jueves, 6 de febrero de 2020

Herbert Vianna, "Derretendo satelites"


Una vez, diez, quince, veinte, lo que sea/ no tengo nada más que hacer

El título del disco de la foto es perfecto. Que ocho años atrás, más de una década después del accidente en el que perdió a su mujer y casi perdió la vida, Herbert Vianna haya sacado un nuevo disco solista es justamente eso, una Victoria. Y en este repaso por no-programas vintage que estamos haciendo durante este verano de los años 20, suena perfecto recordar también al buen Herbert, que me dio entonces su nuevo disco como tantas veces lo hizo con discos ajenos —me presentó a Chico Science, por ejemplo— y propios. Fue en un encuentro de paso, en Aeroparque, una escala del grupo para irse a tocar en algún festival del interior (donde en aquella época venian tocando más que en Buenos Aires), en el que aproveché para reunirlo con el amigo Oscar Jalil, que quería su testimonio para su biografía de Luca Prodan. Por supuesto que no estaba solo, Herbert no puede estarlo, siempre necesita asistencia. Como la necesitó para regresar al mundo de los vivos, al que lo trajo de vuelta primero la música y luego sus amigos dispuestos a tocar con él todo lo que hiciese falta. Supongo que esa es la verdadera victoria. Editado en 2012, el cuarto disco solista de Herbert —que como todos los otros se lo ha escuchado injustamente muy poco— recupera principalmente a pedido de sus hijas algunos temas que compuso durante su carrera para cantantes amigas pero nunca había llegado a grabar. Como Derretendo satélites, que se puede escuchar casi al comienzo —justo después de Dan Penn— del Lado B de este segundo Rescate de Verano 2020 que venimos escuchando esta primer semana de febrero en Música Cretina. Originalmente grabado en el debut solista de la rubia Paula Toller, ex cantante de Kid Abelha y vinculada sentimentalmente con Herbert durante la época mas agitada de Paralamas —y Kid Abelha también, por supuesto—, suena mucho mejor sólo en guitarra y voz, qué duda cabe. Estoy acá pensando en vos/ dejando el agua correr, canta Herbert, y también canta el verano y el calor y el sol y el viento por el que rezamos cada noche. La música es nuestra religión, y las canciones su evangelio. El verano es solo un desierto al que hay atravesar, con versos y más versos en nuestras cantimploras. Hasta alcanzar tierra sagrada. Y cretina también.

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