viernes, 27 de febrero de 2015

Chris Spedding, "Video life"


Me voy a enviar una invitación:/ “Bienvenido a la video-vida”/ Espero llegar a tiempo/ Para encontrarme conmigo en el replay

Bienvenidos a un nuevo no-programa, cretinxs. Todo comienza con un clásico, un guitarrista que todos hemos escuchado alguna vez, aunque no sepamos donde. Porque aunque el británico Chris Spedding sea presentado mas de una vez como un guitar hero frustrado, en realidad es un anti guitar hero, y a mucha honra. Su carrera comenzó en los 70, y pese a ser un preciosista supo comprender mejor que ninguno de sus contemporáneos al punk y el post punk. Produjo a los Sex Pistols, le puso filo a la época mas dura de John Cale, se puso al servicio de los Cramps o Willy De Ville, y la lista sigue y sigue. Sesionista profesional, Spedding tocó con todos, como cantó Gieco en los Orozco. En su site hay una larga lista, ordenada alfabéticamente desde Laurie Anderson hasta Tom Waits. Incluso propone a sus visitantes que le manden un mp3 y él sumará su “distintiva” guitarra a la grabación y la mandará de vuelta. Eso sí, cada pedido tendrá su factura correspondiente. Una de las cosas más disfrutables de armar cada no-programa es descubrir en qué andan cada uno de los personajes rescatados aquí y allá, y me entero gracias a google que hay un disco nuevo de Spedding, que aún no ha tirado la toalla. Sus invitados son Glen Matlock, Bryan Ferry y Johnny Marr, ni mas ni menos. Voy a buscarlo por ahí. Mientras tanto, arrancamos el nuevo no-programa con el tema que abre su disco Guitar Graffiti (1978). Bienvenidos a la video-vida, canta Spedding. Supongo que será la misma que desde hace tiempo ha pasado a ser una vida virtual. ¿Hará falta enviarse una invitación? Buenos días viernes, hola fin de semana, adiós Febrero. Pasen y escuchen. Esto recién empieza.   

lunes, 23 de febrero de 2015

Carlos Cros, "Nadie se resiste al amor"


Salí de casa buscando inspiración divina/ Para escribir una canción/ Y me di cuenta que todo el mundo busca y necesita/ exactamente lo mismo que yo

Ultimo lunes de febrero, ese mes que siempre pasa como un suspiro, aún cuando la realidad intente eternizarlo. Mis tiempos de freelance me dejaron como recuerdo que, así como enero siempre parece tener una semana más que lo que anuncia el calendario, este segundo mes nunca alcanza a detener el comienzo a toda orquesta del año, con la irrupción de la caballería de la realidad del mes siguiente. Pero antes de que lleguen las liebres de marzo, disfrutemos de este solazo de mediodía de un verano que aún es capaz de explotarnos en el rostro escuchando una de las bienvenidas sorpresas del último no-programa. En el ir y venir de las listas con lo mejor del año pasado, desde España descubrí a un tal Carlos Cros, que editó un disco bautizado con el nombre de este temazo, que acá suena en una versión semi acústica, se recomienda chequear también la del disco. Renuncié a la poesía barata/ que siempre dulcifica el rock’n’roll/ y me fijé en los escotes de las chicas de mi barrio/ que fumaban marihuana bajo el sol, reza Cros en su nuevo clásico del rock macarra español, de jopo y campera de cuero, que no desentonaría en el repertorio de Tequila o Los Rodríguez. O los Burning, sin ir más lejos. Hasta que salí en su búsqueda, sabía poco y nada de Cros, pero por suerte Kiko Amat sabe presentarlo. “Me gusta tenerle de inquilino en este planeta, saber que anda por Barcelona de noche, por el Chino y Gràcia y cualquier lugar donde puedan reunirse tropas de guapísimas chicas argentinas, él arrastrando su tímida bohemia y encantadora caradura y pequeño fatalismo tronchante y sus perpetuas historias de huidizas chavalas porteñas”. Antes de Nadie se resiste al amor, Cros tenía sólo un disco como solista. Pero había sacado dos con un grupo llamado Selenitas, y antes cortó sus dientes en el revival mod –Amat dixit—de Los Sunglasses. “Nadie se resiste al amor es el disco que debería hacer famoso a Cros, y conseguirle al fin el favor de todas esas chicas bonaerenses que aún meditan qué hacer con él y su asombrosa mata de pelo”, insiste el novelista y redactor estrella de Rockdelux. Y casi se escandaliza: “Parece una broma, pero a menudo me pregunto por qué Cros no está todo el día sonando en la radiofórmula”. Por lo pronto, suena por acá, cerrando el Lado B de un no-programa que ya está en retirada. Y también bajo el sol de un lunes sin prejuicios, soleado como si febrero –y el verano—durasen para siempre.

