lunes, 10 de octubre de 2016

Palo Pandolfo y La Hermandad, "Un reflejo"


Se tensa la red/ salen al mar

No me gustaría que se olviden que tenemos un nuevo Música Cretina. Bah, no tan nuevo, pero lo hemos caminado tan poco, que ahí está, casi por estrenar. Lo dije antes, lo repito ahora: este año tuve la cabeza en otras cosas, y por eso cada no-programa se fue retrasando. Tanto, que tal vez lo lógico hubiese sido directamente asumir una pausa. Pero las canciones me trajeron de vuelta. Fueron ellas las que pedían una y otra vez ser reunidas, alineadas, multiplicadas, compartidas. Al menos se negaban a salir de mi cabeza, rebotando ahí adentro. Ni siquiera las canciones enteras, sino estribillos, versos, entonaciones. Uno de esos fantasmas pidiendo ser liberados es esta maravilla incluida en el último disco de Palo Pandolfo, que está de regreso. En realidad, Palo nunca se fue a ningún lado, siempre estuvo ahi. Pero, en materia discográfica, vuelve a mostrar su mejor rostro en su último álbum. Un disco que sale ganando por el hecho de que el ex Don Cornelio ha mantenido banda y equipo de trabajo por primera vez en mucho tiempo durante dos discos seguidos, y esa constancia se percibe en el resultado final. Transformación es un discazo, y ahí anda desde la portada Palo Querido transformado en una suerte de Cupido todo tapado, semi glam, un angelito sin alas y con la mirada baja, pero tiene la flecha lista en el arco. Siempre me parecio que, dentro de eso que de vez en cuando seguimos llamado rock nacional, Palo forma parte de un grupo de artistas que estaban llamados a ser el siguiente escalón de un linaje cuyos ultimos herederos fueron Cerati, Calamaro, Fito Páez y Vicentico. Cuatro artistas nacidos de grupos que nacieron en la post dictadura --Soda, los Abuelos, los Cadillacs y tomemos a Paez como emergente de la Trova Rosarina--, y fueron encadenando, con o sin sus grupos, un recorrido que marcó cada una de sus épocas, llenando estadios y alcanzando las tapas de los diarios. Ese lado del rock nacional, el más Florido ante el Boedismo pappista y ricotero (si, ya se, nunca es tan asi, no están tan separados, pero permítanme la indulgencia y simplificación para poder volver a Palo), tuvo tres posibles herederos de fines de los 80 y comienzos de los 90, artistas que lo tuvieron todo, poetas extraordinarios y claramente continuadores --al menos cuando aún se pensaba que era posible una continuidad-- de esa estética, aún a su pesar. Ellos son Francisco Bochaton, Rosario Bléfari y Palo Pandolfo. A pesar de que soy capaz de enumerar --así, al tun-tun, como esta pret-a-portheory que acabo de escupir-- muchas razones, tanto personales como del contexto, por las cuales no llegaron a la masividad, convocar estadios o llegar a las tapas de los diarios, para mi cualquiera de ellos tres son artistas mayores, genios con un toque unico, que solo necesitan justamente del aval de la estadística para ser reconocidos por los escépticos de todo lo que sabemos los conversos. Hay una anécdota que Palo me contó y siempre me pareció que resumia de manera admirable su relación, justamente, con todo eso. Cuando Don Cornelio salió elegido como grupo revelación en la encuesta por entonces casi consagratoria del Sí de Clarín por su primer disco, Palo --como cantante del grupo-- fue invitado a participar de la producción fotográfica que reunía a todos los ganadores. Palo fue, estuvo casi donde tenía que estar, dia, hora y lugar, pero se quedó afuera de la foto porque nunca encontró a los fotógrafos. Siempre me pareció que eso resume el lugar --o no-lugar-- de Palo dentro del linaje del rock nacional: es invitado a formar parte, acepta y busca aparecer, pero se pierde y no aparece. Sin embargo la pertinencia de ese lugar, por ejemplo, queda en evidencia con un temazo como este Un reflejo, el mejor tema spinettiano aparecido en estos años en que tanto se homenajea a Spinetta, algo que lejos de convocarlo solo hace extrañarlo cada vez mas. Y Palo lo encarna casi sin esforzarse, de la misma manera que canalizaba a Pescado en Don Cornelio. Asi que a desperezarse en ese lunes nubladísimo y feriado, prestandole la oreja a Pandofo junto a su grupo, La Hermandad, todos hermanados y findesemanizados. Y cretinos también, qué tanto.

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