Finalmente, CaraLibro mas que una red social termina
siendo un implacable policía de las evocaciones. Y acá me descubro hoy, acosado
por las emociones que me dispara una foto de la que yo creo que fue la última
fiesta de La Mano. Y cuando digo "última", lo digo en todo sentido.
Ocho años atras --apunta el eficiente escribano de Zuckerberg-- nos sacábamos
esta foto al final de lo que se nos había hecho costumbre, armar una fiesta de
la revista que pasó a existir gracias a otra fiesta, la primera, aquella en
Niceto, que estalló y nos hizo darnos cuenta que podíamos sobrevivir, que la
gente nos quería, quería una revista como la nuestra y podía llegar a querer incluso
a Pettinato. En mi recuerdo personal, La Mano comenzó su camino cuando terminé
absurdamente preso por intentar fumarme un porro en la plaza que está frente al
Palacio Pizzurno, ahí en Callao y Marcelo T, donde supe hacer muchas cosas de ese
tipo (y de otros también) en las felices épocas en que Ciencias de la
Comunicacion se estudiaba (y militaba) en Callao 966, donde ahora esta el
edificio cuya planta baja ocupa Notorius. Recuerdo haber pensado esa noche
--ante la preocupación de Esteban Cavanna, que zafó olímpicamente del
patrullero-- que ir preso por semejante boludez era culpa de que aún existían
leyes hipócritas que permitian que siguiera siendo punible el inocente hecho de
fumarse un fasito, así que cuando Rosso me pasó el contacto de un tal Ralph
Rothschild, que estaba buscando ayuda para imaginar una megamuestra dedicada a
la Marihuana, dije que si no por porrero, sino porque desde aquella noche en
cana venía pensando que el asunto había que militarlo. Que los voceros del rock
local mantenían una deuda con sus fanáticos, ya que se habían ganado sus galones supuestamente luchando en contra de las hipocrecías y el doble discurso de la sociedad,
pero cuando la batalla fue ganada y el rock consiguió su legitimización,
abandonó la lucha contra otras hipocrecías como la criminalización del consumo de
marihuana y el aborto, dos prohibiciones que los jovenes que tienen dinero para
hacerlo o contactos esquivan sin problemas, mientras que los demás tienen que
sufrir su punicion hipócrita. Pero a pesar de la decision militante, finalmente la muestra no pudo ser, y Ralph
me miró y me dijo: ¿y a vos qué te gustaría hacer? Y ahí fue donde abrí la boca
para decirle: una revista. Ya venía pensando en esto desde un año atrás,
porque veia cómo mis amigos-colegas del periodismo de rock no estaban
escribiendo en ningún lado (muchos habían desertado de la Rolling Stone cuando
la revista absurdamente intentó hacerles firmar un papel en el que debían ceder
los derechos de sus notas a cambio de nada, y no solo las futuras sino tambien las pasadas), y luego de la crisis del 2001, por ejemplo, otros estaban sobreviviendo dando
cursos en Artilaria, donde habían recalado muchos naufragos de FM Supernova. Había
que aprovechar esas plumas, teníamos que seguir haciendo lo mejor que sabíamos
hacer: escribir. Lo primero que se me ocurrió fue armar una
revista libro a lo Granta, como una suerte de anuario de los cursos de
Artilaria, excusa para que --no se-- Bitar escribiese de Babasonicos o Marchi
de García. Llegué a hablar con ellos, a ver si había entusiasmo, y
también consulté presupuesto de imprenta y hasta con un diagramador, tomando como modelo una
revista-libro similar que había visto en La Tribu, pero todo llegó hasta ahí.
