domingo, 19 de octubre de 2025

Charly García c/Sting, "In the city"

¿Cómo podes decir que estoy loco/ si puedo darte un lucero del alba?

Mucho se ha hablado del nuevo simple de Charly García con Sting, y muy poco hay para decir después de escucharlo. Prefiero tener presente que, así como vimos multiplicarse en las redes la noticia de su lanzamiento como si todos quisieran formar parte de la novedad, la versión original del tema se puede encontrar en un disco que, quince años atrás, nadie parecía querer editar. Y que, de hecho, aun es imposible encontrar oficialmente online (solo aparece en You Tube, subido por sus fans). Como sucede con todos los ídolos que realmente le toman el pulso a la sociedad y exponen sus contradicciones, ya sea tomando partido o simplemente exponiéndose (y exponiéndonos), la unanimidad llega recién cuando el león ya es herbívoro, cuando ya no puede hacerle daño a nadie, cuando es fácil encajarlos en un estante y convertirlos en estampita. Es el lugar desde donde Charly nos mira, y se deja adorar y –algo impensado cuando su filo aun cortaba– sacarse una foto con quien se le acerque con un celular. Volviendo al nuevo tema, se puede celebrar que mezcle aquel milagro de producción que fue Random con la crudeza de La lógica del escorpión, discos del ocaso, pruebas de vida como las fotos que los fans le sacan al verlo por ahí y enseguida dan vueltas por las redes. Confieso que cada tanto vuelvo a disfrutar de los temas del disco de la década pasada, pero también que si es posible elegir cómo escucharlo hoy, prefiero su voz cruda, tal como suena en el del año pasado. Lo que ves es lo que hay, y Say No More viejo nomás. Mucho se ha hablado también, en los últimos días, del cruce de Charly con Sting en Amnesty, y que su respeto mutuo viene desde entonces. Estuve en ese Amnesty entre el público –nunca me voy a olvidar de aquella caminata de ingreso por Udaondo mientras se escuchaban los desafiantes disparos de los milicos desde el vecino Tiro Federal– y el recuerdo que tengo de Charly eran sus ganas de demostrar que ahí el ídolo era el, que me generaban una mezcla de admiración pero también un poco de vergüenza, porque ese día lo único importante era lo que nos reunía a todos ahí. Tengo mis dudas de que haya podido comenzar alguna relación de respeto con alguien teniendo en cuenta en el estado que se encontraba aquella tarde-noche. Si hay que ensayar un repaso en paralelo por sus carreras sería bueno consignar entonces que uno ya decía ser parte del mar cuando el otro recién estaba intentando subirse a las nuevas olas, que sup
ieron ser casi al mismo tiempo carne de páginas amarillas antes que musicales: uno difundiendo su plenitud tántrica, el otro exhibiendo su vacío imposible de llenar. Y que su presente –tal como se puede ver en un video que muestra a Charly más porteño que el Obelisco y Sting como un eterno englishman en Nueva York– esconde que ambos tienen casi exactamente la misma edad. Y en cuanto al tema en sí, no se puede decir que sea malo, pero creo que su peor pecado, especialmente viniendo de Charly, es que es intrascendente. Todo forma y poca substancia. Aunque, lo confieso, no he podido dejar de tarararearlo en los últimos dias: sus melodías siguen siendo azucar para el oido. Si con algo me quedo de lo que nos ha dejado el nuevo simple es con la serie de fotos que le sacó Nora Lezano sentado al piano. Son imágenes a las que, no tengo dudas, volveremos una y otra vez. Mi preferida es la que ilustra estas líneas, con la frente apoyada en el micrófono, como si fuese su muro de los milagros.