viernes, 20 de febrero de 2015

Música Cretina 2015 #3

ESTO NO ES UN PROGRAMA

16-2-2015

Lado A

“Porque está todo bien, pero no está todo bien/ ¿bien para quién?”

1.- Walter Salas-Humara, Counting on you
2.- La Hermana Menor, Avenida de Los Gingkos
3.- Low, I’m on fire (Bruce Springsteen)
4.- Ian McLagan & The Bump Band, He’s not for you
5.- Manos de Topo, Tus bombas del liceo
6.- Roddy Frame, Postcard
7.- Sol Pereyra, Sincera

Lado B

“Renuncié a la poesía barata/ que siempre dulcifica el rock’n’roll”

8.- Protomartyr, Ain’t so simple
9.- Maxi Angelieri & Casi Exilio Psíquico, Sr. Chinarro
10.- Bettye Lavette, When I was a Young girl
11.- Ben Watt, Young man’s game
12.- Ian Ramil, Seis patinhos
13.- Freeman, More than the world
14.- Derrick Morgan, Moon hop
15.- Carlos Cros, Nadie se resiste al amor

jueves, 19 de febrero de 2015

Low, "I'm on fire" (Bruce Springsteen)


Por la noche me despierto con las sábanas empapadas/ Y un tren de carga corriendo/ En medio de mi cabeza

Jueves después de la lluvia, y nada mejor que escuchar un poco de Bruce, como para que termine de pasar la tormenta. Aún me acuerdo de cuando apareció Born in the USA en mi vida, y la polémica entre algunos de mis amigos sobre si este yanqui merecía o no nuestra atención. Por un lado, estaba el punto a favor de que el sonido seco de la batería del tema que bautizaba el disco había sido claramente la inspiración para Piano Bar, que considerábamos nuestro himno generacional. Pero, por el otro lado, estaba esa maldita bandera norteamericana. Cuando lo vimos en Amnesty, Bruce apareció como un prepotente, haciendo todo lo posible para robarse un show que no era suyo. Además, su yanquidez lo desbordaba por todos lados. Llegó a tocar La Bamba, en su afán por levantar a un público agotado por tantas horas y tanta música, y sonó forzado, como si estuviese intentándolo demasiado. Y además parecía poner en evidencia cierto desconocimiento de donde realmente estaba. Mi prejuicio se rompió, por un lado, leyendo sus letras, e investigando un poco en sus discos anteriores, que empezaron a asomar recién después del extraordinario suceso que fue Born in the USA. Y, por el otro, fascinándome con este tema, que por su atrevimiento terminaba de romper con la falsa imagen que entonces yo tenia del Boss. Cada pequeño pliegue de ese discazo que es Born tiene al menos un tesoro, pero I’m on fire es un tema que aún hoy se mantiene vivo, no está inmortalizado, jamás será poster. Tiene una tensión sexual al limite de lo políticamente correcto, o directamente del otro lado, con ese proto James Dean que es su protagonista confesando lo inconfesable, anunciando el desborde de la pasión, el sexo prohibido o incluso el crimen, sigue siendo una fabulosa mirada dentro de un cuento corto, dentro de una historia que es muchas en una, un aleph de la pasión prohibida. Y completa el círculo el hecho de que los que versionan el tema son los extraordinarios Low, el grupo de la pareja entre Alan Sparhawk y Mimi Parker, mormones que deben saber de ese fuego en las entrañas, de pasiones reprimidas. Este tema forma parte de Dead Man’s Town, un tributo a Born in the USA que salió en septiembre del año pasado, y tiene un par de temas  más que piden pista. Por lo pronto, este I’m on fire suena casi al comienzo del Lado A de un Música Cretina que recién se está haciendo escuchar.  

