Ya no recuerdo los tiempos idos/ Pero que extraña niebla
El sábado pasado vi pasar en bici a un amigo que hace años que no veía. Décadas. Estábamos con Ana almorzando en nuestra parrillita, y me quedé como congelado, viéndolo pasar por la bicisenda. Ana se me quedó mirando, así que le expliqué: “Es que acaba de pasar el pibe que, tres décadas atrás, me hizo escuchar por primera vez las canciones que hoy más me gustan de Spinetta”. Fue en una noche de camping en Villa Gesell, en la época de los gritos jocosos buscando a un inexistente Beto, en esos veranos mágicos del comienzo de la democracia, donde todo parecía estarse inventando otra vez, y todos nos encontrábamos con todos. Recuerdo que apareció de la nada en medio de la noche, agarró la guitarra y cantó Aguas Claras de Olimpo, y mi cabeza estalló en mil partes. Todo gigante muere cansado. “¿Qué es eso?”, pregunté. “Spinetta”, me contestó. No hice otra pregunta. No hacía falta. Simplemente pedí más. En aquellos fogones se reinventó el rock nacional. Gracias a Canta Rock supimos quiénes éramos. Despues, sí, claro, a romperlo todo. Sumo. Los Redondos. Pero antes Charly, Spinetta. Nunca me oíste en tiempo, claro. Es el regalo que lo envuelve todo y cierra Los Niños, y por eso también cierra el Lado B del Música Cretina que aún está sonando. Y se deja escuchar en este jueves soleado de mayo, en el que los tiempos no están tan idos...
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