando regresaron las dudas, contó Patti, y dijo que entonces fue
cuando compuso esa canción. Después de las dudas, agregó, si sos fuerte y
seguis adelante, siempre sucede algo maravilloso. Y entonces arrancó con
Pissing in the river. Voices, voices, cantó Patti. Come come come, cantó. ¿Qué
mas te puedo dar?, se preguntó. ¿What about it?, preguntaba Tony, Nunca dudé de
vos, le respondía Patti. Pissing in the river es un tema que dura cinco
minutos, y se va encendiendo, y ese encenderse fue transformando a Patti, que
de pronto desafió al tiempo y a la canción, se plantó en el escenario, escupió
sus dudas y su verdad y fue como si no tuviese edad, como si volviese a tener
veinte años. Esa señora viejita de pelo largo y blanco de pronto tuvo al tiempo
entre las manos, lo atrapó cantando su canción, cantando esa verdad de tantas
veces y tanto tiempo. Fue un momento único, y cuando terminó no había agua para
calmar su tos. Fue como si, de pronto, lo hubiese dado todo. Manguel se apuró,
solícito, a alcanzarle un vaso. Hasta entonces había sido una velada apacible,
con Patti recorriendo temas propios y ajenos --cantó Neil Young, John Lennon,
Bob Dylan y después cerró con un clásico de Elvis-- y escuchando a un sorprendentemente
medido y muy en su lugar Alberto Mangel (¿Ay, era necesario ese sombreritus,
Alberto?) que la hizo dialogar con algunos escritores argentinos, que tradujo
aparte en un papel para ella y fue leyendo en catellano para todos, como
Alejandra Pizarnik, Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y una tal Cecilia Romana,
con cuya elección quiso abarcar las nuevas generaciones literarias. Pero con
Maria Elena Walsh y su Cancion de cuna para un gobernante Mangel logró
incendiarla a Patti, que fue entonces cuando cantó a Dylan y su A hard rain's
a-gonna fall, y empezó a suceder algo raro con el tiempo, porque esa canción
que en su momento anunciaba lo que estaba pasando pero todavía nadie quería
verlo, medio siglo más tarde sonó aun mas ominosa, pero no porque podría haber
sido escrita hoy, sino porque hoy a nadie se le ocurriría escribirla. Me puso
la piel de gallina porque me hizo pensar que vivimos en un mundo en el que,
sólo si tuviésemos suerte, podría llegar a ser escrita en algún futuro
--esperemos-- no muy lejano. Sin embargo hay, sí, revoluciones en el aire. Hay,
sí, lluvias por caer. Le lanzaron a Patti un pañuelo verde, el de la lucha por
la legalización del aborto, y se lo colgó. Lo levantó del piso después de ver
lo que era desde lejos, lo puso en su atril primero, y después terminó
mostrándolo en el puño. ¿Debo continuar por un camino tan retorcido?, se
preguntó entonces Patti, meando en el río, y todo tuvo sentido, y la intensidad
que alcanzó ese momento de la noche redimió los momentos mas de salón de te.
"Cuando era joven, pensé que debía cantar por los olvidados, por los que
habían sido dejados al margen, pero hoy ya no pienso así. Porque con un mundo
dominado por los corruptos y las corporaciones, todos somos olvidados, todos
hemos sido dejados al margen", dijo Patti, que sonríe, mucho, y agradece
también, mucho. Tal vez demasiado. Ostenta una bondad casi papal. Pero que
cuando cierra el puño y la rockea, sus canciones siguen demostrando un poder
que ella ya no tiene, y al mismo tiempo detenta. La señora del pelo tan blanco
y abundante que parece llevar peluca de abogado británico. La rocker que
desafió a los hombres y les ganó en su ley, sin dejar de ser mujer. La que
paseaba por el campo de pequeña inventándole música a los poemas de William Blake.
Manguel, atento, le pidió que cantase uno esta noche, y ella lo hizo, niña otra
vez. Patti Smith, beata de la literatura rock, que para muchos y muchas de sus
nuevos adeptos es un genero que lleva el rock casi de adorno, hasta que ella se
levanta y canta, de verdad canta, realmente canta, y el tiempo pierde su
sentido, y entonces hasta el que no quiere ni puede ver tiene que verlo. Que el
rock puede que haya muerto, pero Patti todavía no.
te escucho gavilan...aca pitu.. abraxo che pone tom waits daleeeee
ResponderEliminarmmm bue como aquel programa piso 93 no ??¿¿¿¿¡¡
ResponderEliminar