miércoles, 18 de febrero de 2015

La Hermana Menor, "Avenida de Los Gingkos"


En la Avenida de los Ginkgos/ El otoño comenzó/ En la alfombra amarilla/ Que hace la suplencia al sol

No conozco la Avenida de los Gingkos, pero si esa alfombra amarilla que es el sol en otoño. Y también conozco muy bien a La Hermana Menor, la mejor banda de rock del Río de la Plata, no tengo dudas. Claro que habría que discutir de qué rock estamos hablando, y cuando digo esto yo hablo del rock como lenguaje secreto, y cultura, y tierra en común, y dedo en el ojo. Todo al mismo tiempo. El rock de La Hermana es puño en alto y comunión, es ellos y nosotros y al mismo tiempo váyanse a cagar, no sé quién sos, así que tomá. Porque está todo bien, pero no está todo bien. ¿Bien para quién?, dice la frase que cantamos todos en los shows alzando un poco la voz, aunque el tema sea bien tranquilo. Hace tiempo que planto bandera por la banda del Tussi, tanto que ya me olvido de que hay que seguir presentándola. Este tema es de Canarios, su tercer disco, el disco de canciones del grupo y su disco mas montevideano. Cuando ya creía que todos los temas de Canarios habían sonado en Música Cretina, me di cuenta que justo este no, el de la frase estandarte. No hay Avenida de los Gingkos en Montevideo, y mucho menos una estatua del Niño Perón. Pero lo que hay es La Hermana Menor, que homenajean a Chandler desde el nombre del grupo y a Yo La Tengo en la amplitud de su fanatismo por eso que en la segunda mitad del siglo pasado pretendió explicar al mundo, llamado rock’n’roll. Pasen y escuchen, en este miércoles tan sordo. Y también hagan play en el nuevo no-programa, que recién estamos estrenando, con estos Gingkos casi abriendo el Lado A de una semana corta pero bien cretina.  

martes, 17 de febrero de 2015

Protomartyr, "Ain't so simple"


Hola/ Ustedes son mis testigos/ Ante una confrontación común entre los hombres misteriosos/ Y yo

Bienvenidos. Así es como arranca el Lado B del no-programa de estreno en este fin de semana largo. Con un tema de una banda de Detroit que tiene a un ex estudiante de letras devenido en portero de un local de stand up como cantante, que "recita sus letras como si fuera un profesor advirtiendo a sus alumnos o el último borracho en dejar el bar, mientras un ritmo abrasivo construye y destruye unas canciones preñadas de imágenes fascinantemente apocalípticas y banales". O al menos así los describí en la última lista de no-discos del año que compilé para Radar. No es tan simple, y aquí están las razones de por qué, canta Joe Casey al frente de Protomartyr, desde su segundo disco, Under Color of Official Right. Música Cretina, ¿qué esperaban?

sábado, 14 de febrero de 2015

Los Lobos, "Wicked rain"


