sábado, 28 de abril de 2012

Tangled up en el Gran Rex

Ese viejito. 71 años tiene Bob, y toca el órgano y hace monerías. Así estuvo toda la noche de ayer, en su segundo show en Buenos Aires. Con la luz en la cara, la suya y la de sus músicos, de abajo hacia arriba, dibujando sombras en la pared del fondo. Bob y su órgano. Tocaba con una sola mano y la otra se la ponía en jarra. Era Chaplin Bob. Fue Tom Waits, también. Y claro, siempre Bob Dylan. El Oscar ahí, a su izquierda. Y a su derecha se esforzaba una banda blusera, rockera, lo que hiciera falta. Una banda que lo miraba divertida, atenta, al pie. Piano y armónica, y apenas algo de guitarra. Eso tocó Bob anoche. Y mas que nada, cantó con increíbles ganas –de hacerse entender, al menos– muchas de sus mejores canciones. Cuando al cuarto tema fue posible reconocer Tangled up in blue –¡por momentos la actuó y todo!–, agradecí al cielo que me hubiese tocado la lista que mas me había gustado de las que venía viendo en su site que estaba haciendo. Dos canciones después se le entendió eso de Están vendiendo postales del ahorcamiento y quedó claro que Bob quería dejarnos contentos. De hecho, a la salida nos abrazamos con unos amigos, celebrando el encuentro y el buen concierto que habíamos visto, al grito de: “¡Demagogo! ¡Devuelvan la plata!” Pero justamente Desolation row no fue el mejor ejemplo de ese estado de ánimo, porque a la mitad del largo tema se aburrió un poco, y ya estaba ladrando la letra. Supo ser encantador con Simple twist of fate, ferozmente blusero en el extenso The levee’s gonna break, deslumbró al deshacer y volver armar Love sick, y ese final con Ballad of a thin man, Like a rolling stone y All along the watchtower dejó con la boca abierta a todos los presentes, que no sabían muy bien lo que les estaba pasando. Si hasta hubo un bis con una impensable Blowin’ in the wind, una canción que es decididamente menor al trío que acababa de rematar la faena. Generoso Bob, didáctico Bob, cruel Bob, entregándole al público lo que supuestamente quiere y al mismo tiempo dejando en claro cómo fue que dejó atrás tan velozmente semejante repertorio. ¿Fue el mejor show de Dylan en Buenos Aires? Los de Obras fueron más rockeros, los de River con los Stones más significativos, el de Vélez algo lejano y frío. El Gran Rex es el Gran Rex, después de todo. Y cuando escuché Temprano en la mañana el sol estaba brillando –¡y juro que lo entendí!– supe que iba a ser una noche para recordar. No esperaba emocionarme tanto, deslumbrarme tanto, divertirme tanto. Recordar tanto ese Canciones 2 de editorial Espiral, con el que empecé allá lejos y hace tiempo a entender a un artista llamado Bob Dylan, que sigue siendo tan Bob y también tan Dylan, por cuarta vez en Buenos Aires, a los 71 años. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario