Eres mi
guerra/ guerra
total
Conocí a Dino gracias a Jorge Nasser. Mas específicamente, gracias al disco De memoria, que Níquel grabó en su mejor momento, entrando en los 90, haciendo un puente hacia el rock uruguayo de antes de la dictadura. Antes de ese inolvidable Ya caminé/ hasta donde pude con que abría el álbum --el primer verso de Quizás hacia el norte-- Dino aún no había entrado en mi cartografía personal de la música uruguaya, basada en lo que me habían ido recomendando mis amigos durante mis primeras visitas montevideanas. Un recorrido confirmado por las menciones de Jaime Roos en el, para mi al menos, iniciático libro de Milita Alfaro (hace poco lo repasé: ni una sola vez lo nombran a Dino). De memoria supuestamente se paseaba por temas de varios autores y bandas, pero de los diez nada menos que cuatro eran de Dino, y se robaban el disco. Después, gracias a las reediciones de Postdata --y la generosidad de Gabriel Peveroni, que como no nos podía pagar al menos no amarrocaba con los discos--, llegó a mis manos Vientos del sur, y me convertí. Honré mi nueva fe haciendo una telefónica con Ciarlo para cuando sacó esa maravilla de disco que es Autobiografía, para el que regrabó su mejor repertorio y en el que suena como un Roy Orbison rioplatense. Y hasta ahí había llegado, hasta que hace un par de años se me ocurrió ir a verlo una noche que tocaba en Guambia. Fuimos con Garo, y pensé que iba a ver una leyenda, así que con un par de atisbos de gloria que recordasen viejos tiempos me alcanzaba. Pero lo que vi fue a un tipo que la rompió en vivo, acompañado por una banda bien rockera, haciendo un show plagado de clásicos inoxidables que me dejaron la piel de gallina. No habia mucha gente en Guambia aquella noche, y el hombre se volvía rápido a su Dolores, así que era casi imposible aprovechar su viaje para intentar alguna nota. Fue entonces que empecé a pensar que había que irse a Dolores para poder entrevistarlo, y descubrir cómo era posible que semejante clásico estuviese tan olvidado, cuando aún era capaz de shows como el que acababa de ver. Creo que por entonces había sacado el que hasta hoy aún es su último disco, Vivo y suelto, un trabajo magnífico e ignorado en su momento por la crítica uruguaya, ya que todos pensaron erróneamente por su título --la respuesta típica de un doloreño (¿se dirá así?) al rutinario "¿cómo andás?"-- que era un disco en vivo. Para cuando se dieron cuenta que era un discazo, los Graffiti ya habían pasado de largo. Intentaron remediarlo invitándolo a tocar en vivo, y Dino declinó la invitación cuando se dio cuenta que no le iban a pagar por hacerlo. Terminaron dándole un Graffiti a la trayectoria, que para Dino es apenas un premio "no por la obra sino por el kilometraje". De estos malentendidos y terquedades está hecha la carrera de Dino, un tipo al que finalmente pude ir a entrevistar a Dolores, en una nota que terminó en la tapa de Radar hace apenas algunas semanas. Pero esa carrera también está hecha de canciones como ésta, que suena en el último Música Cretina, que aún sigue por ahí, cretinando. Como Dino, y a mucha honra.
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