Hay una chance en un millón/ de que algún día salgamos vivos de acá

Una de mis bandas preferidas siempre han sido Los Lobos. Por latinos en el punk de Los Angeles, por rockeros capaces de rancheras, por tradicionales y al mismo tiempo avant-garde. Y por la cantidad de música que nos han regalado durante años. Se podría decir que Los Lobos son el grupo Cretino por excelencia, por esa capacidad de sorprender siempre, de ser capaces de rasgar una acústica o de hacer un solo de guitarra demoledor, y también una programación mágica y enigmática. Los Lobos con capaces de todo, aún cuando haya gente que todavía los identifique sólo por su versión de La Bamba. Así fue como pudieron asomar la cabeza en el mercado norteamericano: latinos encarnando a otro latino, Ritchie Valens. Aquellos primeros discos –como conté mas de una vez-- supieron ser oasis entre los buscadores del rock en unos 80s perdidos en un desierto de teclados. Creo que incluso el Indio Solari hizo sonar a Los Lobos una de las primeras veces que pasó por el Piso 93. Pero hubo una época del grupo que me rompió la cabeza, y fue cuando se juntaron con los responsables del ruido industrial y de alcantarilla con el que ayudaron a reinventarse a Tom Waits: Mitchell Froom y Tchad Blake. Además de ser latinos en el punk, y rockear como sus referentes, Los Lobos le agregaron una suerte de psicodelia latina a su música, que está muy bien representada en una obra maestra llamada Kiko. Antes y después, la siguieron rompiendo, pero nunca pueden sonar mejor que en los 16 temas de un álbum que en vinilo debe ser doble. Yo lo tengo en compact desde hace años –creo que lo han reeditado remasterizado, ¿habrá outakes?—bien acompañado por un maravilloso EP previo de rancheras, un tesoro llamado La Pistola y el Corazón, y por la psicodelia desatada de David Hidalgo y Louie Pérez junto a Froom y Blake bajo el nombre de Latin Playboys (hay un tema alucinante que sólo repite, en castellano, Ahí viene Dumbo, hijo, mira, viene Dumbo). Después de esas cumbres delirantes, a Los Lobos solo les quedó el descenso, pero no de calidad, sino hacia el rock cada vez más convencional, hacia sus raíces. Por ahí andan en el último tiempo, creo que su último disco fue un acústico en el que recorren su carrera, y también hay un rescate desde antes de ser siquiera Los Lobos, cuando eran una banda que acompañaban cantantes chicanos en su barrio. Pero nunca está de mas regresar entonces a nuestras raíces cretinas, a ese Kiko que recuerdo haberle avisado a Mauricio Redolés el día que lo conocí que lo tenían en un ridículo precio de oferta en la Feria del Disco chilena. Calculo que ese día se cimentó nuestra amistad con Mauricio, que incluso reseñó el disco en algún diario chileno, mencionando al que le había dado la pista. Pero, como se suele decir, esa es otra historia. La de este sábado encantador, de sol y ventito lindo, postal de verano perfecto, es la de Los Lobos, sonando a un play de distancia y también en el Lado B de un Música Cretina de clásicos ídem, justito entre Mauricio Redolés (nobleza obliga) y Michelle Shocked. ¡Pasen y escuchen!

martes, 10 de febrero de 2015

Mauricio Redolés, "Llegando a Yungay" (Arlo Guthrie)


