martes, 10 de abril de 2018

Frank Black & Teenage Fanclub, "The man who was too loud"


Ahora/ Voy a tocar despacio

Amanece el martes, pero en los cuarteles --ja-- de Música Cretina aún estamos viviendo el sábado. Un sábado que marcó el debut del no-programa en FM Universidad de La Plata, un espacio en el que sonarán viejas emisiones rescatadas de la bóveda cretina, pero que parecen elegidas ayer. O, por qué no, hoy mismo. Como este The man who was too loud, con el que Frank Black --acompañado nada menos que por los Teenage Franclub-- homenajea a Jonathan Richman, el primer rocker en apagar su amplificador. Una historia que volví a leer en estos días como parte de un libro fascinante, Astral Weeks, a secret story of 1968, de Ryan H. Walsh, un periodista de Boston que se larga a contar la trama que hay detrás del gran disco de Van Morrison, que resulta ser nada menos que la historia contracultural de su ciudad, de la que forman parte toda clase de desclasados, chiflados y visionarios, entre los que está, por supuesto, el buen Jonathan. El que le propuso a su grupo tocar sin amplificadores y que la batería sea reemplazada por periódicos enrollados. El que no quería lastimar los oidos de los niños con sus canciones, como recuerda Black en este tema que descubrí en un disquito mágico, por el que tuve un flechazo instantáneo e irresistible, un fetichismo feroz como el que sólo se podía tener en aquellos tiempos del dísco físico, en que la música tenía su propia forma, no como ahora, que simplemente está en las redes. O en los cables, como decía Soda Stéreo. Ese tiempo del que estoy hablando tiene fecha precisa en el caso de la reverencia de Frank ante Jonathan, ya que me topé con el disco exactamente dos décadas atrás durante un viaje relámpago a Santiago de Chile, enviado por el diario en el que trabajo a intentar robarle una entrevista a Joan Manuel Serrat, que había viajado a Chile para estar presente en un homenaje a Allende que se iba a realizar en el Estadio Nacional, y aprovecharía el paseo para presentar en Buenos Aires su nuevo disco (que no me fascinó, precisamente), con una rueda de prensa dispuesta antes de volver a España. Nominalmente, mi viaje a Santiago fue para cubrir ese Festival, pero lo unico que le interesaba a quien me había enviado era que consiguiese una nota con Serrat antes de su conferencia de prensa porteña. La premura con la que fue armado todo me obligó a dormir poco y nada, por lo que mi viaje fue mas o menos una tortura. Recuerdo que el poco tiempo que supuestamente tenía para dormir fue durante una mañana en que la gente del hotel parecía estar dispuesta a arreglar a los golpes todo lo que estaba roto en el lugar, o al menos eso me pareció desde mi habitación, donde no pude pegar un ojo, y me dediqué a revolear todo lo que podía ser revoleado sin tener que pagarlo por roto. Leo lo que acabo de escribir y me parece infantil y patético, pero es lo que hice, supongo que estaba medio desquiciado por la presión del viaje y de mi jefe y la falta de sueño. Creo recordar que toda la ropa de cama terminó en la bañadera, tal vez porque en algún momento pensé que allí se iban a escuchar menos los golpes, y supongo que fue en un arranque de frustración que abrí la ducha, así que el desmadre terminó siendo total. Fue recién entonces cuando entendí el estado mental que ¿explica? el comportamiento de ciertas estrellas de rock en los cuartos de hotel, pero allí no había rock ni mucho menos estrellato, sólo la ansiedad ante la nota no pautada pero exigida, y la necesidad de dormir aunque sea un poco. Ahora que lo pienso, tal vez fue por eso --fruto de ese estado mental, digamos-- que me obsesioné con el disco en el que Frank cantaba sobre El hombre que era demasiado ruidoso, que además era apenas un disquito con cuatro temas, con un precio exorbitante, el que solían tener los discos de las BBC Sessions (¿Había alguna razón para eso? ¿O era sólo capricho y/o avaricia?). Su costo era toda la plata que me habían dado como viático, por lo que al verlo en la vidriera de una disquería perdida en una galería de Providencia, contuve con una mano a la otra que se había extendido señalándolo, a la manera de E.T., y me obligué a volver al hotel. Pero no pude dejar de pensar en el disco, así que --aunque tiempo no fuese lo que me sobraba-- volví a la disquería antes de irme al Estadio a continuar con mi faena, y me lo compré, condenándome no solo a no tener dinero para comprar ninguna otra cosa, sino también a juntar tickets del piso durante todo el viaje (e incluso a fraguar facturas) para poder justificar el gasto. Pero nada de esto importó cuando finalmente conseguí la entrevista con Serrat y terminó saliendo en la portada del diario, que era lo que quería mi jefe. Y aún menos me importó cuando, con la faena realizada, pude finalmente hacer play en casa con el disquito en cuestión y disfrutar de un tema --y una versión-- que al día de hoy sigue siendo uno de mis preferidos, cretino honorario donde sea y como sea. Y el disco todavía sigue siendo una de las joyas de mi discoteca, y por eso es que suena al final del no-programa rescatado para inaugurar el ciclo en la radio platense. De hecho, quienes quieran leer mas sobre la anecdota de Serrat, los trucos para conseguir entrevistas no pautadas y la condena de los homenajes en el Estadio Nacional hay otro post al respecto en el blog de Música Cretina, de la época en que este no-programa originalmente salió al aire. Mientras tanto, los que quieran alegrar su mañana de martes pueden buscar en los comentarios, donde van a encontrar el link para escuchar la canción en cuestión. Y también otro que los llevará al no-programa. Recuerden, si hacen play en este segundo link van a tener que escucharlo hasta el final, porque es la canción de despedida. Algo ideal --¡no me digan que no!-- para empezar el día.   

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