martes, 12 de abril de 2016

Herbert Vianna c/Fernanda Abreu, "Historia de uma bala"


A veces pienso en huir/ a veces sólo pienso en huir de aquí

A pesar de que tal vez sea el mejor disco solista de los cuatro que hizo Herbert Vianna, no puedo evitar sentir un escalofrío cada vez que pienso en O som do sim, el tercero. Porque es un disco que mostraba a un Herbert ambicioso, mezclando invitados y estilos, y que anticipaba tal vez un nuevo viraje en su carrera, algo que no pudo ser, ya que apenas al año siguiente de su edición sucedió el accidente en el que murió su mujer, Lucy, y en el que milagrosamente salvó su vida pero no sólo quedó postrado en una silla de ruedas, sino también con su memoria y su conciencia comprometida para el resto de su vida. Recuerdo perfectamente el día de su accidente: fue justo el mismo en que Suárez abrió para Sean Lennon y Sonic Youth en un festival alternativo armado en el Club Hipico, un lugar atípico para semejante despliegue. Esa tarde recibí un llamado avisándome de la tragedia, y la verdad que recuerdo mas ese llamado que lo que sucedió musicalmente durante toda esa tarde-noche. Mi amistad con Herbert --y los Paralamas-- comenzó cuando lo entrevisté antes de su primer Gran Rex, que terminó de cimentar el romance del grupo con el público argentino. Herbert tocó Sumo, versionó a Charly, Fito y Soda, y le hizo un guiño a Hendrix esa noche; y demostró ser además un hábil declarante en una entrevista que terminó siendo mi primer tapa para un incipiente Suple No, que por entonces aún dirigía Carlos Polimeni. La entrevista la hice por las mías, colándome en la prueba de sonido, y creo que ni siquiera pensé que iba a poder publicarla a la brevedad, ya que obviamente no serviría para promocionar el concierto. Por entonces también escribía en la revista Rock & Pop, asi que simplemente aproveché la oportunidad y después vería qué hacía con ella. Lo que pasó después de aquel show en el Gran Rex es que todo Buenos Aires hablaba de Paralamas, y cuando le conté a Poli que tenía una nota con Herbert en la que hablábamos del rock argentino, le brillaron los ojos. Y después me puteó cuando lo que le entregué a las apuradas --evidentemente aún estaba muy verde como periodista gráfico-- fue un pregunta-respuesta pelado, al que debió editar a conciencia para que mereciese la tapa del No. A partir de entonces cada vez que los Paralamas pasaban por Buenos Aires nos encontrábamos, y muchos de esos encuentros terminaron en notas: recuerdo la vez que Herbert se pasó toda una sesion de fotos caminando por los pasillos del Bauen con su guitarra, tocando Days de Television. Otra vez me robé a Dado Villa Lobos, ex Legiao Urbana que se había sumado al grupo para su unplugged en La Trastienda, para juntarlo con Ciro Pertusi, fan del grupo de Renato Russo. Después de aquellas primeras entrevistas llegamos incluso a imaginar un libro sobre Paralamas, y hasta apareció una editorial interesada en publicarlo. Era AC, la primer editorial autóctona dedicada a los libros del rock, dirigida por Eduardo Berti, que se había copado con lo que había escrito para el libro de los Redondos, y enganchado con la propuesta. Hoy me doy cuenta que --como comprueba la anecdota de esa primer tapa del No-- estaba todavía demasiado verde como periodista para hacer algo así. Pero igual me compré un diccionario portugués-español, busqué la ayuda de una poeta amiga para traducir las letras de los temas, y los Paralamas me alentaron a que los visitase en Río. Nunca conseguí juntar dinero ni tiempo para ese viaje, y la idea se fue diluyendo, pero nunca la amistad con el grupo, que llegaron a pedirle a la Emi que me contratase para que escribiera las gacetillas de lanzamiento de sus discos, algo que hice sólo una vez y luego desistí: quería seguir escribiendo sobre ellos, y no me parecía ético hacerlo si me dedicaba a hacerles la prensa. Ese mismo razonamiento me hizo dejar de ir a saludarlos despues de sus shows: a los periodistas a veces nos obsesiona no ser tomados por groupies, pensamos que la dignidad se recupera aparentando ser imparciales, y creemos que independencia de opinión es lo mismo que comportarse como un ortiba. En una visita a su camarín después de un tiempo sin pasar por Buenos Aires, ante mis balbuceantes excusas, los Paralamas me recordaron que los músicos pasan y se van de las ciudades donde tocan, y que la única oportunidad que tienen realmente de ver a los amigos es ahí, en el camarín. Y que si uno no aparece se quedan pensando qué habrá pasado con uno, por qué es que no pasó a saludar. Desde entonces nunca dejé de saludarlos, y también ayudó internet, obviamente. El más cercano a las computadoras resultó ser Joao Barone, el baterista, así que pasó a ser mi vocero dentro del grupo, desde entonces y hasta ahora. Herbert no tocaba un teclado, pero la que siempre respondia los mails era Lucy, su mujer, simpatiquísima, la que aparece pintándose los labios en la tapa de O som do sim, ese disco que terminó siendo un anuncio de lo que nunca fue. Hay documental que cuenta muy bien la tragedia y la resurrección de Herbert y los Paralamas, se llama Herbert de Perto, y hay que verlo para entender de qué estoy hablando realmente. Y yo entonces me callo de una vez, y dejo que suene Historia de uma bala, en el que Herbert canta junto a Fernanda Abreu eso de que la bala en cuestión declara arrogante 'llegó tu hora'/ y al final es solo una muerte/ una noticia común/ sin lógica, sin razón y sin ningún aviso. Mejor dejarlos sonar en este martes nublado, a un play de distancia. O sino también buscarlos casi al comienzo del Lado B del último no-programa, después de Giant Sand y antes de Pete Townshend haciendo a Screamin' Hawkins, todo formando parte de una gran cretinada. Y a mucha honra.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario