Mis brazos demasiados débiles para aferrarme/ Mis ojos demasiado secos para llorar
Uno sabe que ya está grande cuando lo que todos piensan que
es la vieja PJ uno la recuerda como la nueva PJ. Porque la PJ Harvey de To
bring you my love, la que luce vestido y lápiz de labios en el arte de su
tercer dfiscvo de estudio, es la PJ peinada y bien vestida, que ocupó el lugar
de la que mostraba el sobaco peludo y amenazaba con su sexo. Aunque en realidad
nunca una nunca le haya dejado el lugar a la otra, sino que conviven. ¡Y vaya que conviven! Meet za monsta. PJ nunca hizo un disco malo.
Antes de los White Stripes, ya estaba rockeándola como si viniera de otro
tiempo, sólo que cargada del sexo que todos los que vinieron antes que ella
tenían que ocultar. Más que del sexo, en realidad, de las preguntas sobre él. Pero
claro, era minita. La loquita. Gracias que todavía la dejamos rockear. Como nos
pasó a todos, con el tiempo las preguntas importantes de la vida dejaron de ser
los cómo y por qué y llegó el turno de los cuándo y dónde, y las canciones
cambiaron de intensidad. Pero queremos igual a PJ, la queremos sexuada, la
queremos rockeando, la queremos llorando, queremos a todas, punto. Este amor
se convierte en una tortura/ este amor, mi único crimen. Por eso suena mejor
que nunca en este martes nublado de un invierno que aún no se atreve a mostrar
su cara descubierta. Y también casi cerrando el Lado A del último Música Cretina,
entre Patricio Rey y Jorge Pinchevsky. Consortes cretinos.
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