jueves, 16 de noviembre de 2017

La última fiesta, por Martín Pérez


Finalmente, CaraLibro mas que una red social termina siendo un implacable policía de las evocaciones. Y acá me descubro hoy, acosado por las emociones que me dispara una foto de la que yo creo que fue la última fiesta de La Mano. Y cuando digo "última", lo digo en todo sentido. Ocho años atras --apunta el eficiente escribano de Zuckerberg-- nos sacábamos esta foto al final de lo que se nos había hecho costumbre, armar una fiesta de la revista que pasó a existir gracias a otra fiesta, la primera, aquella en Niceto, que estalló y nos hizo darnos cuenta que podíamos sobrevivir, que la gente nos quería, quería una revista como la nuestra y podía llegar a querer incluso a Pettinato. En mi recuerdo personal, La Mano comenzó su camino cuando terminé absurdamente preso por intentar fumarme un porro en la plaza que está frente al Palacio Pizzurno, ahí en Callao y Marcelo T, donde supe hacer muchas cosas de ese tipo (y de otros también) en las felices épocas en que Ciencias de la Comunicacion se estudiaba (y militaba) en Callao 966, donde ahora esta el edificio cuya planta baja ocupa Notorius. Recuerdo haber pensado esa noche --ante la preocupación de Esteban Cavanna, que zafó olímpicamente del patrullero-- que ir preso por semejante boludez era culpa de que aún existían leyes hipócritas que permitian que siguiera siendo punible el inocente hecho de fumarse un fasito, así que cuando Rosso me pasó el contacto de un tal Ralph Rothschild, que estaba buscando ayuda para imaginar una megamuestra dedicada a la Marihuana, dije que si no por porrero, sino porque desde aquella noche en cana venía pensando que el asunto había que militarlo. Que los voceros del rock local mantenían una deuda con sus fanáticos, ya que se habían ganado sus galones supuestamente luchando en contra de las hipocrecías y el doble discurso de la sociedad, pero cuando la batalla fue ganada y el rock consiguió su legitimización, abandonó la lucha contra otras hipocrecías como la criminalización del consumo de marihuana y el aborto, dos prohibiciones que los jovenes que tienen dinero para hacerlo o contactos esquivan sin problemas, mientras que los demás tienen que sufrir su punicion hipócrita. Pero a pesar de la decision militante, finalmente la muestra no pudo ser, y Ralph me miró y me dijo: ¿y a vos qué te gustaría hacer? Y ahí fue donde abrí la boca para decirle: una revista. Ya venía pensando en esto desde un año atrás, porque veia cómo mis amigos-colegas del periodismo de rock no estaban escribiendo en ningún lado (muchos habían desertado de la Rolling Stone cuando la revista absurdamente intentó hacerles firmar un papel en el que debían ceder los derechos de sus notas a cambio de nada, y no solo las futuras sino tambien las pasadas), y luego de la crisis del 2001, por ejemplo, otros estaban sobreviviendo dando cursos en Artilaria, donde habían recalado muchos naufragos de FM Supernova. Había que aprovechar esas plumas, teníamos que seguir haciendo lo mejor que sabíamos hacer: escribir. Lo primero que se me ocurrió fue armar una revista libro a lo Granta, como una suerte de anuario de los cursos de Artilaria, excusa para que --no se-- Bitar escribiese de Babasonicos o Marchi de García. Llegué a hablar con ellos, a ver si había entusiasmo, y también consulté presupuesto de imprenta y hasta con un diagramador, tomando como modelo una revista-libro similar que había visto en La Tribu, pero todo llegó hasta ahí. La idea estaba, sin embargo. Fue la primera chispa. Con Rosso también nos habíamos arengado un par de veces pensando que hacía falta una revista, pero nunca llegamos a nada concreto. Esas pavadas que uno dice, y luego refuta. Con Rea también lo pensábamos: ¿qué harías si te ganases la lotería?, nos