No me revisen ahora/ no me revisen/ que la van a encontrar

Uno de mis héroes musicales más privados se llama Mauricio Redolés y es chileno. Lo descubrí en uno de mis primeros viajes como mochilero, cruzando la cordillera, cuando llegué a un Santiago en el que recién había ganado el No, pero Pinochet aún estaba bien firme. Mientras leía el periódico opositor llamado Fortín Mapocho –el que tituló desafiante e histórico, en ocasión del plesbicito: Corrió solo y llegó segundo--, semanarios opositores varios y una revista llamada La Bicicleta, parecida a la Canta Rock, en mis recorridos a ciegas por la ciudad, di con un lugar llamado El Café del Cerro. Era un pub musical que exhibía algunos cassettes independientes, entre ellos los dos que más me llamaron la atención y me traje conmigo, el de un grupo llamado Fulano y el de Redolés. Por entonces ya trabajaba en Piso 93, así que aunque aún no me consideraba un periodista, al menos era un curioso profesional, buscando información nueva para compartir. Y el cassette de Redolés resultó ser todo un hallazgo, que contenía canciones bizarras e inclasificables, abarcando estilos varios hechos con diversa suerte, desde el contundente Blues de Santiago que abría el disco hasta la delicada y casi trovesca Canción para la mas chiquitita de todas, pasando por los pelos de punta de Triste funcionario policial, cercana a los momentos mas kafkianos de Masliah. Pero lo que hacía de ese cassette un auténtico tesoro eran unos extraordinarios poemas coloquiales recitados aquí y allá, y un largo poema que cerraba el disco y lo titulaba: Bello barrio. Yo nunca había escuchado algo así, hipnóticos seis minutos con un desfile increíble de imágenes y texturas narrativas, capaces de hacerte reir y de derretirte el corazón al mismo tiempo, y –especialmente—de aguantarle la pulseada a cualquier publico rocker o no, y salir siempre ganando. Búsquenlo, debe estar en YouTube, pongan play y entenderán de lo que estoy hablando. Ven a vivir esta fragilidad peligrosa de corromperse. A mi regreso de ese viaje, los poemas mas breves de Redolés empezaron a sonar en Piso 93, y desde entonces lo han hecho en todos los proyectos radiales que fui inventando. Son los textos absurdos que hasta el año pasado se escuchaban separando los lados de este no-programa. Le intenté seguir la pista a Mauricio después de aquel viaje, pero no lo escuché nombrar demasiado, hasta que empecé a viajar seguido a Santiago durante los 90, con la excusa de cobrar mis colaboraciones en la Zona de Contacto primero y en Wikén después, suplementos del diario El Mercurio, y corresponsalías en radios como Rock & Pop y la Cooperativa. Entonces me enteré que El Café del Cerro se había convertido en algo mítico, que los Fulano eran los Mother of The Invention chilenos, y que Redolés era algo así como una palabra clave que demostraba ante un interlocutor local que uno no era un recién llegado a la cultura chilena. Nos hicimos amigos con Mauricio desde que la mañana en que toqué el timbre en su casa y él justo salía a inscribir a su hijo Sebas en la escuela primaria, así que ahí fuimos. Hablamos mucho de Los Lobos, ya que tanto él como yo somos fans, y con el tiempo me las ingenié para ir a visitarlo de tanto en tanto, y seguir a la distancia su sinuosa carrera tanto musical como poética. Si su figura cuando regresé por primera vez a Santiago en los 90 era de culto, durante el correr de esa década su presencia fue infiltrándose en los medios masivos hasta estar a punto de dar el salto. Vaya uno a saber por qué, tal vez por instinto de conservación, eso no sucedió, y aún hoy sigue siendo de culto. Su último disco es de rancheras mexicanas (¿una suerte de homenaje tardío a sus queridísimos Los Lobos, quizás?), se llama One, two, tres, cuatro y ganó algun que otro premio en los Gardeles chilenos. Hace poco me escribió, anunciándome que en marzo estará tocándolo en Buenos Aires, y ahí estaremos, qué duda cabe. Mientras tanto, en este Música Cretina de clásicos de mi discoteca no podía faltar Mauricio, que suena desde esa suerte de Bello Barrio II que fue ¿Quién mató a Gaete?, el disco que un Alvaro Henriquez en su mejor momento al frente de Los Tres le produjo en 1996, y que tiene tal vez las mejores canciones de su repertorio, además de una nueva tanda de sus irresistibles breves poemas. Esta es una versión de un tema de Arlo Guthrie, que lo cuenta todo desde su primer verso: Llegando a Yungay a las dos de la mañana/ con un cargamento de marihuana. Bienvenidos al maravilloso mundo de Mauricio Redolés, acá nomás, a un play de distancia. Y sonando también, bien cretino, casi al comienzo del Lado B del último no-programa, después de Jamie T y antes de Los Lobos, nobleza obliga.

viernes, 6 de febrero de 2015

Música Cretina 2015 #2

ESTO NO ES UN PROGRAMA

2-2-2015

Lado A

"El amor como tortura/ es el único amor"

1.- Texas Tornados, Little bit is better than nada
2.- Cienfuegos, El secreto del nombre
3.- Elliott Murphy, The last of the rock stars
4.- Frank Sinatra, One for my baby
5.- Legiao Urbana, Tempo perdido
6.- Pet Shop Boys, You only tell me you love me when you’re drunk
7.- El Cuarteto de Nos, Chico correcto

Lado B

"No me busques/ ya no estaré"

8.- Jamie T, Brand new bass guitar
9.- Mauricio Redolés, Llegando a Yungay (Arlo Guthrie)
10.- Los Lobos, Wicked rain
11.- Michelle Shocked, When I grow up
12.- Fabiana Cantilo, Amo lo extraño
13.- Pavement, Harness your hopes
14.- Julio Franchi, Mambo negro

jueves, 5 de febrero de 2015

Elliott Murphy, "Last of the rock stars"


El rock esta acá para quedarse/ Pero, ¿quién va a quedar para tocarlo?

