miércoles, 9 de octubre de 2019

Jamila Woods, "Muddy"

Vos estás apuntándole a las estrellas/ yo prefiero quedarme embarrada

Se las presento: la chica de la foto se llama Jamila Woods, y es maestra, poeta y cantante. Es oriunda de Chicago, como sus colegas Chance The Rapper o No Name, y después de haber puesto su voz aquí y allá (por ejemplo, formando parte de Donny Trumpet and The Social Experiment, cuyo disco supo asomar en una de las listas de fin de año compiladas para Radar), tres años atrás editó su debut como solista, Heavn. Así, como se lee: “cielo” sin la “e”. Allí retrata —al decir del crítico Greg Kot, del Chicago Tribune— su experiencia como mujer afroamericana y su complicada relación con su ciudad natal. Ahora, con 29 años, Jamila acaba de editar su muy celebrado sucesor, bautizado Legacy! Legacy!, compuesto por doce temas que llevan apenas un nombre como título, todos ellos una suerte de autorretrato homenajeando al personaje histórico y artístico al que se refiere cada uno de esos nombres. Manifiesto artístico, y al mismo tiempo de clase y de raza, entre sus celebrados —ninguno de ellos blanco, por supuesto— aparecen principalmente mujeres (y escritoras) como Eartha (Kitt), Zora (Neale Hurston), Sonia (Sánchez), Octavia (Butler) o (Nikki) Giovanni, pero no faltan hombres como James (Baldwin), (Jean Michel) Basquiat o Sun Ra. Y así como está Miles (Davis) también está su mujer Bettye (Davis), que junto al nombre de Frida (Kahlo, por supuesto), completa una suerte de díptico de mujeres casadas en su momento con hombres más famosos que ellas. Pero el tema más contundente del lote es Muddy, referido al bluesman Muddy Waters, al menos por un verso inicial tan explícito que hace que no se lo pueda encontrar online. Los hijos de puta no se callan, es lo primero que escupe Woods para empezar el tema, poniendo en boca de Waters su legendaria queja porque su público no dejaba de conversar, lo que lo llevó a electrificar su sonido para cerrarles el pico. En una muy buena nota publicada por Pitchfork, Jamila explica que tomó ese verso del poeta y activista Kevin Coval, también oriundo de Chicago. Coval le había dado su poema para que le ponga música, pero ella se dio cuenta que no sabía mucho sobre Muddy, así que se puso a investigar, y escuchando entrevistas online descubrió algo que iba a funcionar como leit motiv para su disco: la desfachatada actitud de los entrevistados ante las preguntas de periodistas, invariablemente blancos, que no sabían muy bien de lo que estaban hablando. Por ejemplo, recuerda Woods, cuando le comentan a Muddy que algunos jóvenes blancos parecen muy entusiasmados con su música y le preguntan si cree que van a llegar a tocar el blues como él, su respuesta es breve y contundente, y también tiene forma de pregunta, acompañada por una sonrisa entre incrédula y juguetona: “¿Como yo?” Lo que no dice Muddy lo explicita Woods al celebrarlo, señalando que cuando la cultura blanca participa de culturas creadas por los negros, se lleva a cabo una invisibilizacion. Pero que, al mismo tiempo, resulta algo imposible de falsificar. “Sí, hay soul de ojos azules, y hay rappers blancos, pero no es que hayan robado nada, porque no se les puede robar el hip-hop o el blues a los negros”, explica Jamila. “En esa respuesta, lo que Muddy está diciendo es que por supuesto esos jóvenes pueden tocar blues, pero nunca lo van a poder tocar como él. Es algo que me resultó empoderador”, agrega la cantante, y es un comentario que me recuerda eso tan enriquecedor que sucede con las copias. Que como no pueden ser perfectas, terminan abriendo el camino hacia algo original, eso que sucedió con el rock en castellano, por ejemplo. Me recuerda las razones por las que uno siempre celebra la antropofagia cultural, los pensamientos artísticos sobre algo, y que no hay robos cuando se trata de arte, simplemente se trata de un diálogo que se continúa. Lo demás, es contabilidad. Y, cuando efectivamente se trata de robos, no se trata de arte. A menos que estemos hablando de Rififi, claro. Pero esa es otra cultura popular. Pero volviendo al verso de Coval, al disco de Jamila, y al buen Muddy, siempre es bueno recordar que los hijos de puta no se callan, así que hay que callarlos. Subamos el volumen de una vez. Y, si quieren escuchar el tema, los invito a que hagan play en el último Música Cretina. No se impacienten, lo van a escuchar sonar a poco de empezar el Lado A de un no-programa que todavía tiene mucho para revelar.

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