preguntábamos. Y nos respondíamos, como ejemplo absurdo de que no habíamos aprendido nada de las miserias de nuestra profesión: ¡Haríamos una revista! Pero frente a mi nuevo cómplice Ralph Rothschild --el verdadero héroe de La Mano, ya que sin él no hubiese existido-- lo dije sin pensar que fuese algo absurdo, sino convencido de que sería posible. Sabía que era algo que a Ralph, antiguo fan y luego colaborador de la Expreso de Pistocchi, le iba a gustar escuchar. De hecho, por una nota sobre la Expreso que había escrito para la tapa de Radar, sabía que Ralph se había pasado un año dándole una oficina a Pistocchi para que volviese a sacar la Expreso, un año que pasó sin pena ni gloria. Así que yo abri la boca, Ralph escuchó y después de que argumente mis ideas, que incluian ir a buscar a Pettinato, flamante estrella de TV, para hacer con su figura lo que hacían con Castelo detras de Tres Puntos (ese fue exactamente mi argumento: si Castelo puede tener una revista, ¿por qué no Petti?), y la cosa empezó a cerrar. Para llegar a Petti lo fuimos a buscar a Rosso, Rosso cayó con Pipo, y todos juntos fuimos hacia Petti, que se entusiasmó con la idea. La guita la puso siempre Ralph, era la que había separado para la muestra, y decidió gastarsela en esta otra patriada. Con una condición: que uno de los primeros numeros estuviese dedicado a la Marihuana (fue el numero 4). El caldo se fue cocinando: como entre tanto revuelo necesitabamos alguien con los pies en la tierra decidimos convocar al amigo Bitar como Jefe de redacción, una decision clave, sin su mano ferrea en el timón no se si hubiese habido una revista lista cuando terminó la cuenta regresiva hacia el primer número. Y no me olvido que de la mano de Bitar fue que llegó Mauri, otro eslabón fundamental para la revista. Petti aceptó que pongamos su figura al frente aunque los directores eramos también Rosso, Pipo y yo, pero nosotros aceptamos su veto para la tapa: si ponia la cara por todos tenía que ser por cosas de las que quisiera hacerse cargo. Y aprovecho acá para hacer una aclaración: aunque La Mano siempre fue conocida como la revista de Pettinato, en realidad él cobraba un sueldo por lo que hacía, nunca puso un mango. Para todos nosotros siempre fue la revista de Ralph, y también para mucha gente mas, que al oler que tenía dinero, vinieron una y otra vez a ver si podían sacar su tajada. Levanto la cabeza a la altura de esto que lejos de ser un post ya parece un prólogo de algo que merecerá ser completado en otra ocasión y me doy cuenta que estoy recordando todo esto para no pensar en la foto de la que hoy se cumplen 8 años. La foto de la última fiesta de La Mano, la foto después de la cual renuncié a la revista que ayudé a crear tras media década --dicho así parece un toco, pero en mi recuerdo fue un instante, un instante barbaro, eso si--, la última foto en la que aparece Adrián Soria, amigote inesperado que conocí haciendo La Mano --que también llegó de la mano de Bitar-- y al que si no extraño más es porque me sigue doliendo recordarlo y darme cuenta que ya no está. Por eso tal vez me duele La Mano, cuando debería ser mi recuerdo profesional mas preciado, y sin dudas lo es. Acá está, lo llevo conmigo y al mismo tiempo ya fue, no pesa, es un pasado congruente con el resto de ese camino que me trajo hasta donde estoy, y que anuncia que hay que seguir caminando, por suerte. Brindo entonces por eso, por Adrián, por La Mano y sus fiestas, por los amigos que siguen escribiendo, por seguir escribiendo claro está, y ya que estamos brindemos todos también por seguir vivos.   

1 comentario:

  1. la cerdos y la mano... mis dos unicas revistas, de coleccion completa, que no pienso vender por mas morlacos que me pongan

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