Ya lo conté varias veces pero lo cuento otra vez, conocí a Elliott Murphy gracias a un libro de letras de rock, que compré porque su título era irresistible: Poetas malditos del rock. Eran tiempos pre-internet, pre-todo en realidad, así que íbamos por ahí buscando pistas de nuestros artistas preferidos, y también –o especialmente-- de los que aun no conocíamos pero sospechábamos que teníamos que hacerlo. El libro era de la editorial española Espiral, cuya colección de letras de rock traducidas competía contra otra mucho más popular de la editorial Júcar, que también era más accesible, ya que en algún momento llegó a tener una edición argentina. Jucar fue fundamental con sus libros con las letras traducidas de Los Beatles –hasta hubo uno dedicado al... ¡Gay Rock! ¡Recuerden que estamos hablando de comienzos de los 80!--, pero la colección de Espiral terminó teniendo mas onda. Para empezar, la encuadernación no se deshacía en tus manos al leerla como la de los de Jucar. Y, además, fue en un libro de Espiral donde leímos por primera vez las letras de Jim Morrison. También las de Bob Dylan (Canciones 2, que terminaba en Blonde on Blonde, fue mi Biblia durante mucho tiempo) y, más tarde, incluso Peter Hammill y ya entrados los 90 le tocó el turno a Joy Division. Nota al margen: en esa época trabajaba de joven maravilla en Radio Mitre, y le pedí el libro de Joy Division a una de las estrellas del Magazine de la mañana, para los que armaba a veces sus aperturas. ¡Y la estrella me lo trajo! Cada vez que lo veo a Marcelo Bonelli en la tele, lo imagino buscando en las librerías españolas aquel libro con las letras de Ian Curtis, y nunca puedo llegar a odiarlo demasiado. Pero ya me fui de tema, la cuestión con Elliott Murphy es que me hice fanático suyo sin haber escuchado jamás uno de sus temas, simplemente leyendo las letras. Aquel libro lo compré por el título, obvio, y porque en la tapa estaba la cara de John Cale. Alfredo Rosso ya me había aleccionado sobre Cale, y la verdad que el buen John nunca me ha defraudado. Incluso cuando vino de visita a Buenos Aires la rompió solo con su piano, y Sergio Rotman me contó una anécdota que lo pinta de cuerpo entero. Sergio se ofreció gratis para ser su asistente, solo por estar ahí, y recuerda que cuando terminó aquel show la gente pidió un bis a los gritos, incluso zapateando contra el piso. El ruido desde el backstage era ensordecedor, pero se nota que Cale nunca había escuchado algo igual, ya que salió del camarín enardecido, buscando darle su merecido al que había puesto música en la sala. Así que con Cale la cosa fue fácil, pero durante mucho tiempo –son cosas que solían pasar en esas épocas antediluvianas—me convertí en fan del buen Murphy sin haber escuchado ni una sola canción suya. Algo que recién pude remediar en la época del CD, cuando llego a mis manos una compilación de su obra oportunamente titulada Diamonds by the yard, que contiene himnos como You never know what you’re in for (“Todos somos drogadictos y traficantes y cafishios y prostitutas”) , Love song for Eva Braun (“Hay una historia que se está contando/ sobre un hombre con bigote deviniendo viejo y senil/ gritando órdenes en las junglas de Argentina”) o esta maravilla titulada Last of the rock stars, que espera a un play de distancia para musicalizar tu mediodía de jueves. Y honra con su presencia el Lado A de un no-programa lleno de clásicos cretinos, que como una bella flor fuera de temporada recién está empezando a abrir sus pétalos a lo que queda del verano.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Jamie T, "Brand new bass guitar"


Fui a comprar un arma/ ¿Para qué te parece? Para matar a todo el mundo/ Así que empezá a correr/ Pero en cambio me gasté todo el dinero/ En este pedazo de mierda llamado bajo