La idea estaba, sin embargo. Fue la primera chispa. Con Rosso también nos
habíamos arengado un par de veces pensando que hacía falta una revista, pero nunca llegamos a nada concreto. Esas pavadas que uno dice, y luego refuta. Con Rea también lo
pensábamos: ¿qué harías si te ganases la lotería?, nos preguntábamos. Y nos
respondíamos, como ejemplo absurdo de que no habíamos aprendido nada de las
miserias de nuestra profesión: ¡Haríamos una revista! Pero frente a mi nuevo
cómplice Ralph Rothschild --el verdadero héroe de La Mano, ya que sin él no
hubiese existido-- lo dije sin pensar que fuese algo absurdo, sino convencido
de que sería posible. Sabía que era algo que a Ralph, antiguo fan y luego
colaborador de la Expreso de Pistocchi, le iba a gustar escuchar. De hecho, por una nota sobre la Expreso que había escrito para la tapa de Radar, sabía que Ralph
se había pasado un año dándole una oficina a Pistocchi para que volviese a
sacar la Expreso, un año que pasó sin pena ni gloria. Así que yo abri la boca,
Ralph escuchó y después de que argumente mis ideas, que incluian ir a buscar a
Pettinato, flamante estrella de TV, para hacer con su figura lo que hacían con
Castelo detras de Tres Puntos (ese fue exactamente mi argumento: si Castelo puede tener una
revista, ¿por qué no Petti?), y la cosa empezó a cerrar. Para llegar a Petti lo
fuimos a buscar a Rosso, Rosso cayó con Pipo, y todos juntos fuimos hacia
Petti, que se entusiasmó con la idea. La guita la puso siempre Ralph, era la
que había separado para la muestra, y decidió gastarsela en esta otra patriada.
Con una condición: que uno de los primeros numeros estuviese dedicado a la
Marihuana (fue el numero 4). El caldo se fue cocinando: como entre tanto
revuelo necesitabamos alguien con los pies en la tierra decidimos convocar al
amigo Bitar como Jefe de redacción, una decision clave, sin su mano ferrea en
el timón no se si hubiese habido una revista lista cuando terminó la cuenta
regresiva hacia el primer número. Y no me olvido que de la mano de Bitar fue que llegó Mauri, otro eslabón fundamental para la revista. Petti aceptó que pongamos su figura al frente
aunque los directores eramos también Rosso, Pipo y yo, pero nosotros aceptamos
su veto para la tapa: si ponia la cara por todos tenía que ser por cosas de las
que quisiera hacerse cargo. Y aprovecho acá para hacer una aclaración: aunque
La Mano siempre fue conocida como la revista de Pettinato, en realidad él cobraba
un sueldo por lo que hacía, nunca puso un mango. Para todos nosotros siempre
fue la revista de Ralph, y también para mucha gente mas, que al oler que tenía
dinero, vinieron una y otra vez a ver si podían sacar su tajada. Levanto la cabeza
a la altura de esto que lejos de ser un post ya parece un prólogo de algo que merecerá ser completado en otra ocasión y me doy
cuenta que estoy recordando todo esto para no pensar en la foto de la que hoy se
cumplen 8 años. La foto de la última fiesta de La Mano, la foto después de la
cual renuncié a la revista que ayudé a crear tras media década --dicho así
parece un toco, pero en mi recuerdo fue un instante, un instante barbaro, eso
si--, la última foto en la que aparece Adrián Soria, amigote inesperado que conocí haciendo La Mano --que también llegó de la mano de Bitar-- y al que si no extraño más es porque me sigue doliendo recordarlo y darme
cuenta que ya no está. Por eso tal vez me duele La Mano, cuando debería ser mi
recuerdo profesional mas preciado, y sin dudas lo es. Acá está, lo llevo
conmigo y al mismo tiempo ya fue, no pesa, es un pasado congruente con el resto
de ese camino que me trajo hasta donde estoy, y que anuncia que hay que seguir
caminando, por suerte. Brindo entonces por eso, por Adrián, por La Mano y sus fiestas,
por los amigos que siguen escribiendo, por seguir escribiendo claro está, y
ya que estamos brindemos todos también por seguir vivos.
la cerdos y la mano... mis dos unicas revistas, de coleccion completa, que no pienso vender por mas morlacos que me pongan
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