Así arranca el Lado B de este flamante Música Cretina de Febrero. Con el tema que abre el álbum debut de Jamie T, Panic Prevention, editado cuando apenas si tenía 21 años. La leyenda cuenta que Jamie Treays, nativo de Wimbledon, tenía un grupo que se desbandó, y se quedó solo con su bajo. Si de Genesis entonces quedaron tres, si los Sui Generis necesitaron ser dos para triunfar, Jamie T se quedó solito. Y así empezó a tocar sus canciones, primero con bajo eléctrico. Después se pasó al contrabajo, y terminó armando una nueva banda a su alrededor. Pero dos de los temas de su álbum debut –Brand new bass guitar y Back in the game—quedaron grabados así, solo con el bajo. Fanático de los Libertines, y vecino de Lily Allen y Kate Bush, Jamie T el año pasado volvió con un nuevo disco, y la rompió en la escena británica, después de media década en silencio. Pero a mi me gusta recordar estos comienzos, con su labia callejera, su bajo e incluso su versión de A new England, de Billy Bragg, incluida como lado B del simple de uno de los éxitos de este primer disco, If you got the money. En su momento, cuando en La Mano hicimos un especial con cada redactor apostando a un nuevo grupo –fue nuestro número aniversario de abril del 2007, un especial futuro, apenas una excusa para colar la imagen de un celular en la tapa y facturar guita que terminó siendo no tan necesaria para nuestra subsistencia--, yo me la jugué por Jamie (repasándolo ahora, los que más la pegaron fueron Montolivo con Burial, La Patrulla Espacial por Jalil y Juan Andrade con Cansei de Ser Sexy... Fernando García con Gossip no vale porque no era grupo nuevo). Y me la volvería a jugar una y otra vez, Cretino honorario desde entonces. Todos sabemos lo que tenemos que hacer/ simplemente es algo que se te ocurre, canta desde el tema que abre el Lado B del último no-programa. Y un miércoles nublado que también sabe lo que tiene que hacer.

martes, 3 de febrero de 2015

Texas Tornados, "Little bit is better than nada"


Un poquito es mejor que nada/ a veces querés toda la enchilada

Con el sonido del acordeón del Flaco Jiménez. Así es como comienza un nuevo no-programa de este 2015, el primero de un febrero que amenaza ser más verano que enero. Los Texas Tornados son un supergrupo integrado por Augie Meyers, Doug Sahm y Freddy Fender además del Flaco, uno de mis primeros héroes en esto de buscar música más allá del mundo anglosajon. Ry Cooder fue la ruta que me llevó hasta el Flaco, qué duda cabe, pero el sonido de su acordeón siempre funcionó como un abracadabra hacia el tex-mex y también mucho más, algo que honraron hasta los Fabulosos Cadillacs. Recuerdo incluso que había un disco del Flaco que hacíamos sonar con ganas en el Piso 93, así que desde entonces viene mi fanatismo por el hombre que hace la diferencia en estos Texas Tornados, que –según escribe Doug Sahm en el texto que acompaña 4 Aces, el disco que les mereció un nuevo contrato con Reprise a mediados de los 90—todo lo que tuvieron que hacer fue cantar el estribillo de este Little bit is better tan nada y estaban entrando a un estudio con Jim Dickinson como productor. Como si esto fuese poco, es un tema incluido en una película olvidada, tan encantadora y heroica como solo puede serlo una que admira a los perdedores. Se llama Tin Cup, está protagonizada por Kevin Costner  y René Russo, al Panza del Quijote Costner lo encarna nada menos que Cheech, y su enemigo es Don Johnson. Lo tiene todo, o sea. Y hasta el golf, el tema del film, termina resultando esencial para un inigualable final de triunfo/derrota, uno que sólo puede dar el deporte de la pelotita, ese que insiste en aparecer incomprensiblemente en el zapping del cable, pero que acá resulta fantástico e inolvidable. Búsquenla, vale la pena. Y hagan play, que febrero se lo merece. No por nada los Texas Tornados inauguran un Música Cretina lleno de clásicos, que --como el amor-- asoma su sucia cabeza. Mejor que nada, y toda la enchilada.